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Soraya Post, mujer, gitana, eurodiputada y feminista


Soraya Post (Göteborg, Suecia, 1956) espera en un despacho diminuto en uno de los laberínticos edificios de la sede del Parlamento Europeo en Bruselas. Una de las paredes la adornan tres cuadros: un premio por su defensa de los derechos humanos, una cita de Luther King y otra de un superviviente de la barbarie nazi. Toda una declaración de intenciones.

Soraya es mujer, gitana, feminista y eurodiputada pero por encima de todo es “un ser humano de primera clase.” Así es como se define. Y aunque esto último pueda parece evidente a los ojos de cualquiera, para esta eurodiputada sueca es una conquista. Un punto y aparte. En un momento de su vida, dejó de actuar como una víctima y empezó a reclamar sus derechos. Porque Soraya, antes que política fue activista y antes que nada, es persona. “Somos seres humanos, eso es todo”. Nada más y, sobre todo, nada menos.

Soraya Post milita en el partido Iniciativa Feminista sueco. Es la viva imagen de la completa ruptura del estereotipo. Eso le enorgullece aunque le resta importancia: “Soy 100% gitana y 100% feminista. No veo la contradicción”. Sin embargo, la pregunta parece inevitable, ¿es difícil ser feminista y conservar intacta la identidad gitana? La respuesta es firme: “No, no lo es”. Pero recula y reconoce que en determinadas comunidades es muy difícil ser feminista o hablar de derechos LGTB. Es decir, no siempre fue y no siempre es fácil. “Hace 15 años, cuando me convertí en presidenta de la Red Internacional de Mujeres Gitanas, algunas personas cuestionaron mi rol y tuve que defenderme ante hombres pero también ante mujeres”. Le costó pero hoy se siente completamente aceptada por su comunidad.

Nacer luchando

Cuando uno escucha a Soraya tiene la sensación de que nació ya luchando; dando patadas a los estereotipos en el vientre materno. Soraya creció peleando, tal vez porque no le quedó más remedio. “Nací gitana” y el tono de sus palabras expresa orgullo y condena a partes iguales.

Esta eurodiputada de 58 años rememora su infancia con ojos vidriosos. Se toma su tiempo para ordenar los recuerdos y un deje de amargura impregna su voz cuando relata sus inicios en la escuela. Tras aprender a leer y escribir gracias a su madre, llegó el momento de ir al colegio. “No me querían porque era gitana”, y la sonrisa irónica que aparece en su cara revindica más que cualquier consigna. Tuvo que asistir a un psicólogo, hacer decenas de test para demostrarse válida y una vez allí, aún siguió sintiéndose discriminada. “Quería probar que era solo una estudiante como cualquier otra así que estudiaba en casa los libros que usábamos en clase para poder contestar todas las preguntas”, relata. Fue una etapa dura aunque, reconoce, no todo son malos recuerdos. Cada 13 de diciembre, los suecos celebran Santa Lucía: “Alguien se disfraza en el colegio. Durante años, fui yo. Era muy importante para mí porque es una fiesta muy sueca, ¿sabes?” Aferrarse a una tradición nacional para sentirse integrada: una oportunidad para poder combinar ambas identidades, la gitana y la sueca.

Decir basta: de víctima a activista

La continua sensación de marginación y un tremendo miedo a las autoridades, a las que consideraba enemigas, marcaron su vida. Hasta que un día dijo basta. Y entonces, y sólo entonces, empezó a mirarse a sí misma como una ciudadana de primera. Pero no es fácil. “Aún hoy tengo que hacer frente a actitudes que me hacen sentir un ciudadano de segunda”. Lo peor es asumir el rechazo como una conducta legítima, advierte. “Si eres un esclavo y actúas como un esclavo, te acostumbras a vivir de rodillas”, lo aceptas. Y entonces pelear se hace más difícil. “No crees que seas suficientemente fuerte para luchar contra todo esto”.

La lucha de Post no es nueva, lleva a sus espaldas varias décadas de activismo en defensa de los derechos de las mujeres gitanas. Soraya, que se considera una mujer comprometida, decidió poner sus experiencias y conocimientos al servicio de la sociedad para provocar un cambio que considera necesario. “En un momento dado decidí que no era más pero tampoco menos que nadie por cuestiones de etnia, género, orientación sexual… Es algo que encuentro absolutamente estúpido y no puedo aceptar,” – suspira – es un pensamiento propio de un neandertal”, sentencia.

