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Máxima Acuña: Del mito a la realidad

Sin quererlo, Máxima Acuña se convirtió en una leyenda. Su único deseo, el de vivir tranquila, la llevó a enfrentarse a la empresa minera Yanacocha, la misma que a través del proyecto minero Conga trató de extraer el oro que supuestamente existe debajo de las lagunas que están en el territorio en disputa.

Pero, además de ver a Máxima Acuña como ícono de la resistencia ambientalista y “antiminera” (etiqueta que no sirve en una sociedad de por sí ya bastante fragmentada), su vida nos debe permitir reflexionar en algunos aspectos importantes para la vida de nuestro país y principalmente de la mujer campesina, en función al paradigma de desarrollo con que se quiere conducir al Perú y que probablemente a partir de este año ya no tenga tanto éxito debido a que el auge de los minerales está ahora en descenso, tal como lo afirmó el Banco Mundial.

La decisión de Máxima Acuña de defender sus terrenos, no aceptar dádivas y de aferrarse a su estilo de vida, en el campo, con sus animales, viviendo del autoconsumo y el trueque, es una manera en la que muchos peruanos encuentran sentido a su vida, y es entre el campo y la ciudad. El que nosotros no estemos acostumbrados a vivir de esa forma no significa que nuestra forma de vivir sea mejor o peor, es simplemente diferente. Sin embargo, esta forma de vivir, no debe llevarnos a caricaturizar la vida de la mujer campesina y de las comunidades en general. Más bien nos debe llevar a pensar en cómo hacer para que tanto en el campo como en la ciudad viviendo de formas diferentes todos gocemos de los mismos derechos y oportunidades, sin obligarnos a migrar. No se trata de un sentido de igualdad, se trata más bien de equidad. Igualdad ante la ley sí, pero no para tratar de igualar formas de pensar, ni de vivir. Equidad sí para darle a cada quien lo que necesita y de acuerdo a sus necesidades, se trata de un sentido de justicia.

La vida de Máxima Acuña, sus avatares y peripecias, representan el modo abusivo con que se quiere imponer un modelo basado en el extractivismo, sin pensar en serio en la ejecución del plan de diversificación productiva, en el que se potencien y valoren otras actividades económicas y otros modelos de desarrollo y crecimiento. La hostilidad que se creó en torno a la vida de Máxima Acuña, es un reflejo de cómo en el Perú si alguien se atreve a pensar diferente, se convierte automáticamente en “antiminero” y/o “terruco” y el calificativo se viraliza embanderado incluso por algunos líderes “dialogantes”.

Máxima Acuña, ha señalado que lo único que quiere es vivir en paz. Nunca pensó en ser considerada una “líder ambientalista”, ella no lo buscó. Las luchas de Máxima, han sido y son genuinas, ella no buscó ningún tipo de notoriedad. De hecho su lucha, le devuelve la legitimidad a la causa ambiental que estuvo perdiendo credibilidad.

Hay muchas Máximas en nuestro país, conscientes de la importancia del agua, la necesidad, la urgencia de cuidarla, pese a no tener instrucción, las prácticas ancestrales sobre el cuidado del agua son sabias, que no es lo mismo que instruidas. Será porque como lo dicen la mismas mujeres: la tierra y la mujer se parecen tanto, que el dolor que siente, nosotras lo sentimos…Hay muchas familias Acuñas – Chaupe, viviendo del campo, educándose y trabajando, día a día, que no buscan enriquecerse y por ello no significa que sean “conformistas” o que quieran vivir en el “atraso”.

Hoy más que nunca debemos pensar en cómo hacer para que mujeres como Máxima Acuña, no necesiten pasar por tantos azahares para que sus voces sean escuchadas, Máxima Acuña no sabe leer ni escribir, ha ganado el premio Goldman, uno de los premios más importantes de la lucha ambiental, pero esto no significa que dejemos de lado su situación de vulnerabilidad, la mujer en el campo no debería pasar tantas dificultades para que su labor sea reconocida y protegida. Si aplicamos un sentido de igualdad y equidad, los esfuerzos hacia ellas deberían ser mayores, es decir se deberían aplicar medidas afirmativas reales. Al cierre de este escrito, las noticias alertaban sobre unos disparos a la casa de Máxima Acuña, en la que se encontraba su esposo, seamos conscientes que su vida y la de su familia corre peligro y no debemos bajar la guardia ¡Gracias Máxima!

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