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Vero Ferrari, la activista


Vero Ferrari nació en una ciudad pequeña a 50 kilómetros de Lima, una ciudad enclavada entre un río y unos cerros “recuerdo que un profesor nos dijo que nosotros no teníamos mucho futuro o inteligencia porque nuestra visión estaba limitada por los cerros, a diferencia de los que vivían cerca del mar, que no tendrían límites a lo que quisieran hacer, su racismo fue algo que me persiguió toda la vida. Mi padre era un hombre muy mayor y mi madre una mujer muy joven, y nosotros éramos el centro de atención cada vez que salíamos a pasear en un pueblo tan chico. Mi padre era conocido por ser un dirigente sindical, un hombre fuerte, mujeriego, una especie de caudillo. Y en ese ambiente crecí, una pequeña niña lesbiana desde los 7 años, que tenía mucho miedo de lo que era, que creía que dios se había equivocado y la había puesto en el cuerpo que no le correspondía porque solo los hombres amaban a mujeres y las mujeres a los hombres y no había más, y yo quería estar con chicas y era chica y todo estaba muy mal. Luego pensé que algunos chicos me gustaban y ya solo era medio anormal y no tan anormal, y viví por mucho tiempo como heterosexual y con mucho miedo de asumirme como lesbiana, creo que en general porque no quería asumir el desprecio y el desamor que veía que recaía en algunos LGBT de mi barrio”.

Vero es mamá, ¿cómo viviste tu vida de “heterosexual”?

Fui mamá a los 24 años. Antes de eso había tenido que acostumbrarme a la vida heterosexual, pero huyendo de alguna forma de los encuentros heterosexuales, tal vez por eso decidí estar con una sola pareja, el que era mi mejor amigo, desde los 21 años. Si no me quedaba otra que ser heterosexual, porque no tenía la suficiente valentía para ser lesbiana, por lo menos que fuera con el hombre que más me amaba, pensé. Y estuve con él cerca de 8 años. Y en mi vida familiar el problema no era “ser heterosexual” sino el machismo cotidiano. Esta idea de que yo tenía que comportarme como la esposa de alguien, y servirlo. Nunca me hice a la idea de serlo, nunca fui una “buena esposa”, mis suegros no me querían mucho por eso, y mi suegra hacía lo que se suponía yo tenía que hacer, y mi pareja nunca se rebeló a eso tampoco, no intentó deconstruir su masculinidad, hacer nuestras vidas más habitables e igualitarias, comportarse con más agencia, así que poco a poco nuestra relación fue desgastándose.

Camila tiene 2 mamás

¿Cómo fue afirmarte ante otros como homosexual?

Mi madre lo tomó bien, antes de decirle que tenía novia le dije que apoyaba en una línea de información sobre aborto con misoprostol, pensé que eso sería peor para ella, pero ni eso. Supongo que ayudó el hecho de que yo ya fuera una mujer de 28 de años, con una hija, con una carrera universitaria, independiente económicamente. Ya no podía decidir sobre mi vida, ya no tenía que rendirle cuentas. Si hubiera tenido 15 años todo hubiera sido distinto. Mi padre ya había muerto así que no pudo decir mucho. Mi hermana fue la que peor lo tomó, a ella no se lo dije, me vio en un reportaje por televisión cuando los policías nos golpearon en el Besos contra la Homofobia del 2011, al comienzo me dijo que estaba orgullosa de lo que hacía, pero luego añadió que no dejara mi propaganda por su casa porque no quería que la viera su hija, meses después me vio en un reportaje en un periódico con mi hija, y me echo de su casa, que era donde yo vivía. Eso me independizó por segunda vez y me alejó de mi familia. No tenía ganas de soportar ninguna humillación, ninguna falta a mi dignidad, ningún gesto de desprecio, bastante ya había tenido ocultando lo que era y volviéndome a reconstruir para aceptar que cualquiera me faltara el respeto así fuera muy familia mía. Así que me fui a vivir al MHOL (Movimiento Homosexual de Lima), en el segundo piso, con mi hija y mi novia de entonces. Aprovechamos que era verano y Camila estaba de vacaciones, luego ella volvió a la casa de mi hermana para volver al colegio y yo me quedé en el MHOL, feliz.