Para Soraya Post, dejar de sentirse menos es un duro proceso. Fallan las fuerzas, los ánimos y uno, simplemente, se cansa. “A veces… Bueno, puedes sentirlo. Y solo por un momento, vuelvo atrás”. Solo un momento, insiste. Porque ésta, la suya, es una lucha eterna.

El salto del activismo a la política

Soraya es activista. La política vino luego, no hace mucho, de la mano de Iniciativa Feminista. El partido quiso contar con ella en varias ocasiones. Sin embargo, no fue hasta las pasadas elecciones de mayo al Parlamento Europeo cuando decidió pasar a la acción política. Soraya es esposa, madre y abuela, así que lo consultó con su familia. Después de años viajando por el mundo como presidenta de Red Internacional de Mujeres Gitanas, no era una decisión fácil. “Claro que debes”, le dijeron sus hijos, “esto es lo que tú haces y puede que ahora tengas la posibilidad de entrar en el lugar en el que se toman las decisiones”. Y Soraya vino, vio y venció: consiguió un escaño en el Parlamento Europeo en su primera candidatura. “Me encanta ser eurodiputada”, cuenta con su mejor sonrisa.

Las elecciones de mayo de 2014 al Parlamento Europeo fueron las elecciones del cambio. Las de la última oportunidad, según Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión. Estos comicios supusieron la entrada de partidos como Podemos o la propia Iniciativa Feminista. Partidos que fueron una respuesta a la desafección política. “Esto no es más que la renovación de la democracia,” afirma Soraya que destaca el importante papel que la ciudadanía está tomando en la política. “Me encantan estos movimientos. Cuando los ciudadanos retoman su responsabilidad. Porque también debo decir que la sociedad civil ha sido muy vaga”, denuncia. Para Post, cuidar la democracia es un deber del ciudadano. ¿La gran decepción? Syriza, que al alcanzar el poder dejó fuera del gobierno a las mujeres. Se indigna. Es intolerable para esta feminista.

Extrema derecha: rechazo pero no odio

Estas elecciones fueron las del cambio, cierto, pero no todo cambio es tan positivo. Dieciséis partidos de extrema derecha consiguieron varios escaños en el Parlamento Europeo, demasiados. Algunos de estos partidos son abiertamente racistas y xenófobos.

Soraya, con una mezcla de resignación y dignidad, revela la clave de su supervivencia: “Tienes que tener mucho amor y mucho respeto por el ser humano”. La eurodiputada recuerda una anécdota. “Fui con una representante de un partido xenófobo sueco en una delegación del Parlamento a Moldavia. Allí había cierto riesgo y ella me preguntó: – Si algo me pasara, ¿me ayudarías? – Por supuesto que lo haría, contesté. Esa es la diferencia entre tú y yo.” Soraya no oculta su rechazo a estos partidos pero matiza: “No me gustan pero no los odio. No creo en el odio”. La idea que esta eurodiputada sueca tiene de la democracia podría haber sido sacada de cualquier consigna hippie de los 60 porque para Soraya la democracia debe construirse en el amor. El amor basado en “el respeto, la responsabilidad y el compromiso”. Sin embargo, apunta, también había democracia en la Alemania de los años 30 e insiste: “Tenemos que responsabilizarnos de que algo así no vuelva a pasar nunca.”

La lucha feminista es la lucha por los derechos humanos

Tal vez sorprenda pero Soraya no pertenece al grupo de trabajo por los derechos de la mujer en el Parlamento Europeo, si bien cuenta con acceso al mismo. Se negó, fue una decisión firme. Iniciativa Feminista no cree en los “comités o grupos de mujeres”. Para Soraya no es un asunto que se pueda debatir en un solo ámbito. Post considera que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, y en cualquier otro ámbito, “debería estar presente en todos los comités”. Para la eurodiputada, “mientras mantengamos la estructura, estaremos aceptando las diferencias”.

