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Feminismo, desglosando corrientes


La historia del feminismo podríamos dividirla en tres grandes etapas o corrientes. La primera; el feminismo de la igualdad, donde fue fundamental el reconocimiento de las mujeres por entrar en la dialéctica del poder y conseguir la eliminación de las discriminaciones de género. En otras palabras, la idea consistía en entrar en los espacios de poderes que existían para la creación de una realidad igualitaria. Habitar espacios de poder. Sin embargo, no se cuestionaba la localización del poder, por lo tanto se inscribía en el orden de verdad del poder.

Como contraposición al feminismo de la igualdad surge el feminismo de la diferencia. Este feminismo plantea que es necesaria la revalorización de las características femeninas y la creación de una nueva jerarquización de los valores sociales, y por lo tanto, de los poderes, que recojan las especifidades femeninas. Es decir, feminizar el poder. No obstante, al naturalizar la resistencia, se divide el poder. Este feminismo tiende a dar la impresión de una lucha de poder entre grupos sociales naturales, aparte de homogeneizar a la mujer.

Por último, en las últimas décadas durante la postmodernidad nace una nueva idea de feminismo postmoderno o postfeminismo que plantea el ir hacia el reconocimiento de las multiplicidades, la interseccionalidad para realizar una lucha contra todo tipo de discriminación en base a un análisis feminista. Sin embargo hay que tomar encuenta que surge paralelamente una fragmentación del poder y dificultades por tener objetivos colectivos de reapropiación de los poderes.

Dentro de este contexto surgen los estudios de género. Desde entonces (y hasta relativamente poco) el término género ha venido a asumir la connotación de la construcción social alrededor del sexo biológico. ¿Pero que significa considerar el género como construcción social? Significa reconocer que los roles o papeles de género son comportamientos aprendidos y específicos de una determinada sociedad, comunidad o grupo social, que hacen que sus miembros perciban como masculinas o femeninas ciertas actividades, tareas y responsabilidades. Estos roles, características y comportamientos son además jerarquizados y valorizados de manera diferencial y la asignación social de funciones y actividades a las mujeres y a los hombres naturaliza sus roles. Considerar como "naturales" estos roles y las capacidades a ellos asociadas significa creer que son inmutables. Desnaturalizar la percepción que se tiene del ser varón o mujer y reconocer su construcción social permite pensar de otro modo los lugares que ambos pueden ocupar en la sociedad.

En esta línea, siguiendo las propuestas de Judith Butler (1990) llegamos a una nueva interpretación que ve que no solo el género sino el mismo sexo se configura como construcción social. Sería la performativización del género la que hace posible la existencia de los sexos. ¿Qué significa esto? Significa que determinados atributos físicos o genéticos son agrupados y significados para designar los sexos y que estos existen porque nosotros mismos actuamos los géneros. Sin entrar en detalles en el debate filosófico que se plantea en este sentido, lo importante de la propuesta de Butler, es evidenciar que la dicotomización de la sociedad en dos sexos es ficticia aunque cree juegos de verdad y por lo tanto que la pertenencia a un sexo en lugar que a otro no nos determina.

Por otro lado, el análisis feminista de la ciencia y la tecnología ha sido, contrariamente a lo que desde diversos frentes se le viene reclamando, abundante, e incluso podría afirmarse que avanzado con respecto a otras disciplinas. Como ejemplo de ello puede citarse el análisis de Shulamith Firestone acerca de las tecnologías reproductivas a finales de los sesenta o los complejos y ricos debates entorno a la epistemología feminista de la ciencia que tienen lugar desde la década de los setenta del siglo veinte. Donna Harawayes una referente obligada en el análisis teórico de la tecnología y sus consecuencias para las mujeres desde la publicación del sugerente “Manifiesto para cyborgs” (1985). Este manifiesto ha sido un texto de cabecera para los análisis feministas de la tecnología, así como para nuevas voces que han surgido paralelamente al desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, tales como el ciberfeminismo. Judith Wajcman, por su parte, ha trabajado entorno al análisis de la tecnología como parte de una cultura masculina “de élite”, proyecto político del cual quedan excluidas las mujeres. Ambas autoras han puesto de manifiesto la importancia de las relaciones de producción y reproducción en el análisis conjunto del género y la tecnología.

En la realidad caleidoscópica de la sociedad emergente en el espacio social de la Red, la cibersociedad, se encuentran todas las estéticas feministas postmodernas que desarrolln una línea de pensamiento sociológico novedoso. Una mitad de estas corrientes teóricas feministas inician el enfrentamiento crítico con la autoridad del discurso androcéntricohegemónico. Todo ello no es más que la construcción, deslegitimación, des-potencialización y trasgresión de los márgenes del mainstream de la modernidad occidental. Estos feminismos han supuesto ser desde un principio un giropolíticamente activista y socialmente reivindicativo que se desplaza hacia lo otro, lo diverso, lo diferente, incluyendo tanto lo otro sexual y cultural como al otro étnico y racial, permeable a los diferentes análisis elaborados en los contextos de los denominados Gender Studies, entre los que se hayan el ciberfeminismo y la teoría y/o estudios Queer. Es a raíz de la existencia de estos estudios desde donde se abordan determinados temas considerados hasta hace poco conflictivos y tabú. Temas tales como el cuerpo y la sexualidad.

Erradicando topes, el cuerpo se convierte en un discurso que se pone enacción, un elemento de choque y protesta. Un planteamiento que aborda determinados aspectos íntimamente relacionados con las estéticas feministas desde las siguientes posiciones o perspectivas, la primera de estas perspectivas pretende establecer una diferencia entre los dos tipos básicos de feminismo que entran en escena y que, frecuentemente, se consolidan entre sí, el feminismo esencialista de la identidad de los años sesenta y primera mitad de los ochenta del siglo XX, y el feminismo de la diferencia de los años noventa y segunda mitad de los ochenta, como segundas posturas se contemplan los postulados del ciberfeminismo y los postulados de la teoría y estudios Queer, a modo de bastiones de lo trasgresor, lo limítrofe, lo fronterizo, de la negación de lo genérico dual y binario.

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