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Mariam, detrás de la cámara


Mariam, piel canela, rostro redondo, ojos rasgados , cabellos negros escondidos bajo un velo multicolor. Mariam camina por las calles polvorientas de Kabul donde las camionetas 4x4 de lunas polarizadas, llevando a algún extranjero dentro, se confunden con las carretillas y con los afganos que viajan a lomo de mula o sobre alguna moto de marca iraní. Mariam cruza en cada esquina, viendo guardias armados con kalachnikovs protegiendo casas de foráneos o de algún afgano importante. Ella va armada también, Mariam tiene desenfundada su cámara fotográfica.

Mariam Alimi nació en 1980, en Kunduz, norte de Afganistán. Hija de padre mecánico, creció y sigue viviendo en Kabul. Es reportera gráfica, una profesión no tan frecuente entre las afganas dentro de su propio país. “No estaba en mis planes ser reportera gráfica”, me dice.

El 2004 Mariam era encargada de información de una ONG danesa, Dacaar, y es allí donde hizo sus pininos en la fotografía. Como responsable de la redacción y contenido de los comunicados de prensa de la ONG, sus primeras fotos las hizo con una sencilla cámara Olympus. El 2006 postuló a un taller gráfico organizado por la ONG francesa AINA. Mariam metió su currículo vitae en el sobre acompañado de fotos que había tomado en Dacaar y cruzó los dedos. Fue aceptada en el taller y fue la única mujer entre dieciséis estudiantes.

Bajo la tutela del fotógrafo australiano Travis Beard, durante dos meses aprendió los primeros conceptos de periodismo gráfico, así como las técnicas básicas de fotografía. En el año 2008 se perfeccionó en la academia Kanna Academy, en Nueva Delhi (India), donde cambió su pequeña cámara automática de 6 megapixeles por su primera cámara profesional. “Si quieres ser una verdadera periodista gráfica, debes cambiar de cámara”, le dijeron sus mentores. El 2009, con el famoso fotógrafo Tim Page, siguió otro taller preparado por UNAMA, en Kabul.

Pero ser reportera gráfica en Afganistán, siendo afgana, tiene sus peculiaridades. Mariam prefiere evitar hablar en darí y expresarse más bien en inglés, aprovechando sus rasgos físicos que hacen que puedan confundirla con una india. "La gente hace menos preguntas a una 'extranjera' que trabaja", reflexiona. Pero no todos caen en la trampilla, por lo que en ocasiones encuentra dificultades para hacer su trabajo sola. Nos confiesa que hasta el momento no ha intentado lanzarse sin acompañantes en el Afganistán profundo, sin un muharam [i], protegida solamente de su cámara. “No hay que tentar al diablo, puedo fotografiar mujeres con mayor facilidad que cualquier hombre, pero si lo hago a vista de todo el mundo, habrá hombres quienes malinterpretarán el hecho de que esté fotografiando mujeres, aunque no se trate de miembros de su familia y se preguntarán qué haré con esas fotografía. Arriesgo mucho. Puedo perder mi cámara por un gesto que sé que no es culturalmente aceptado por todos”. Y es que, hay que decirlo, fotografiar mujeres en la calle, sin permiso, no es aceptado por la parte más conservadora de la sociedad afgana.

Mariam no se siente más especial que otras mujeres ni más fuerte por el hecho de tener una cámara. Sin embargo hay algo que no puede negar: tiene mucha suerte de que su familia haya aceptado su trabajo y el hecho de que ella pueda desplazarse sola por el país –bueno, en compañía de sus clientes-. Fue una pequeña batalla familiar que la ganó a punta de un buen discurso. Su padre está convencido de que es tarea de los propios afganos sacar a su país de la situación en que se encuentra; sin embargo ni él ni su hijo estuvieron de acuerdo en dejar partir a Mariam hacia la provincia de Herat para que realice un trabajo periodístico. Nuestra Mariam, para poder viajar, solo retomó las propias palabras que su padre repitió durante años en el seno familiar y ganó: se fue a Herat.

Sus fotografías han sido publicas en el New York Times, "la fotografía es mi vida y mi herramienta. No la uso para mostrar el lado triste de mi país, sino el verdadero día a día de mi pueblo, lleno de color". Su padre tiene mucho de qué sentirse orgulloso.

Actualmente es mentor en el proyecto Sahar Speaks, un proyecto que buscan introducir en el mundo periodístico a las niñas y adolescentes afganas "la mayoría de mis estudiantes, nunca tuvieron cerca una cámara. Yo lo sabía desde el principio. Cuando les pregunté qué sentían al mirar a través del lente, me dijeron que era como mirar su pueblo por primera vez. Durante los talleres han aprendido a solicitar permiso a las personas antes de fotografiarlas. Algunos aceptan, otros no, ya sean varones o mujeres. Así que para ellas es más facil fotografiar la naturaleza o niños" .

Mariam no deja su país, aunque podría hacerlo. No es heroísmo. Ella quiere estar ahí cuando Afganistán vea la paz y ella también, ya que, como nos confiesa, “he nacido en un país en guerra, en plena invasión soviética; no sé si moriré en un país en guerra, espero que no”.

[i] Miembro de la familia – generalmente un hombre. Que acompaña una mujer musulmana cuando debe salir del círculo familiar.

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