¿Cómo explicas a Camila, tu hija, que eres lesbiana?

Se lo dije apenas estuve segura de que dejaría a su padre y me iría de casa. Pensaba mucho en ella al momento de tomar mi decisión, pensaba en lo que quería para mi hija, en qué madre quería ser, en cómo el no decirle la verdad significaría que no me importaba mentirle, por un lado, y por el otro, que me avergonzaba de lo que era, y así con qué autoridad podría decirle que sea sincera conmigo luego o que no se avergonzara de lo que decidiera en su vida. Quería que mi hija sea feliz y se sienta orgullosa de su vida como su madre lo estaba haciendo en ese momento al tomar una de las decisiones más importantes de su vida, así que se lo dije que me iba de la casa, que dejaba a su papá, ella me preguntó si me iba a casar con otro hombre, le dije que “no, pero que tal vez con una mujer, si algún día se podía”, y ella saltó de alegría porque quería casarse con su mejor amiga. Desde ahí, todo ha seguido demasiado normal en nuestra relación, ahora tiene 13 años y creo que es la mejor hija del mundo, para una persona que no es precisamente una “buena” madre.

Tu libro ‘Camilia tiene dos mamás’ es pionero en su género en el Perú. ¿En qué momento decides lanzarte a este proyecto?

Nos juntamos Zoe Santa María y yo para pensar qué podíamos hacer por la comunidad LGTBI del Perú. Zoe estaba en plena explosión de su activismo y quería hacer muchas cosas, fundó un grupo de jóvenes LGTB (Visibles) e hizo la editorial (El armario de Zoe) y con ella sacamos el cuento, para eso convocamos a Mayra Ávila, quien es una ilustradora genial y la principal razón por la que el cuento quedó tan bien. Creo que el cuento es más la suma de la perseverancia de Zoe y el talento de Mayra, y está mal que yo reciba todo el mérito, yo solo conté mi historia. Queríamos generar herramientas para niños, niñas, padres, madres y toda la familia. Algo que prácticamente nosotros no hemos tenido nunca, sin contar las redes sociales, es referentes sobre nuestras vidas. La educación formal tiene gran vacío sobre el tema de la diversidad sexual y el currículo educativo tiene una enorme deuda con nuestras vidas. Millones de niñas y niñas pasan sus vidas escolares sin encontrar una sola imagen en donde mirarse y sentirse valorados y orgullosos de lo que son, el Bullying homolesbobitransfóbico es consecuencia de esta invisbilización y silencio, un sufrimiento que podría erradicarse si empezamos a hablar de estos temas con seriedad, comprensión, respeto y amor. Ese fue el objetivo del cuento, que se hable del tema, que se hable bien y que se hable desde pequeños.

¿Cómo sientes que fue la reacción del público peruano ante el cuento?

Ha sido buena. No es que haya tenido toda la difusión del mundo tampoco, El armario de Zoe es una editorial joven sin ningún contacto con el circuito editorial, y yo soy una escritora en ciernes sin ningún interés de entrar en el mundo literario limeño, así que fácil no la tendríamos, pero el cuento prácticamente se publicitó solo, me hicieron muchísimas entrevistas y salimos en portales de aquí y del extranjero, por un mes entero no pude descansar, el día de la presentación hubo un lleno total y se vendió la tercera parte de la impresión, así que estábamos muy satisfechas con lo logrado, había tenido mucha repercusión y empezaba a hacer lo que queríamos que se haga, que se hable de este tema en todas partes.

Vero, la activista

¿Cuándo empieza tu trabajo de activista?

