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Coraje: 24 años sin olvidar a María Elena Moyano


En los años 70, cerca de mil familias de escasos recursos económicos que habían tomado terrenos del Estado para construir sus viviendas, fueron reinstaladas a 26 km de Lima. Así se creó Villa El Salvador, el pueblo joven más grande del Perú. La familia Moyano se instaló cuando éste no era más que un extenso arenal sin agua potable ni electricidad. En aquella época Maria Elena Moyano (Lima, 1958 – 1992) tenía doce años y ninguna idea de que su nombre se convertiría, años después, en sinónimo de Coraje.

Desde muy joven Maria Elena se involucró con el desarrollo de su comunidad, siendo animadora del Primer Programa No Escolarizado de Educación Inicial (PRONEI) comprometiéndose en programas de alfabetización. Formó parte de los Clubes de Madres y Comedores Comunales siendo una de las fundadoras de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador (FEPOMUDES), que presidió en 1984. Esta federación llegó a agrupar a más de un centenar de comedores comunales que permitió alimentar en la década del ’90 cerca de treinta mil comensales diarios. Contaban además con cincuenta comités de vaso de leche que atendieron a más de 60 mil niños y ancianos de bajos recursos.

En 1990, el grupo terrorista Sendero Luminoso (SL) había logrado expandir su núcleo de ocupación en el interior de país y empezó a reforzar su presencia en Lima, realizando importantes atentados entre 1990 – 1992. SL empezó a identificar a mujeres lideresas de grupos sociales, entre ellas María Elena Moyano, considerándola como una autoridad que iba contra los objetivos del grupo armado y que representaba un malestar hacia sus planes de expansión en la capital. En el reporte final de la Comisión de la Verdad[i] se indica que “su fuerza, radicaba en su trayectoria de apoyo a la economía familiar en los sectores populares y a su labor solidaria ante la crisis económica que vivía el Perú”. En 1991, el líder senderista Abimael Guzmán anunciaba que habían alcanzado un equilibrio estratégico, decretando campañas cada vez más agresivas centrándose en pueblos jóvenes y asentamientos humanos como escenarios claves para el plan de Guzmán. Según sus proyecciones, allí se libraría la ‘batalla decisiva’ de la guerra popular.

Maria Elena, así como otras dirigentes populares, constituían un claro obstáculo para el plan de Guzmán. Dicho esto, SL puso en marcha una estrategia con el fin de desprestigiar líderes comunales acusándolas de ser enemigas del pueblo y colaboradoras del gobierno de turno. Guzmán llegó a calificar a Moyano como ‘la punta de lanza del imperialismo yanqui’. En el reporte de la Comisión de la Verdad, se afirma que “todo esto formaba parte de una campaña para desprestigiar a la FEPOMUDES y concretamente a María Elena Moyano, y luego justificar su asesinato”.

En respuesta a esta campaña de desprestigio, Maria Elena Moyano publicó una carta abierta difundida en varios medios de comunicación negando las afirmaciones del grupo terrorista, donde la acusaban de ser aliada de las fuerzas armadas y de aprovecharse de su puesto en el FEPOMUDES para enriquecimiento propio. En su carta, enfatizó su trabajo en favor de la comunidad y sus continuas protestas contra las violaciones de los derechos humanos, en un párrafo pone en claro su visión del rol de una verdadera revolución en una sociedad “(...) la revolución es afirmación a la vida, a la dignidad individual y colectiva; es ética nueva. La revolución no es muerte ni imposición ni sometimiento ni fanatismo. La revolución es vida nueva, es convencer y luchar por una sociedad justa, digna, solidaria al lado de las organizaciones creadas por nuestro pueblo, respetando su democracia interna y gestando los nuevos gérmenes de poder del nuevo Perú. Seguiré al lado de mi pueblo, de las mujeres, jóvenes y niños; seguiré luchando por la paz con justicia social”.

En una entrevista al diario La Republica – Lima - en setiembre de 1991, Maria Elena admite que no fue hasta que SL empezara con ataques a grupos comunales que ella los criticase “Hasta hace un tiempo yo pensaba que Sendero era un grupo equivocado y que, de alguna manera, intentaba luchar por alguna justicia. Pero cuando mataron al dirigente obrero [Enrique] Castillo [en octubre de 1989], tuvieron todo mi repudio; sin embargo, yo no me atrevía a condenar esta actitud terrorista de Sendero. Ahora han tocado las organizaciones de base, donde están los más pobres. … Pretenden socavar este tipo de organizaciones. … [Yo] ya no considero a Sendero un grupo revolucionario, es solamente un grupo terrorista”.

Fue asesinada el 15 de febrero de 1992 en Villa El Salvador. El grupo terrorista Sendero Luminoso había planeado el aniquilamiento de la líder comunal desde hacía un año. Moyano fue asesinada de una bala en la cabeza y otra en el pecho. Su cuerpo fue atado y explotado con 5 kilos dinamita. En el 2002, en la cuarta sesión de la Audiencia Pública de la Comisión de la Verdad, Esther Flores narró “muchas mujeres venían, muchas compañeras venían desesperadas, lloraban, llorábamos, unas se desmayaban, otras gritaban. Y muchas no sabíamos ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué tanta crueldad? ¿Por qué tanta barbarie? ¿Por qué destrozar? Por qué romperle las entrañas?... la mataron, callaron su voz, pero sus palabras, su ejemplo, nunca pudieron matarlos. Porque nosotras las mujeres la llevamos dentro de nuestro corazón, la llevamos como una convicción y como un ideal, ese ideal por el que ella luchó, entregó su vida y murió con coraje.”

En la edición del 16 de febrero del 1992, el diario La República tuvo como titular “La balearán, la dinamitarán… ¡y no podrán matarla!”. Sendero Luminoso había logrado callar a la madre coraje, pero a su vez la convirtieron en heroína inmortal y ejemplo a seguir por cientos de madres de las zonas populosas del Perú. Maria Elena Moyano late en el corazón de muchos peruanos y su ejemplo merece ser revivido. El trabajo de la Negra Moyano no debe ser olvidado. Durante su sepelio, el pueblo portaba banderas blancas acompañaron el ataúd con arengas ¡No matarás ni con hambre, ni con balas, no matarás!

[i] La Comisión de la Verdad y de la Reconciliación (CVR) fue una comisión peruana encargada principalmente de elaborar un informe sobre la violencia armada interna vivida en el Perú durante el periodo 1980 – 2000. Fue creada en junio del 2001 por el presidente provisional Valentín Paniagua, convocando a diferentes miembros de la sociedad civil. Fue publicada en agosto del 2003.

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