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Carta a una anti-feminista

Andrea Arriola, artículos como el tuyo abundan en internet, y estás en lo cierto, el (mal) llamado movimiento antifeminista hace ruido. El antifeminismo que con tanto fervor defiendes, abunda en superficialidades, por lo que no es extraño que tu artículo no informe, ni aporte, ni nada. Me pregunté muchas veces si realmente valía la pena dedicar unos minutos a responder tu artículo, muchos dijeron que no valía la pena porque quien sabe leer, se da cuenta, que estás perdida hasta en lo que crees, son tus propias ideas. Pude haberme mofado – lo admito, estuve muy cerca de hacerlo -, pero, nada gano y sobre todo, nada aporto y el movimiento feminista se trata de eso: de aportes, de crecer, de brindar apoyo, opciones. Al final, mi respuesta salió más larga de lo que hubiera querido, pero me parece que es necesario callar la desinformación (al fin de cuentas, tu artículo tiene un objetivo, desinformar – ¿o será que querías simplemente publicar tu foto? ) Ahí vamos.

XM: La lucha no se terminó. En países no occidentales, mujeres no tienen derecho ni a voto ni a propiedad, no tienen derecho ni a salir solas de casa. Pero centrémonos en occidente, porque visiblemente, es la única realidad en el status de la mujer como ser humano que te interesa.

Solo en Nueva Zelanda, Australia y Finlandia, el voto femenino tiene más de un siglo. Incluso no es hasta menos de cien años que en Nueva Zelanda y Australia las mujeres no podían presentarse como candidatas (pero uff… esto es hace mucho tiempo, ¿no?) Pues bien, en tu ejemplar occidente, las mujeres suizas recién pudieron votar en 1971 y en Liechtenstein en 1984. No sé qué edad tienen tus padres, deben ser muy jóvenes, considerando que en México se dio derecho al sufragio a las mujeres en 1953.

XM: El acoso callejero está tan enracinado en muchas sociedades que pasa por algo exagerado, muy lejos de ser un problema. La primera vez que sufrí acoso tenía 11 años, a los 15 tenía que tomar un taxi para que me lleve al gimnasio a dos cuadras de mi casa para que los vecinos no me siguieran, no me gritaran obscenidades, mientras otros aplaudían ‘sus gracias’.

El acoso callejero te encierra y te culpabiliza, no quieres salir y piensas en la manera en qué te vestirás, peinarás y maquillarás a modo que llames menos la atención, porque si algo te dicen, será tu culpa. El acoso callejero no es exageración, Andrea, es la forma más naturalizada de violencia y tú la estás justificando. La dificultad que enfrentamos personas que defendemos víctimas de acoso callejero se centra a que vemos personas como tú a la que tenemos que explicar el por qué el acoso callejero es un problema, porque visiblemente para ti, no lo es, no existe.

Ahora, Alejandra, puedes llamarnos exageradas si deseas, podrías responder a esto:

“Tenía unos 9 años y estaba con mi mamá esperando la micro. Un tipo empezó a llamar mi atención para que lo mirara, empezó a lamerse los labios de forma sexual y a tocarse el pene. Quedé congelada, sentía que no sabía qué estaba pasando y me asusté. Comencé a mirar hacia otro lado pero el tipo seguía. Ni si quiera tuve el valor de decirle a mi mamá, hasta que le pedí que nos corriéramos de allí y lo notó. El paradero estaba lleno y nadie hizo nada. Pasó la micro y el viejo asqueroso, desde abajo, hizo el mismo gesto con los labios y me tiró un beso. Mi mamá estaba enrabiada y me decía que no le hiciera caso, que era un enfermo. La situación me afectó mucho cuando me empecé a desarrollar; cuando me empezaron a crecer las pechugas me empecé a conseguir vendas para tapármelas, porque me asqueaba de una forma impresionante ser mujer. Ahora, cada vez que me dicen algo en la calle, recuerdo a ese viejo asqueroso. Me costó entender que no debo sentirme culpable y creo que, al contrario de lo que muchos dicen, justificando con un es algo lindo, te sube el autoestima, a mí me la bajan, me degradan, como lo hizo ese viejo”.