El 2009 cuando dejo mi casa, me voy a vivir con mi hermana y llego al MHOL, diez años antes había ido al MHOL cuando estudiaba Derecho y Ciencia Política en la UNMSM, tenía un curso de Medicina Legal y yo escogí el tema de la homosexualidad. Fui y no me atreví a tocar, di un par de vueltas alrededor de la cuadra donde estaba el local y me fui. Diez años después volvía con la seguridad de que nada me pararía en la puerta. Entré, participé en los talleres para lesbianas, me ofrecí como voluntaria, un año después entré a la Asamblea como asociada, dos años después me eligieron como Directora Ejecutiva y dos años después como Presidenta, aunque a los dos meses renuncié. En el MHOL aprendí muchísimo, lo bueno y lo malo del activismo, fui una cara pública y visibilicé junto con mis compañerxs y demás activistas la realidad LGTBI en entrevistas, denuncias y reportajes. Participé en diversos colectivos estudiantiles e identitarios, y colaboré en su fortalecimiento. Escribí más de dos años una columna semanal en Diario 16 en donde hablaba de estos temas. Ahora soy independiente y me siento mejor, fueron demasiados años en colectividad. El 2015 publicamos el cuento de “¿Camila tiene dos mamás?”. Escribo en diversas webs sobre temas variados cuando tengo ánimos. Tengo varios proyectos literarios en camino y mientras los hago trato de sobrevivir al desempleo y viajando por el Perú haciendo charlas sobre Feminismo y Derechos LGTBI, eso es quizás lo que me hace más feliz actualmente.

#UniónCivilYa lleva tu firma, formas parte de #NiUnaMenos Perú, ¿cómo vives estar cambiando la mentalidad peruana?

No es algo en lo que suelo pensar. Evidentemente, veinte años antes, sin globalización, cable e internet todo era diez veces más difícil para cualquier LGTBI. He nacido en una época en donde se puede ser un poco más libre en el mundo occidental, y en donde la mayoría de países aprueban leyes de protección para nosotros, donde ya hay una gran cantidad de literatura, arte, cine, música y personajes que hablan de nosotrxs desde nuestras propias vivencias, y en donde los políticos no pueden dejar de hablar del tema a favor o en contra. Eso ayudó muchísimo a que en países conservadores como el Perú este sea un tema siempre provocador. La Unión Civil surge por eso, porque el Perú nos muestra su cara más reaccionaria cada vez que hay un proyecto de ley que nos incluye, cuando el proyecto de ley contra los crímenes de odio es rechazado por obra y gracia de congresistas evangélicos y católicos fundamentalistas y homofóbicos, algunas organizaciones LGTBI se reúnen con el congresista Carlos Bruce para ver el paso siguiente, y pensaron en la Unión Civil porque era la forma más aceptable de que se aprobara una ley para nosotrxs, aunque personalmente yo creía que eso no sucedería, como muchos más, y hubo oposición dentro del activismo por ser una medida conservadora y que no nos daba la igualdad que exigíamos, nos metimos en la campaña porque era necesario visibilizar el tema y por la avalancha de posiciones en contra que veríamos en el transcurso de esta. Pero esto es cómo lo veo yo hacia adentro, hacia afuera fue la posibilidad de posicionar el tema de una forma nunca antes vista en el Perú, y así se hizo, no hubo columnista que no opinara sobre el tema, ni medio que se corriera del debate, ni político que no tomara una decisión, abiertamente a favor, con una posición neutral o con el completo silencio. Creo que la Unión Civil removió a una sociedad conservadora como la nuestra, nunca antes un proyecto de ley había sacado a tanta gente a las calles como este, una de las marchas más multitudinarias, luego de la del Orgullo y por la derogación de la Ley Pulpín, fue la Marcha por la Igualdad del 2014. Todo el Perú habló de esto y se pudo informar, visibilizar y sumar a más gente a la lucha por nuestros derechos civiles. Lo de Ni una menos fue completamente distinto, no se forjó en una reunión de ONG como la Unión Civil, sino en un par de chats en donde varias mujeres empezaron a empujar alguna acción contra un Poder Judicial cómplice de la violencia hacia nosotras y los feminicidios luego de las dos sentencias a agresores en donde les daban penas que eran una burla para las víctimas. Esa misma noche un grupo de chicas salimos a pintar el Poder Judicial con la palabra Feminicida, y al día siguiente nos reunimos otras y empezamos a planear una movilización. Creo que ninguna de las que estuvo ahí ese día esperaba que esta fuera tan grande y abarcara todo el país, nadie se imaginó nunca lo que sería y la falta que hacía una acción como esta en el Perú. Ahora no se puede hablar de violencia machista sin mencionar #NiUnaMenos, muchísimas mujeres han contado y compartido sus testimonios de violencia y sobrevivencia en el grupo del Facebook Ni una menos: movilización nacional ya y se han sentido acompañadas y abrazadas, el Estado está tomando medidas que realmente generen un cambio real en el país y miles de mujeres se están organizando en todo el Perú para que a impunidad no sea nunca más parte de nuestra cotidianidad. Las campañas por la Unión Civil y Ni una menos fueron trabajos colectivos, abiertos, no partidarios, laicos y transformadores en donde miles de personas hicimos posible transformaciones profundas en los imaginarios sociales, así no hayamos conseguido una ley que proteja a las parejas de lesbianas y gays, ni erradicar la violencia en su totalidad. Seguimos trabajando y me siento bien de ser parte de todo esto, cómo no estarlo.

