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Vida después de un cáncer de mama


Alejandra Montiel es abogada, costarricense y una nadadora consumada. Hace pocos años pasó por la experiencia de recibir diagnóstico de cáncer de mama y una mastectomía. Acá nos cuenta su historia.

¿Cómo afrontaste el diagnóstico?

Fue un shock muy fuerte, porque inicialmente lo que encontraron fue lesiones en el pecho derecho muy cerca del músculo. Para ese momento no sabían si era cáncer o no y lo primero que pensé es que era cáncer. Me repitieron la mamografía seis veces y en la sexta vez, perdí el conocimiento unos segundos, creo que del estrés.

Me fui directo a la oficina de mi doctor, que inmediatamente empezó a llamar a sus colegas, me mandó a hacerme otros exámenes de pruebas genéticas, y otros exámenes médicos.

Cuando él hablaba personalmente con los médicos, los comentarios eran diferentes. Por ejemplo, inicialmente me dijeron que había un 25% de posibilidades de que lo que encontraron fuera cáncer. Cuando ya ese médico habló con el mío, dijo que la posibilidad real era del 50%.

Muchos de ellos le hacían comentarios a mi médico diciendo “Si fuera mi hija, yo haría tal y tal cosa”. Eso lo agradecí mucho porque sentí que fue una atención más personalizada.

Por la ubicación de las lesiones, no era posible hacer una biopsia sin cirugía y si la cirugía se hacía, era mejor quitar los pechos de una vez. Tenía esa opción o la de hacerme control cada tres meses para ver cómo avanzaba la lesión.

Para ese día en la noche, ya había decidido que quería que me quitaran los pechos, porque no estaba dispuesta a pasar meses de esperar a que las lesiones aumentaran de tamaño o de riesgo.

Es algo que ocupa por completo el marco de la conciencia. Me diagnosticaron un viernes al medio día y pasé todo el fin de semana como en trance, pensando en cómo afrontaría mi esposo un proceso de quimioterapia, si yo lo resistiría, si ya tenía metástasis, si viviría o no para contarlo.

¿Qué cambió para ti después de haberlo recibido?

Antes de la cirugía, fue un enfrentamiento brutal con la autoestima. No sabía si ponerme implantes o no, porque no quería quedar como el estereotipo de la modelito que se pone pechos. Si me los ponía, no sabía cómo escogerlos, ni el tamaño, ni la forma. Buscar en internet solo aumentaba la ansiedad porque la información es muy confusa y variada, además que no hay certeza sobre su validez científica. Tampoco sabía si los implantes afectarían mi sensibilidad en los pechos y si eso impediría que pudiera eventualmente amamantar a un bebé.

Uno de los cirujanos plásticos con los que consulté fue sumamente insensible, me dijo que mis pechos antes de la cirugía eran deformes, que no era posible corregirlos, y que además lo que yo en el fondo quería era aumentar mis pechos y una serie de cosas que me dejaron muy descorazonada. Salí de esa cita y me puse a llorar. Llamé a mi médico y le dije que si esa era la mejor opción para operarse, ni modo, pero que yo prefería otra opción. Finalmente, encontramos una referencia de una doctora que fue la que me operó y con la que me sentí muy a gusto cuando me valoró. Ella además me explicó cómo se escogían los implantes y respondió todas mis preguntas.

También antes de la cirugía, aunque estaba tranquila y en modo muy práctico, tuve momentos de crisis muy serios. En uno de ellos descubrí que realmente quería seguir viva y que enfrentaría lo que tuviera que enfrentar para asegurarme de eso.

Mi modo práctico incluyó revisar todos mis temas legales, hacer un testamento, pedirle a mi esposo que se casara de nuevo en caso que me pasara algo, dejar instrucciones para la atención de mi mamá y otra serie de cosas.

Yo supe que era cáncer cuando me desperté después de la cirugía. Fue cuando me abrieron que encontraron el cáncer en el pecho derecho. Estaba encapsulado y colocado sobre el músculo. Eso permitió que lo pudieran remover sin problemas. Entiendo que de un millón de mujeres diagnosticadas como yo, solo una tiene la suerte que yo tuve, es decir, que el cáncer se pudiera retirar tan fácilmente. Me irradiaron durante la cirugía para asegurarse que no quedaran células cancerosas.

Fue una sensación muy extraña. Por un lado, mi esposo lo sabía, pero no me quiso decir hasta que insistí. Cuando me dijo, lo primero que aclaró es que no sería necesario pasar por quimioterapia. Además, los ganglios habían salido bien, sin células cancerosas y no fue necesario tocar los músculos, así que había mantenido la movilidad completa de los brazos.

Era como una pesadilla de la que uno se despierta aliviado. Escribí sobre eso en mi blog, porque por un lado, escribir siempre ha sido una forma para mí de acomodar pensamientos y exorcizar los temores. Por otro, porque yo hubiera querido poder leer testimonios de mujeres para entender un poco mejor qué me iba a pasar.

¿Cómo te sientes ahora?

Muy bien. Ya los implantes son parte de mi cuerpo. Pude volver a nadar tres meses después de la cirugía y eso me ayudó mucho a recuperarme. Ya no veo a una persona diferente en el espejo. La experiencia me ayudó a ubicar las cosas realmente importantes en la vida. Le perdí el miedo a situaciones que usualmente me paralizaban. No es que no me importen. Es que ahora sé que hay cosas mucho peores que esas.

Me siento además muy afortunada y admiro profundamente a aquellas mujeres que sí enfrentan procesos de radio y quimio por muchos meses, sin descuidar a sus familias, a sus hijos y a sus trabajos.

Además, en cierta forma, me volví una activista del tema y apoyo las causas rosa. He dado charlas en mi oficina y otras sobre mi experiencia, qué pasa, qué sigue, cómo fue, porque en CR el cáncer de mama es la causa número uno de muerte entre las mujeres y estoy convencida de que en la información hay poder.

He podido hablar con otras mujeres amigas, que fueron diagnosticadas después de mí, y guiarlas en el proceso, enseñarles mis implantes, incluso que los toquen, para que, al menos, algunas dudas sean superadas.

También aprendí a ser mucho más receptiva a los comentarios de amigos y conocidos cuando me decían que estaban rezando por mí. Antes eso me molestaba mucho y me generaba mucho rechazo. Con este proceso, aprendí que las personas pueden expresar sus buenos deseos de muchas formas y lo que interesa e importa es que son muestras de expresión de cariño.

¿Algún mensaje para quienes estén pasando por un momento similar?

Diría que no hay una receta. Siempre rechacé los comentarios de admiración tipo “¡Qué valiente!”, porque no lo soy. Soy una persona cobarde, en esencia. Yo no escogí tener cáncer, me dio y lo afronté de la mejor manera que pude, que no necesariamente es el camino de las demás o lo que le va a servir a los demás. Cada una forja su propio camino.

Si tuviera que enumerar algunas cosas útiles para mí, serían estas:

  1. Busca ayuda psicológica, terapéutica o de guía espiritual.

  2. Recuerda que una está sujeta a cambios fuertes de humor y carácter. La persona a ser apoyada es la mujer enferma.

  3. Busca médicos con los que te sientas cómoda

Blog de Alejandra: https://anchasalamedas.org/2015/10/02/octubre-mes-rosa.html

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