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La congresista más joven del Perú


En uno de esos momentos de ocio cuando ya no pude más con mis 450 hojas de tesis doctoral, omití en el pecado y esculque el Facebook. En esos días había seguido de cerca las elecciones peruanas, un país que llego a interesarme desde hace unos años a través de mi lectura de Las Venas Abiertas de América Latina libro del fallecido Galeano. A través de aquel libro que devoré con lagrimas en los ojos descubrí sus riquezas, sus penas y sus pocas victorias sociales. Más allá de eso a través de mi etnografía con familias peruanas, el Perú se convirtió también en uno de esos rincones del mundo en dondé deje algo de mi.

Es así, como un día me encontré con el controversial mensaje de Indira Huilca durante su toma de protesta en el congreso peruano. ¡Indira, supo inspirarme! De cabellos tan negritos como los míos, de ojos mestizos como los míos y de voz palpitante. En mis también 27 años ver una mujer como yo, participar en la vida política de su país me devolvió el alma al cuerpo. La curiosidad me llevó a buscar sus entrevistas en medios peruanos y a descubrir el personaje detrás de la política. Observé y escuché sus discursos, la note decidida, nerviosa y joven. La note fresca en una batalla enorme y como queriendo protegerse del gigante que se enorgullecería al pisarla. Es hija de un fallecido líder sindicalista y de una madre que se dió también a la tarea de denunciar el asesinato de su difunto esposo. Indira es Limeña, viene de esa ciudad mestiza, colorida, triste en cierto aspecto pero también jadeante y hambrienta de cambio.

No quise presentarla en esta ocasión dando mi opinión acerca del movimiento al que pertenece, ni tan siquiera demostrando mis visiones políticas. Quise presentarla, para impulsar la idea de que nuestro continente está girando, estamos comenzando a tener una nueva conciencia en donde lo que nos supo amargo podría convertirse en dulce. Se están abriendo espacios para la participación de quienes se han mantenido calladas por siglos es decir las mujeres de color del continente.

Indira, representa una voz de intersecciones y sus preocupaciones se articulan en torno a varios puntos cruciales. El primero de ellos son los derechos labores de los trabajadores-trabajadoras, el cual es un punto crucial en un Perú que parece no despertar de la lógica neoliberal heredada de las instituciones internacionales. El segundo es el reconocimiento de la labor del cuidado de ancianos y niños como un sector que aporta a la productividad del país. El tercero es nada menos contundente que el reconocimiento de una sociedad peruana diversa aún en las elecciones sexuales de los individuos, hombres, mujeres, transexuales, humanos al fin de cuentas.

La opinión pública hace criticas a Indira por ser joven, por ser una voz parecida a la del actual presidente, por complacer intereses de la violencia del pasado…. Aún así lo que nadie parece cuestionar, ni tan siquiera Indira misma, es su posición en una sociedad que según ella continua estando dividida entre condiciones de género, de etnias y de clases sociales. Entiendo que Indira prefiera rebelarse como parte de quienes han sido y siguen siendo oprimidos. Sé que tal vez lo hace para no recordar personajes del pasado y quizás también por darse así misma cierto poderío. Sin embargo, en mi opinión su discurso pierde veracidad al no hacerlo. Como ejemplo, al hablar de las mujeres a cargo de mujeres y niños Indira olvida mencionar que son particularmente las mujeres indígena descendientes y mestizas quienes realizan dicha labor en la sociedad peruana. Olvida mencionar que desde la colonización la discriminación de las trabajadoras del hogar y del cuidado en materia de protección social están asociadas más que a su clase social a un vestigio colonial de esclavitud femenina. Es decir Indira, parece no articular los mecanismos de desigualdad tal cual como han aparecido en la historia latino americana.

Presiento que esta conciencia histórica es la veta del cambio en el continente, obviar la división racial del continente es desmentir que existe una estructura de privilegios que está a la origen de la desigual distribución de recursos y por ende al origen de las desigualdades. Al mencionar está critica constructiva no estoy destruyendo el mensaje de Indira. Indira y su conciencia están vigentes como un intento de hacer las cosas con dignidad aunque nos quedemos siempre en la vía hacia más de lo mismo.

Entre tanto, no sé si Indira cambiara de rumbo, no sé si yo misma tendré el coraje de continuar un activismo que parece llenar un saco sin fondo. Sin embargo, sentí que era importante hablar de ella en un espacio como este. Preguntarnos, a nosotras mismas ¿qué hacemos para recordar nuestra posicionalidad en el mundo actual? ¿Será que nos acordamos del pasado para saber hacia dónde vamos? ¿Será que nuestras posicionalidades pueden alimentar nuestras reflexiones? Son preguntas que requieren una reflexión profunda y un trabajo interno del cual no siempre recogemos frutos.


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