Puedes responder a otras exageradas en el siguiente link. En realidad, podrías respondernos a todas, ya que lo que para ti es inofensivo, para mí y muchas no lo es. En América Latina, las mujeres empiezan a ser víctimas (sí víctimas, no ‘molestadas’ o ‘faltas de respeto’) desde que tienen en promedio 9 años. ¿Sabes a dónde puede llegar el asunto? A violación – y acá estoy preparada para que me llames exagerada, pero igual, no me importa, y continúo – y el acto de violación será aminorado con preguntas a la víctima del tipo ¿cómo estaba vestida? ¿qué hacía por esos lugares? ¿está segura que no hizo nada para animarlo? , y ¿sabes por qué se culpabiliza a la víctima? Porque desde la raíz del problema, consideran como tú, que un acto de acoso, es una exageración.

XM: A ver, Andrea. Me parece que tienes un problema con los conceptos. Quizá antes de ponerte a escribir sobre temas que no conoces deberías leer un poco (andar en redes sociales, dándote de activista, no cuenta). Los feminicidios no son homicidios en los que las víctimas son mujeres (sé que es un concepto fácil a recordar, pero lo siento, es más complicado) No todo asesinato de una mujer es homicidio. Feminicidio es el asesinato de mujeres a manos de hombres motivada por el odio, desprecio, placer o sentido de propiedad sobre la mujer, es decir, sexismo. Con ejemplo: Caso A. Andrea se va a una discoteca y al salir intentan robarle la cartera, como no pueden, le disparan y muere: eso es homicidio. Caso B. Andrea tiene un novio muy celoso, que no quiere que vaya a una discoteca sola con amigas, al regresar a casa, el novio que se cree dueño de Andrea le da tremenda paliza (pues es ‘su mujer’ y no puede salir sin su permiso, ‘porque seguramente irá a coquetear’) No es la primera vez que sucede, Andrea cree que es normal y lo pasa, pues su novio es celoso porque la ama solo a ella y teme perderla. Esta vez “se le pasó la mano” y Andrea muere. Eso es feminicidio.

El concepto de feminicidio, Andrea, no es algo que se nos ocurrió a las feministas un día que nos levantamos de malas. Diferentes organizaciones internacionales[1] definen el feminicidio, no es una concertación de feministas, como la describes con facilismo. Se ve, incluso como un acto de permisividad del Estado, en clara dejación de sus funciones para la protección del derecho a la vida (de la mujer). Un claro ejemplo, es la demanda contra Mexico como Estado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la impunidad de los feminicidios que se producen en la Ciudad de Juárez (Caso González y otras -"campo algodonero"- vs. México); el juicio que se celebró entre el 27 y 30 de abril de 2009 en Chile y finalizó por Sentencia de 16 noviembre 2009 por la que se condenó a México por feminicidio, imponiéndole diversas obligaciones, entre otras a conducir el proceso penal en curso por la desaparición de las tres jóvenes a que se refiere el asunto conforme a una perspectiva de género; investigar y sancionar a los funcionarios implicados en las irregularidades detectadas; e investigar y sancionar a los responsables de los hostigamientos de los que fueron objeto los familiares y afines de las víctimas. Entonces Andrea, ¿estamos claras en que el feminicidio es cosa seria y no un chiste como lo intentas hacer pasar?

XM: Me alegro mucho que seas portavoz por los hombres que sufren violencia y que no denuncian, pero Andrea, dime ¿por qué no denuncian? Conozco el por qué, y tú también: porque no les escucharán, porque se burlarán de ellos, ¿cierto? Les dirán – en caso de parejas heterosexuales – “a ver tremendo mar…. Sé un hombre y pon en su lugar a tu mujer”, ¿o no? ¿Sabes por qué? Porque vivimos en una sociedad machista – y cuidado, al decir machista incluyo tanto varones como mujeres, el machismo no es un adjetivo propiamente masculino -.

