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Imágenes de mujer en la televisión peruana


Los medios de comunicación social cumplen un rol importante en la construcción de la identidad de una sociedad. Mediante discursos e imágenes, los medios representan a las personas y las relaciones entre ellas. Así como son capaces de instalar ideas de acuerdo a las transformaciones que se realizan en la realidad, también pueden reforzar imágenes tradicionales y roles estereotipados de cada quien. En el ámbito de las relaciones entre mujeres y hombres, este poder de los medios es, sin duda, muy notable. Resulta relevante, entonces, indagar en cómo han venido los medios de comunicación locales recogiendo y a la vez construyendo la imagen de las mujeres en nuestro medio. En particular, interesa conocer el desarrollo de este aspecto en la televisión local, pues es probablemente el medio de comunicación más poderoso para instalar en el público ideas, actitudes, valores e incluso sentimientos sobre lo que son las mujeres y los hombres, las relaciones entre unas y otros y el aporte de cada cual a la sociedad.

Los programas cómicos en el Perú, durante las últimas décadas, han gozado de buena sintonía y audiencia, al mismo tiempo que han sufrido duras críticas. Habitualmente, el humor ha estado referido a una auto-conciencia de las discrepancias entre el “deber ser” y la “realidad”, algo así como un punto de encuentro entre la cultura oficial y la cultura popular. Esta ruptura, que desafía lo establecido, ha gozado de popularidad e incluso de cobertura mediática desde la década de los sesenta y ha recibido en las ciudades peruanas grandes olas migratorias. Claro ejemplo de esto ha sido el programa Trampolín a la Fama que durante tres décadas gozó en muchos momentos de picos de audiencia.

Los programas cómicos de la televisión recogen y elaboran los estereotipos que funcionan en la realidad, estableciendo una relación que confirma la validez y el peso de los prejuicios que sustentan, sin por esto dejar de mostrar, de alguna manera, las diferentes imágenes propias a través de las cuales cada uno de estos segmentos se asume socialmente con mayor libertad y espontaneidad. Las cualidades que se les atribuyen a las mujeres en los programas cómicos (sensibilidad, abnegación, espiritualidad, etc.) están estrechamente relacionadas con el papel sexual que parecerían tener como ideal; esto es, profundos sentimientos, pureza, poca curiosidad sexual: una “naturaleza no sexual”. En cambio en los hombres resaltan los atributos personales opuestos a los de las mujeres: agresividad, realismo, valentía, seguridad, asertividad. En este caso, la sexualidad masculina aparece estrechamente relacionada con la “naturaleza infiel” o con necesidades sexuales mayores.

Asimismo, Huerta Mercado (2004: 138) señala que los programas de chismes compensan cualquier elemento de envidia o cólera que esto pueda ocasionar y la prensa se encarga de no solo devolver a los personajes al plano cotidiano (un mortal más) sino incluso de vulnerar su imagen. El fenómeno televisivo Magaly TeVe (1997-2012) ha sido peculiar. Es uno de los pocos programas televisivos más vistos a nivel nacional y que más duración ha tenido a lo largo de la historia de la televisión peruana.

Así, observamos en Magaly TeVe las siguientes imágenes de mujer:

En primer lugar, la imagen de la mujer chismosa y envidiosa. Tanto en la conductora como en las locutoras se refleja este tipo de mujer. Se trata de personas polémicas que buscan pelea con gente de su alrededor y que carecen de actitudes solidarias. En segundo lugar, la imagen de las mujeres en edad adulta. Reiteradamente se burlan de mujeres que consideran “viejas”, atribuyéndoles deseos de juventud que no pueden satisfacer. Ante ellas, se muestra una actitud discriminatoria. Nada de lo que estas mujeres hagan es valorado positivamente a menos que hablen de alguien con quien los conductores tampoco simpatizan. Le seguiría la imagen de las “calabazas” bonitas. Se refuerza el estereotipo de mujer bonita y tonta. La conductora justifica sus comentarios negativos exigiendo mayor inteligencia en las mujeres artistas, así como un mejor desempeño en su trabajo. Por otro lado, algunas modelos son alabadas por el locutor por ser bonitas y delgadas. Muestran imágenes de mujeres casi desnudas y el locutor admira sus cuerpos, la forma de hablar y sus palabras así lo sugieren. Estas mujeres son cosificadas como objetos sexuales. Por su parte, la conductora reconoce la belleza de estas mujeres con envidia.

