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Sobre Abrazos y Humanidad


Gabriela Andreevska fue una de las personas de las que más se habló en la segunda parte de 2015 –sobre sus incansables esfuerzos a favor de los refugiados que llegaron a la República de Macedonia. Cada día, miles de personas llegaban de Siria, Afganistán, Iraq, Pakistán y otros lugares a Gevgelija, en la frontera con Grecia, en la República de Macedonia. Su desconocimiento de lo que debían hacer y los peligros de los que escapaban apretaban los corazones en todo el mundo. Gabriela fue una de las personas que atendió sus necesidades inmediatas cuando llegan en busca de un futuro pacífico. Gabriela nos cuenta su historia como activista social.

"Soy activista social y he estado participando en activismo social de una manera u otra en el lugar donde nací y creí– que es la República de Macedonia. La respuesta a los refugiados y sus necesidades fue, por supuesto, una acción humanitaria, pero lo veo como parte de mi activismo social y político. La necesidad deliberada de efectuar un cambio en el entorno social y político que ha tenido como resultado la generación de tantos refugiados fue lo que me motivó a involucrarme. Tengo un grado en interpretación de conferencias, y hago mucho trabajo relacionado con ONG. Mi actual trabajo implica hacer mucho trabajo de divulgación y activismo social, y ahora participo en hacer un proyecto de sostenibilidad para empoderar a trabajadores jóvenes, por ejemplo, personas que trabajan con jóvenes. Ayudo a empoderar a esos jóvenes trabajadores para empoderar luego a los jóvenes con los que trabajan, para liderar estilos de vida sostenibles en materia de economía, ecología y vidas sociales.

Cuando los refugiados empezaron a llegar, yo empecé a familiarizarme con lo que estaba pasando. Los refugiados cruzaban la ciudad donde vivo, en cantidades enormes. El transporte de refugiados que estaban en nuestro territorio, al comienzo era ilegal. Se quedaban en mi zona durante días, y recorrían unos 170 kilómetros a pie. Que acamparan en estaciones de tren y que durmieran en calles y pistas de concreto era algo a lo que no podía quedar indiferente. No podemos hacernos de la vista gorda.

Empezó como una respuesta a una necesidad humanitaria. Había una necesidad inmediata de comida, agua y ropa. Estas personas iban a pie y estaban literalmente durmiendo en la calle todas las noches. Me era imposible ser indiferente. La comunidad internacional los estaba ignorando, y nuestra ciudad capital en la República de Macedonia no estaba afectada directamente de manera alguna, así que no se obtuvo una respuesta nacional. Cuando el gobierno no respondió, fue natural que hubiera una respuesta civil. Lo veo como un movimiento social increíble. De un país sometido a innumerables regímenes de visa, y un país que no es parte del mundo industrialmente desarrollado, vi el problema de los refugiados como una lucha común por la libertad, de movimiento, por la justicia y por la causa mayor de la humanidad.

Mi desafío inmediato fue que no existe ley para refugiados que los amparara.

No buscaban asilo porque no buscaban instalarse en la República de Macedonia –estaba acá solamente por la necesidad de transitar. No querían quedarse en la república, y por eso se les consideraba migrantes ilegales. Lidiar con ellos era un reto, pues la policía no toleraba su presencia ni nuestro afán de ayudarlos. Llegó un punto en el que nos escondíamos detrás de las vías férreas para darles agua. Había muchas restricciones por parte de la policía. Si no eres parte de una ONG, no puedes ayudar a estas personas ni ayudarlas ni interactuar con ellas. Así que tomamos ayuda de una organización y usamos sus insignias a pesar de que no somos miembros ni trabajamos en su nombre. Mucha burocracia empezó a aparecer. El gobierno sostenía que era necesario para proteger a los propios refugiados, pero en realidad es una manera de controlar su entrada. La solidaridad de persona a persona estuvo restringida desde el comienzo. Ahora, por supuesto, la ley les permite usar transporte público, pero para ellos siempre ha sido una lucha cruzar la frontera. Los que iban en sillas de ruedas a veces se quedaban estancados en el barro.

Lo que empezó como una iniciativa cívica creció lentamente. Ahora, no hay refugiados en mi ciudad. Así que viajo al campo en la frontera y ayudo a la gente –ayudamos a diferentes organizaciones que están trabajando. Les damos a los refugiados comida, agua, productos de higiene y ropa. También se intercambia mucha información. Les decimos dónde están, dónde deberían estar, qué lugares deberían evitar, en qué lugares es posible encontrar traficantes y qué peligros deben evitar. También enfatizamos que hay que dar seguimiento a abusos de derechos humanos y brindar información a activistas y refugiados. Al ver la naturaleza de lo que enfrentaron en el curso de su travesía también los abrazábamos.

Hay muchos recuerdos bellos y poderosos de mi travesía hasta ahora. Recientemente, escribí un artículo sobre las dificultades de las refugiadas. Los medios se ocupan muy poco de ellas. Se centran en las narraciones de los jóvenes aptos que llegan a Europa, pero lo cierto es que cerca del 40 % del número total de refugiados que vienen consisten de mujeres y niños. Hay tantas mujeres que han perdido a sus esposos, o cuyos esposos ya están en la Unión Europea, que hacen el viaje solas con sus hijos. Era triste, pero también inspirador ver a esas mujeres fuertes son sus hijos en brazos, caminando por la carretera. Nadie se va. ¡Solamente avanzan! Nunca había visto tanta determinación.

Avanzar, creo que es importante, sin importar dónde estés en el mundo, hacer un esfuerzo para participar en activismo político.

El movimiento internacional de solidaridad está ganando fuerza. Soy parte de un grupo conectado de activistas de todo Europa. Se llama Solidaridad más allá de las fronteras, y exige y busca el trato correcto a los refugiados. Definitivamente es necesario hacer todo el trabajo humanitario que se pueda, pero no se debe parar ahí, porque parar significa que las cosas no van a cambiar. Estoy agradecida por el apoyo, pero es importante que todos participemos en activismo político y que exijamos cambios estructurales, y que nos aseguremos de cambiar nuestros los hábitos y sistemas en los que vivimos, que para empezar fueron los que crearon a los refugiados. Con eso solamente se hará un cambio duradero."

Artículo publicado originalmente en la Red Elephant Foundation.

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