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Carreras artísticas transnacionales… ¿Disipando desigualdades?

En su apartamento de Bruselas Anita me recibe feliz y me pregunta lo usual: ¿Venezolana? ¿Eres chavista? Anita tiene 72 años y desde hace 30 años vive en Bruselas. En su estadía como muchas de las otras mujeres que entreviste se ha dedicado a todos los oficios disponibles casi siempre en el área del cuidado de niños y personas mayores. Sin embargo, Anita también ha creado a través del cuento y la novela un mundo paralelo a su realidad en el que ha podido contar la historia de las mujeres refugiadas políticas como ellas. A través de su movimiento político el cual ella misma no considera “feminista” sino más bien “humanista” integro a todos los compañeros en el exilio en una lucha que aún no termina. Es una lucha que intenta según ella denunciar las desigualdades del mundo en el que vivimos y proponer soluciones a las mismas.

Poco antes de conocer a Ana había conocido a Silvina una amiga mexicana de Anita. Silvina está en sus cuarentas y como Anita se dedica también a la lucha pero diferente a Ana lo hace a través de la música. Silvina considera a música como:

“Mestiza, es decir es una fusión de la música mexicana con rap, con son, con samba, con rap, en mi música hay mucho rap, es decir hay mucha mezcla y para todos los gustos. Yo pienso que en cuestiones de música no existe la puridad de estilos.”

Con su música y las redes que se ha construido en la ciudad Silvina ha denunciado varias de las injusticias sociales y políticas que recientemente han ocurrido en su país. Chistosamente Silvina me comenta al final de la entrevista: “Siempre creen que tenemos que ser algo determinado, pero no es así yo he decidido ser una artista desde mi niñez y eso siempre he sido. En Bruselas he podido serlo y más allá de eso he podido viajar y llevar mi música los lugares menos esperados…”

En la misma época conocí a Victoria una chica boliviana en sus veintes. Al igual que Anita y Silvina, Victoria ha dado a conocer a la ciudad el patrimonio cultural latino americano a través de la danza. La danza para Victoria es la “escapatoria, aquello que me hace feliz.” Hoy en día Victoria ha estudiado psicología pero prefiere bailar y dar terapia a través de la danza aquellos que lo necesiten, particularmente adolescentes latinoamericanos de la ciudad de Bruselas.

Anita, Silvina y Victoria se encuentran en momentos diferentes de su ciclo de vida pero las tres comparten el hecho de haber construido una carrera artística transnacional a través de la cual han podido disipar las desigualdades de género, clase, etnia y generación que en ocasiones podrían llegar a oscurecer la vidas de mujeres como ellas. Sus historias muestran otra cara de la migración femenina, su migración exporta un producto cultural que suele ser una mezcla de sus viajes y de sus experiencias. Más allá de hecho dicho producto cultural se mezcla con lo político y se convierte en una forma de activismo transnacional.

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