La imagen de las mujeres “movidas”. Aquí se enfocan en el comportamiento sexual y social de las artistas, con quién salen y con quién probablemente han tenido relaciones sexuales. De esto deriva que dichas artistas no tengan libertad en su comportamiento porque ante cualquier detalle son candidatas a ser tachadas de “fáciles”, “jugadoras” u otros términos de carga peyorativa. Las bailarinas y vedettes son las principales víctimas. Muestran su imagen (fotos, vídeos) sin ningún tipo de respeto, como mercancía que rechazan. Por último, observamos la imagen de la mujer moderna y trabajadora. Esta imagen de mujer está encarnada en la conductora quien reiteradamente se jacta de su independencia y empuje. En algunas ocasiones, ella rescata dichos atributos en otras mujeres. Por lo tanto, los programas de chismes dan rienda suelta al prototipo de mujer envidiosa y chismosa. Estas mujeres carecen de actitudes solidarias y su mayor interés es hacer públicos los asuntos privados de otros.

Uno de los temas más relevantes que se observa dentro de los medios de comunicación es que toda mujer que aparece en televisión debe ser bonita y joven: conductoras de noticieros, animadoras, cómicas, modelos, etc. Según las investigaciones de la Asociación de Comunicadores Sociales Calandria (2005), la mujer tiene que ser bella pues, en caso contrario, no tiene visibilidad ni reconocimiento[1]. Peor aún, puede ser motivo de burla si no cumple con tal requerimiento. De ahí la risa y la actitud discriminatoria ante la mujer en edad adulta, la “choclona” (cómicos, chismes y series principalmente), la suegra antipática o la vecina chismosa.

A pesar de las imágenes modernas que se observan principalmente en las conductoras de noticieros y programas de entretenimiento, existen en ellas ciertos patrones físicos que siempre cumplen: delgadez y tez clara (blanca o mestiza). Pueden tener los ojos y el cabello de cualquier color, pueden ser altas o bajas pero generalmente no se escapan de estas dos exigencias[2]. En el caso de modelos de diversos programas y vedettes de programas cómicos, estos requerimientos se acentúan pues ellas cumplen roles accesorios y estéticos dentro del set. Además, estas características están fuertemente relacionadas a las respuestas que las y los ciudadanos dan con respecto a su animadora ideal. En efecto, la lógica publicitaria ha calado muy profundamente. Mientras que a las mujeres se les exige ser delgadas y blancas, a los hombres se les demanda ser altos. Esta exigencia de la belleza trae consigo un estereotipo muy conocido, el de la “calabaza” pues como a la mujer sólo se le exige belleza, ésta no tiene por qué ser inteligente. Y finalmente, cual círculo vicioso, esto se vuelve en otro motivo de burla frente a las mujeres.

Finalmente, según las investigaciones de Uceda (2013: 5), la telenovela es el producto de mayor consumo en Latinoamérica[3]. En el Perú, representa el 13,5%1 de la oferta televisiva. La hibridación de los géneros y formatos hacen que la telenovela tenga nuevos rasgos particulares. Al fondo hay sitio es producto de esta hibridación, desde su estructura narrativa hasta el contenido de la misma[4]. En el 2009 aparece Al fondo hay sitio en horario estelar o prime time. Su audiencia no sólo pertenece a un sector socioeconómico de la sociedad, sino a diversos sectores. Si se refiere a la representación femenina en la serie Al fondo hay sitio, los personajes femeninos son muy variados y cada uno representa a un tipo de mujer distinto. A diferencia de los programas cómicos de los años 80, en la serie Al fondo hay sitio, es importante destacar el rol de los personajes femeninos, pues son ellas las que protagonizan las más importantes acciones en la historia.

