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De Yousafzai... y otras Malalas

“Si no dejas tu trabajo como maestro, incendiaremos tu casa y prenderemos fuego a tu hija”, es un ejemplo de uno de los muchos anónimos que los maestros reciben de los insurgentes talibanes en Afganistán, donde las escuelas son atacadas y destruidas; y donde se amenaza, ataca y asesina a niñas y adolecentes escolarizadas y a sus maestros.

Hace dos años, la activista pakistaní Malala Yousafzai fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz. Este es, indudablemente, un merecido reconocimiento a la joven activista por la educación. Sin embargo, merece nuestra atención, el saber que Malala no es un caso aislado. La educación no es un derecho inherente a las niñas en muchos países, y día a día, cientos de Malalas son amenazadas por asistir a la escuela.

Malala es el símbolo de la exclusión a la educación de la que son víctimas las niñas en zonas como Pakistán y Afganistán, donde maestros y estudiantes son las víctimas fáciles y cuyos ataques tienden a atraer la atención de los medios de comunicación hacia los agresores y su agenda política.

Así, los ataques a estudiantes y maestros se convierten en la oposición al contenido de la educación que se imparte – porque los planes de estudios son percibidos como muy occidentales o simplemente, porque la educación es impartida a niñas -. Estas agresiones tienen efectos traumatizantes en los estudiantes y maestros, y aunque la infraestructura física no sea afectada, muchos maestros abandonan sus labores y los alumnos dejan de asistir, por miedo. Los ataques repercuten en las escuelas de los alrededores, donde la tasa de asistencia también disminuye o donde incluso, algunas escuelas deberán ser cerradas, también por el factor temor.

Mientras que los ataques contra escuelas, maestros y estudiantes en Afganistán y Pakistán han sido los casos más resonados de este problema, con imágenes de hombres disparando contra estudiantes o niñas siendo rociadas con ácido; la problemática al acceso a la educación tiene un alcance mucho más amplio, aunque menos documentado. Existen reportes de agresiones contra estudiantes, profesores y escuelas (y sus consecuencias para la educación) en Afganistán, Colombia, la República Democrática del Congo, India, Nepal, Birmania, Pakistán, Filipinas y Tailandia. Según la UNESCO, entre el 2007 y 2009 se produjeron ataques en al menos 31 países. Según reportes de la Human Rights Watch, “desde 2004, en el sur de Tailandia, insurgentes separatistas han incendiado escuelas por lo menos en 327 ocasiones, y las fuerzas de seguridad gubernamentales ocuparon por lo menos 79 escuelas en 2010. En Colombia, en la última década, han sido asesinados cientos de maestros activos en los sindicatos. En el norte de la República Democrática del Congo (RDC), el rebelde Ejército de Resistencia del Señor (ERS) ha secuestrado a un gran número de niños de las escuelas y se ha vengado de los pueblos sospechosos de ayudar a los desertores del ERS mediante, entre otras cosas, el saqueo y la quema de escuelas”.

Los bloqueos al acceso a la educación de niñas no es una problemática limitada a países islámicos y Malala Yousafzai es solo un rostro de los miles que son diariamente silenciados. Durante su discurso, luego de haber recibido el Nobel, Yousafzai dedicó el premio “a todos los niños cuyas voces necesitan ser escuchadas. Deben saber que tienen el derecho a recibir una educación de calidad, a tener una vida feliz. Este premio es para que les dé valor”. El Nobel 2014 debe recordarnos a todos nosotros que Malala Yousafzai no es un caso anecdótico, sino una realidad diaria de cientos de miles de jóvenes y niños en todo el mundo.

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