Un hombre dominado por una mujer es un traidor a su género, un anormal un “huevón”, “gilipollas”, “calzonudo”, “tremendo maricón”…. Es un hombre que no consigue perpetuar los privilegios en su sexo. Si este machismo hace mofa del hombre que “lava los platos porque está castrado”, imagínate de aquel que es violentado.Con la edad y con la modernidad, con los tiempos en los que la violencia física contra las mujeres comienza a estar mal vista, a ser perseguida; hay otras maneras en que los hombres mantienen ese sistema de jerarquías. A los 15 años ensayaban su rol identitario de manera más brutal. Y en la prehistoria también. Con 40 años y adecuada socialización, algunos, en vez de arrastrar del pelo a su mujer, le callarán la boca intentando demostrar superioridad intelectual. El sentido de la jerarquía seguirá igual: los más exitosos en esa perversa escala jerárquica de la masculinidad hegemónica, sin agredir expresamente, exhibirán dominancia intelectual, harán uso de micromachismos, silenciarán, acosarán en grupo, ejercerán paternalismo e incluso -subrepticiamente- intentarán dominar al movimiento feminista. Pretenderán ser más listos, más hábiles y más rápidos que ellas, para ganarlas.”(*)

En este sistema machista, se tienen dos perfiles: 1. El hombre que ejerce violencia (física o verbal) contra las mujeres, son ‘verdaderos varones’ – unos ‘machazos’ – 2. El hombre que es víctima de violencia, es un fracasado. ¿qué sucede con este segundo personaje? La sociedad lo silencia. Porque el hombre que es dominado – por una mujer – no debe ser visto en la sociedad.

XM: Andrea, ¿realmente es necesario llamarnos ‘gritonas’? Las mujeres no van a la guerra, cierto, hace un par de años, ahora la lucha es por que podamos llegar a los más altos escalones de la profesión militar.

Las cuotas de género promueven una participación equitativa de mujeres y varones en las instancias de partidos políticos y el Estado, no son un regalo por el simple hecho de nacer mujeres, no son un privilegio otorgado. Se ha demostrado efectividad en el incremento de la participación femenina en cargos electivos - como no habían tenido otras maneras de fortalecimiento de la igualdad y equidad de género -. ¿Sabes lo que nos muestra como sociedad el hecho de que tengan que darse cuotas? Pues visibilizan la discriminación por género. Estamos de acuerdo en que el sistema de cuotas tiene limitaciones, la más importante es que solamente garantiza cantidad y no calidad. Justamente por ello es preciso considerar que las cuotas son necesarias pero que solas no bastan. Para que se consiga esa participación equitativa y sean electas mujeres que aporten cambios sustanciales positivos, debe ir acompañado de una serie de acciones que lo permitan.

XM: Lo siento, acá no tengo respuesta. No entendí lo que quieres decir, divagas. ¿a qué verdad te refieres?

XM: Andrea, tu texto me da dolor de cabeza pero voy a continuar. Suponemos que el ‘trabajador’ al que te refieres es un varón , y una ‘mujer’ (a secas como la llamaste, no trabajadora – tu pequeño lapsus revelador -) tienen el mismo diploma pero no la misma experiencia o ¿son dos profesionales totalmente distintos?, es que si no encuentras sentido a la brecha salarial existente, yo encuentro menos sentido a tu frase (como a casi todo tu texto). La brecha salarial, Andrea, se da cuando dos personas realizan el mismo trabajo, tienen la misma experiencia, están igualmente capacitados pero reciben remuneraciones distintas ¿te-quedó-claro? Ahora te explico; la desigualdad salarial entre hombres y mujeres es un fenómeno mundial, persistente y se encuentra considerablemente asociado a pautas culturales de género. No sé de dónde sacas tus datos “científicos” pero mujeres y hombres no ganan lo mismo por el mismo trabajo o por trabajos de igual valor, y las mujeres son las principales perjudicadas, independientemente del sector en el que laboren, la categoría profesional que ocupen, la modalidad de contrato que tengan, el tipo de jornada que cumplan o el espacio territorial en que residen. Las fuentes revisadas (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10) coinciden en que existe discriminación salarial cuando las mujeres perciben una retribución distinta a la de los hombres por la realización de trabajos idénticos - o de valor equivalente - que exigen un conjunto similar de capacidades o competencias (conocimientos, aptitudes, iniciativa); esfuerzo (físico, mental y emocional); responsabilidades (de mando o supervisión de personas, pertinente a la seguridad de los recursos materiales y de la información, y respecto de la seguridad y bienestar de las personas) y que se ejercen bajo condiciones laborales semejantes en una misma empresa, en otras palabras, lo mismo indicado líneas arriba.