Soraya y su partido defienden una concepción liberal del feminismo. El feminismo no es una lucha de sexos sino una cuestión de justicia. El feminismo es, sencillamente, una lucha por la igualdad entre seres humanos. Y eso, claro, va mucho más allá de una cuestión de género. “Creo que la gente, la sociedad, entiende cada vez más la necesidad de una política feminista, la cual se fundamenta en los derechos humanos”, destaca. Para Iniciativa Feminista, esto marca la diferencia. “Tenemos que poner el feminismo a otro nivel, mirarlo desde otra perspectiva. Tenemos que ir un paso más allá y actuar.”

Como con su identidad gitana, para Soraya la lucha por la igualdad es una cuestión de actitud: “Las mujeres tenemos que aprender a actuar como iguales y exigir el mismo respeto”. Se niega a hablar de víctimas. “Si actúas como una víctima, das poder a quien te trata como tal”. La clave es dejar al otro en evidencia porque la discriminación de cualquier tipo parte de eso, del error, y entiende, hay que visibilizarlo.

La educación como arma contra la discriminación

“Si realmente quieres tener una sociedad igualitaria, tienes que empezar la educación desde muy pequeño”, insiste Soraya para quien este aspecto es básico. Los niños aprenden no solo de lo que les decimos sino, sobre todo, de lo que ven. El modo en que tratamos a los demás, impacta en ellos. Los comportamientos se reproducen.

Para Soraya, cambiar el mundo no es utopía, es una cuestión de responsabilidad. “Somos nosotros quienes creamos el tipo de sociedad que queremos. Depende de nosotros”. La eurodiputada insiste en la importancia de los valores. “Lo que importa es preocuparnos unos por otros. La empatía”. Según Post, vivimos en una sociedad materialista que nos ha hecho olvidar cómo actuar en solidaridad. Lo que te afecta a ti, al final me afecta a mí, de modo que dependemos unos de otros. Construir una sociedad mejor es un deber compartido.

Feminista y gitana en el Parlamento Europeo

Soraya Post no fue en la lista de su partido por ser gitana sino por su activismo feminista y, sin embargo, ambas facetas son inseparables. Es un símbolo de la lucha contra el estereotipo.

Soraya detesta escuchar hablar de “grupos débiles”. Para ella, la debilidad reside en las estructuras sociales incapaces de integrar a los distintos grupos. De ahí la importancia de cambiar las instituciones. De ahí la importancia de estar presentes en la Unión Europea. Desde su escaño reclama la creación de estrategias, la puesta en marcha de más esfuerzos políticos, sociales, económicos y culturales para provocar el cambio. En cualquier caso, la eurodiputada sueca se congratula de que el problema de la discriminación hacia la comunidad gitana esté cada vez más presente en las instituciones. Una victoria que atribuye a años de activismo. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. “Hasta ahora se han puesto muchos esfuerzos en la lucha contra la pobreza, la exclusión social… pero todo esto no es más que el resultado de la discriminación”, afirma.

Para Soraya, la discriminación es el producto de un proceso de deshumanización llevado a cabo durante siglos. El fomento del miedo y la ignorancia hacia la comunidad gitana ha alimentado el estereotipo y contribuido a esta deshumanización. Un proceso que, denuncia Post, es responsable de la segregación que los miembros de la comunidad sufren.

Ambas luchas, la de la igualdad de género y la de los derechos de los gitanos, no están reñidas para Soraya. Es más, la eurodiputada sueca insiste en su convergencia: “Luchar por la igualdad de género puede ser la llave que abra la puerta a la igualdad para otras muchos colectivos”.

Un largo camino aún por recorrer

El Nobel de la Paz y mano derecha de Mandela en la lucha contra el Apartheid, Desmond Tutu, dijo: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Sobre los apoyos en la lucha por los derechos de los gitanos, Soraya reflexiona un momento. Se gira y recoge una pequeña figura de una estantería: los tres monos sabios. “Este es el mundo”, afirma con una sonrisa irónica. El silencio ante la discriminación, también es una forma de vejación.

Tres cuadros adornan una de las paredes del diminuto despacho de Soraya Post en el Parlamento Europeo. Uno de ellos recoge una frase de un superviviente del holocausto al que Soraya cita siempre que tiene ocasión y que resume a grandes rasgos toda su filosofía: “Solo hay una raza, la humanidad. Solo hay una religión, el amor. Solo hay un mundo o no habrá mundo alguno”.

Esta entrevista fue originalmente publicada por cuartopoder.es el 13 de marzo de 2015. También pueden encontrarla en la página principal de Bea.

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