En relación al modelo materno que observamos en las teleseries como Al fondo hay sitio, Fuller (1993: 35) señala que en los últimos siglos la representación de femineidad ha experimentado una evolución que ha conducido a que la mujer se identifique principalmente con su rol de madre (…) ella está asociada a la constitución de una esfera pública en oposición a la privada, a la difusión del culto mariano y a la redefinición del amor eterno. Y advierte tres variaciones del modelo: la madre mariana -que comparte las características del modelo mencionado líneas arriba-, la madre heroica y la madre moderna.

Según las investigaciones de Kogan (2009: 121-122) entre la gente adinerada el trabajo remunerado de la mujer es considerado como innecesario debido a los altos ingresos de sus cónyuges. A diferencia de lo que ocurre en los sectores medios y populares, este hecho marcaría particularmente la construcción social de la femineidad en este sector. Detrás de la poca importancia concebida al trabajo femenino, encontramos un soporte ideológico transmitido por los colegios religiosos tradicionales y los exclusivos para mujeres. En ellos, el poco estímulo que encuentran el logro profesional y el desarrollo personal tiene su contraparte en la exaltación del ideal maternal y del papel de la mujer como esposa.

Asimismo, las mujeres construyen una imagen devaluada de su propia sexualidad al mismo tiempo que exaltan la importancia de su apariencia física dedicando enormes esfuerzos y tiempo al cuidado corporal. El cuerpo representa, por ello, una de las principales fuentes de autoestima para las mujeres, aunque a la vez, un espacio de temor y frustración. Por un lado, porque difícilmente se sienten conformes con sus propios cuerpos. Y por otro, porque temen el desinterés de sus esposos o su infidelidad debido a su envejecimiento natural.

Por último, la femineidad en el sector socioeconómico alto de Lima afirma, en resumen, los roles de esposa, madre y ama de casa, y estimula paradójicamente su orientación hacia el cuidado de su apariencia física pero al ocultamiento de su sexualidad. El rol de esposa resulta singularmente importante pues, entre otros atributos, resulta indispensable para la maternidad, ya que tener un hijo al margen del matrimonio se convierte en un pesado estigma.

A pesar de ser una propuesta innovadora, nos encontramos con modelos de representación femenina bastante clásicos y siempre dentro de una estructura patriarcal. Las series y telenovelas hacen uso de estereotipos en general para caracterizar a sus personajes, que simplifican su comportamiento y abandonan su complejidad y riqueza. En el caso de los personajes femeninos se aprecian los siguientes estereotipos: mujer perversa, femme fatale, seductora, todos aluden a comportamientos contrarios al “deber ser” de una mujer. Asimismo, el estereotipo de la mujer emprendedora, tal y como el estereotipo de la mujer-madre abnegada y sumisa.

[1] Consultar Documento de investigación de Calandria: Mujer y Medios de Comunicación: por una oferta de calidad y equidad, Lima 2005. Consultar en línea: http: //www.nodo50.org/ameco/mujerestv.pdf, fecha de consulta: [12.07.2016].

[2] Se puede observar en el caso de Lorena Caravedo, Laura Huarcayo, Sofía Franco, Gisela Valcárcel, María Julia Mantilla, Karen Schwarz, Magaly Medina entre otras.

[3] Dahlia Uceda y Juan Diego Zacarías, “Al fondo hay sitio: una apelación a los estereotipos.” La mirada de Telemo, núm. 8. 2012. Extraído de: http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/lamiradadetelemo/article/view/3504/3438, fecha de consulta: [12.07.2016].

[4] Nora Mazziotti (2006) señala que actualmente se experimenta con la hibridación de los géneros y formatos televisivos; y la telenovela no es la excepción. Para entender bien cómo esta mezcla se fue dando en la historia, Eduardo Adrianzén (2001), establece que existen tres modos de hacer telenovelas, que, hasta la actualidad, coexisten sin problema y sin confrontación de una forma con otra, ni con el público. Ello se debe fundamentalmente, a su semejanza en su estructura narrativa. La primera es la telenovela rosa clásica, que debe su herencia a las radionovelas. Estas imitan las características del melodrama puro. La segunda, la telenovela moderna. Finalmente, está la telenovela postmoderna, llamada también vanguardista.

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