En tu país, Andrea, la diferencia salarial de mujeres respecto al de los varones es del 20 por ciento en promedio, en labores iguales (datos de la Organización Mundial del Trabajo . Ese porcentaje llega a subir hasta 40 por ciento cuando se trata de mujeres en puestos de alta dirección, de acuerdo con el documento “Mejores prácticas de diversidad e inclusión laboral” de la American Chamber of Commerce.

En otros países occidentales, (ya que te gusta marcar la diferencia entre occidente y oriente) como Luxemburgo, Alemania e Islandia, la brecha salarial es similar a la de México. Según la Organización Internacional del Trabajo al ritmo actual, sin una acción dirigida, la igualdad salarial entre hombres y mujeres no será alcanzada antes de 2086, es decir, dentro de al menos 71 años. Quizás estos datos no son lo suficientemente ‘científicos’ para ti.

XM: He querido respetar tu texto, por eso lo publiqué entero para responderte punto por punto. No sé de qué tipo de feminismo haces referencia, ni de que destrucción matriarcal hablas.

¿Sabes qué es lo que realmente me chocó?, no fue la falta de pruebas, no fue la abundancia de conceptos bobos sin fundamento, no fue la falta de consistencia, no fue que esté totalmente mal redactado. Fue la palabra ‘activista’. Andrea, ¿qué has hecho para que te llamen o te llames activista?, Hay cientos de mujeres (y varones) activistas por los derechos de la mujer, que combaten desde la mañana hasta al anochecer, poniendo en riesgo incluso sus vidas y supongo el malestar que se siente al leer cosas como ‘les gusta manipular’, ‘denuncias falsas de violación’, ‘discriminación matriarcal’, deben tener un gusto amargo. Despierta Andrea, si ciertos grupos te pusieron de portavoz contra el feminismo es porque les conviene. Despierta, porque no son voces como la tuya la que callarán nuestro esfuerzo. Despierta, porque no es con una fotito de “estoy contra el feminismo” que cambiarás el mundo. Despierta, y las horas que pases en redes sociales tratando de desprestigiar un movimiento que permite que te expreses libremente, infórmate. Que estés contra extremos – que no es feminismo – lo entiendo, lo estamos todas. Pero no vengas a contarnos patrañas, existe una larga bibliografía que desmiente cada una de tus líneas.

Si hubieras tocado el tema de lo que algunos consideran combates feministas (ejemplo: debemos o no maquillarnos, debemos o no cortarnos el cabello, debemos o no rasurarnos) hubiera creído que estas confundida. De hecho, yo no considero estos ejemplos como pilares de la lucha feminista, ya que, una feminista verdadera te dará la opción de hacer lo que te de la gana con tu cuerpo. Aquella mujer que fuerza a otra a comportarse tal cual ella, cae en la misma fosa que el machismo y no puede ser considerada feminista, tan simple como eso. Pero tú no, tú tocaste la columna del verdadero combate feminista: violencia, acoso, brecha salarial, empoderamiento, atreviendote a llamarnos exageradas y a minimizar problemas que no son del manejo feminista exclusivamente sino del manejo de toda la sociedad, es decir, te incumben. Al final de esta carta solo te diré algo Andrea: gracias. Gracias porque es por gente como tú que me digo, aún queda mucho trabajo por hacer. La lucha no ha terminado.

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[1] La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer aprobada por Resolución de la Asamblea General de la N.U. 48/104 del 20 diciembre 1993, la que define la violencia de género como "todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada". Y "abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos:

a) La violencia física, sexual y sicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación;

b) La violencia física, sexual y sicológica perpetrada dentro de la comunidad en general, inclusive la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, la trata de mujeres y la prostitución forzada;

c) La violencia física, sexual y sicológica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra."

En el mismo sentido, la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, Convención Belem do Pará adoptada en 1994 por la Organización de Estados Americanos, en el art. 2 define la violencia sobre la mujer como "cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado" e "incluye la violencia física, sexual y psicológica:

a. Que tenga lugar dentro de la familia o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual;

b. Que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona y que comprende, entre otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, así como en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar, y

c. Que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra."

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