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No estamos solas: Enfrentado el acoso callejero a través del mundo


Era una noche de invierno, la nieve cubría las calles de Bruselas, donde me encontraba haciendo entrevistas para lo que después se convirtió en mi tesis doctoral. Llevaba tacones de botas negras talla corta, unos leggins negros y una camisa con sweater verde que me cubría las curvas. Estaba vestida como para que no me pasará, lo que les pasa siempre a quienes como decía mi abuela, se visten para “provocar”. Arriba llevaría puesto un abrigo negro y una mochila azul con mis materiales campo (grabadoras, cuadernos).

Graciela mi entrevistada, me había dado una historia de vida que de seguro me impacto, al punto que perdí la noción del tiempo. Al mirar el reloj me di cuenta que eran más o menos las 8 de la noche. Salí corriendo para no perder el tren hacia Lieja, la ciudad donde vivo actualmente. Corrí y alcance a llegar a la parada de bus más cercana y aún así espere unos 20 minutos. En la parada ya comencé a sentir los nervios de punta, a causa de las miradas masculinas que se focalizaban en mis piernas. Apretaba mis manos, miraba mi celular, agarraba duro mi paraguas y me imagina el peor de los escenarios. Sin embargo mantuve la calma, llame a mi marido como para que no pensaran que estaba sola y le dije: “Ya estoy de camino.”

Para mi sorpresa al llegar a la estación los trenes se habían detenido por la nieve. Como todos los pasajeros miraba fijamente las enormes pantallas de la estación, verificando las horas de salida del próximo tren… Me voltee dos segundos y cuando me percate un chico de origen caucásico, vestido con una chaqueta deportiva, unos jeans y zapatos blancos, comenzó acercarse. Me moví y pretendí no hablar francés, ni inglés, ni español… Una vez más me siguió, cada vez un poco más insistente. Me hablo, hablo de llevarme consigo, me juro que no me haría daño, me trato de mujer sin vergüenza. Yo seguí mirando fija la pantalla, sin moverme, petrificada… Dentro de mi sentí ganas de contestarle: “déjame en paz” pero no pude hacerlo y hasta hoy no entiendo por qué. La escena era incomoda y publica, sin embargo ninguno de los presentes intervino. En un momento, el chico decidió usar la fuerza y jalo mi brazo, cuando menos me espere un joven flamenco, un desconocido, se acerco y le dijo: “es mi esposa”. Yo sonreí, le seguí la corriente y le dije: “Gracias por llegar, ya habías tardado.” Subimos al tren y el chico flamenco sólo me dijo: “Cuidado, las chicas como tu son más vulnerables. No te vaya a pasar algo…”

El episodio quedo fresco en mi memoria, sobre todo porque en el año que duro mi trabajo de campo en Bruselas habría de pasar unas cuantas veces. En ocasiones eran maniáticos con tijeras, en otras eran cobardes que se masturbaban en la estación. No obstante, no sólo en Bruselas me habían ocurrido estas cosas, me ocurrieron también en el campus universitario cuando una tarde saliendo de trabajar me encontré con un maniático, que año tras año en verano, sigue a las chicas con una motocicleta, para bajar sus pantalones y enseñarle a las mujeres de la universidad quien manda. Me habría de ocurrir en los cafés de salsa que he frecuentado en varias ciudades latino americanas, en donde mi cuerpo y la danza siempre ha sido considerados como una insinuación sexual, tanto por los hombres autóctonos como por los turistas extranjeros. Me habría de ocurrir en las calles de Venezuela en mi pre-adolescencia cuando caminaba por las calles con mi uniforme escolar.

Reflexionando, en todas estas ocasiones hice lo que cualquier mujer habría hecho, aprendí a evitar zonas peligrosas, a bailar con más cuidado, a volverme cuidadosa. Pensé inocentemente, que el acoso se debía a mi condición como mujer “exótica”. La solución hubiese sido sentirme menos “exótica”, vestirme menos “exótica”, bailar menos “exótica” pero no era posible, porque no puedo destruir lo que me ha costado tanto trabajo construir. No es posible darme por vencida y dejar a lado una identidad afirmada, consiente y políticamente activa.