¿No te cansas, a veces? Quiero decir, ver que el problema del machismo está tan enraizado y sentir que nadas contra corriente, ¿qué haces cuando tienes momentos de cansancio?

En realidad, no me canso del activismo. El feminismo es como recibir un legado, que hay que conservar y difundir, hay una tarea larga en el camino por hacer que más mujeres se empoderen y más hombres cuestionen sus privilegios. Lo que suele ser desgastante es encontrarte en el camino personas a las que les mueven intereses subalternos, fines políticos, ansias de figuración, ganas de capitalizar para sí mismos o su organización, ahí hay que deslindar y no dejar que te agoten o te desanimen, tener criterios claros y actuar siempre, siempre, de forma correcta, colocarse en el lugar de la justicia y de los más necesitados. Nuestro lugar es ahí.

Una vez dijiste “ser lesbiana es más jodido que ser gay”. Es que a las mujeres no nos perdonan nada, ¿aún lo reafirmas?

Claro que sí, la situación de las mujeres es incomparable a la de los hombres y la marcha de Ni una menos y todo lo que ha generado te lo demuestra sin que tengas que pensarlo mucho. Es diez veces más difícil ser lesbiana, ser afroperuana, ser indígena, ser una mujer con discapacidad que su par hombre, lo sabemos desde el inicio de los tiempos, pero a pesar de eso se han generado discursos en los cuales han intentado igualar las violencias o disimularlas. Hemos naturalizado tanto la violencia hacia las mujeres que creemos que es normal que esto pase, y a muchos hombres les resulta difícil asumir la herencia de la violencia que han venido perpetuando y renunciar a ella. Cuando los hombres decidan renunciar a su violencia, cuando las mujeres decidan no soportar más violencia, ni la más mínima, este será un mejor lugar para vivir.

¿Qué es lo más duro y lo más satisfactorio que te tocó vivir como activista?

Yo suelo divertirme mucho cuando viajo y hago mis charlas sobre feminismo. Es bello ver a nuevas mujeres y hombres tomar el feminismo como algo suyo, y que los derechos LGTBI sean tomados con mayor seriedad y respeto. Me gusta viajar y encontrar nuevas feministas o que luego me escriban y me digan que se convirtieron en feministas después de escucharme o leerme, es emocionante. Lo más duro es no poder ayudar a todos los que necesitan ayuda y la piden. Es duro ver que mucha gente espera justicia y esta a veces nunca llega, es insoportable y es indignante. Los momentos más tristes son los funerales, cuando ves a la pareja sobreviviente llorar su dolor sola o fuera del lugar donde están velando a la persona que ama. Es difícil ver tanto odio inútil, sin razón, infundado, irracional e ilógico. Es hermoso ver a muchos niños, niñas y jóvenes LGTBI sobreponerse a la adversidad y empezar a amarse a sí mismos. Es reconfortante ver a muchas mujeres superar el dolor y reconstruirse como mujeres nuevas, fuertes y dispuestas a ser felices. Hay cosas duras y satisfactorias, me quedo con las satisfactorias siempre.

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