Entonces como para darme fuerzas me di a la tarea de investigar en el internet los medios de resistencia al acoso callejero que formaban las mujeres a nivel mundial. Quiero presentarlos en esta ocasión porque sé que nos dan fuerza colectiva y nos inspiran aceptar cada vez menos estas formas de opresión. Encontré a Ovarian Cycles, un grupo de chicas que patrulla en bicicleta las calles de Los Ángeles en los barrio Latinos menos seguros. Su propuesta es brindar seguridad a las chicas que a menudo caminan y se exponen a la violencia. Lo hacen porque como explica una de sus lideres en el documental: “el sistema mundial restringe a las mujeres de color de muchas formas y una de ellas es objectivizando sus cuerpos. El sistema mundial según ella alimenta el estereotipo de que somos desechables y por lo tanto más propensas al abuso. Las activistas de Ovarian Cycles han creado una hermandad que motiva a las mujeres a protegerse unas a las otras. Ovaryan Cycles están decididas a crear espacios más inclusivos, que les permitan, salir, educarse y ponerse en contacto con el mundo más allá de su barrio. Ovarian Cycles se suma a otras iniciativas abiertas por otros grupos más mainstream en Estados Unidos, como lo es el caso de: “Stop Street Harassment”

Más abajo en el sur del continente americano, se encuentra también la iniciativa de Vallejos, una joven peruana que con el apoyo del gobierno peruano a logrado definir con las victimas de su país, las formas de acoso callejero y registrarlas en una base datos. La iniciativa de Vallejos, se ha expandido por todo el continente en países como Chile (OCAchile), Brasil (Campaña, caminar por un espacio publico no hace publico mi cuerpo), Colombia (OCCACOL). Juntos, estos grupos participan para concientizarnos en la región. En México, donde el abuso contra la mujer ha dejado también impactantes cifras de feminicidio, miles de mujeres han seguido el llamado y han salido a las calles este último año bajo el slogan de “ Vivas las queremos”.

En Europa las iniciativas, son algo polémicas, porque en ocasiones han racializado el acoso callejero como algo que es natural en ciertas culturas, distorsionando el problema. Sin embargo existen algunas alternativas que van más allá del mensaje racializador de la violencia callejera en contra de las mujeres. En Bélgica por ejemplo una nueva ley emerge en el 2014 producto del trabajo de las asociaciones feministas en el país. La ley protege a las mujeres contra el acuso callejero, siempre y cuando ellas lo denuncien.

Reconocer, estos esfuerzos a nivel mundial me dan fuerzas para perder miedo al espacio publico, sin embargo, como otras miles de mujeres, sigo luchando contra el acoso a diario. De mi casa a la estación de bus que debo tomar para ir a la universidad, cambio de lado en las aceras al menos dos veces, previniendo que los obreros que dejan su mercancía no me den una mala mirada o comentario. Jamás salgo de la universidad donde trabajo, después de las 5 de la tarde e intento no llevar ropa corta si es que regreso sola en las noches. En ocasiones he optado por la violencia física y si alguno se le ocurre molestarme me defiendo físicamente. La última vez, que me sucedió, fue en Colombia durante mi trabajo de campo. Enfrente al sujeto y con paragua en mano le di donde dicen que más les duele más…

No está ganada la batalla, ni para mi ni para las otras mujeres en el mundo. En el 2016 Actionaid, condujo una encuesta mundial sobre el acoso callejero que dedujo que 79% de las mujeres que viven India, sienten inseguridad al caminar en las calles, 86% de las mujeres en Tailandia presienten temor por igual, 89% en Brazil y hasta un 75% de las mujeres en Londres, Reino Unido. Seguir concientizando al sexo opuesto, acerca del NO al acoso callejero, es librar una batalla que lejos de ser frívola, nos permitiría apropiarnos de espacios públicos importantes. No es cuestión de decir que en ocasiones, no queramos experimentar el mismo juego de seducción que enfrenta los hombres, pero es nuestro derecho decidir cuando y bajo que condiciones queremos hacerlo. En otras palabras como lo han dicho otras activistas, salir en publico no es dar a nuestros cuerpos en subasta publica. La batalla por el espacio publico es también la batalla por un mundo en donde logremos sobrevivir.

Paginas de Referencias

Iniciativas Latino Américanas

http://www.americaeconomia.com/politica-sociedad/sociedad/en-america-latina-mujeres-crean-grupos-para-combatir-el-acoso-callejero

Ovarian Psycos

http://fusion.net/story/279260/ovarian-psycos-documentary-premiere/

Ley Belga contra el sexismo en la calle

http://igviefh.belgium.be/fr/publications/antiseksisme_gebruiksaanwijzing

http://www.viefeminine.be/spip.php?article2872

Movimiento Mexicano, “Vivas las queremos”

http://cnnespanol.cnn.com/2016/04/25/vivas-nos-queremos-mujeres-marchan-en-contra-de-los-feminicidios-en-mexico/

Action Aid, Encuesta Mundial del abuso Callejero

http://www.stopstreetharassment.org/resources/statistics/statistics-academic-studies/

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