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La libertad de unos guantes

En el estadio olímpico de Kabul “los talibanes lapidaban a las mujeres y en el gimnasio donde ahora nos entrenamos las encarcelaban” testimonia Sadar en el documental del joven cineasta, Ariel Nasr. Un documental con un título que podría parecer surrealista para muchos Las Boxeadoras de Kabul (título original en inglés The Boxing Girls of Kabul), en producción con la NFB de Canadá.

Ariel llegó el 2007 a Afganistán dirigiendo su propio y premiado documental Good Morning Kandahar. Cuando lo terminó, buscaba desarrollar otro proyecto relacionado con Afganistán “leí una información en un diario local sobre el equipo nacional femenino de boxeo. Obviamente quedé fascinado con el tema y mi primera reacción fué ‘¿esto realmente existe?’”.

El 2008 se mudó a Afganistán con el objetivo de aprender el idioma. Durante 6 meses preparó el terreno para poder acercarse al equipo femenino de boxeo “les llevaba implementos, comida, bebidas. Empezaron a acostumbrarse a mi presencia y luego a considerarme como una especie de hermano mayor. Les expliqué cuales eran mis intenciones, les hablé de la película y así empezamos». Un largo proceso que empieza el 2009 con las primeras visitas de Ariel al gimnasio donde se entrena el equipo y que va hasta noviembre 2010, con la fase de producción.

Ariel narra la historia de este peculiar equipo, particularmente de Sadaf, Shabnam y Shalah durante las preparatorias internacionales para poder acceder a los Juegos Olímpicos de Londres. Una competencia que resultó mucho más ruda de lo el equipo hubiera podido imaginar. Enfrentaron no solamente la falta de herramientas adecuadas para entrenarse, sino además un marco cultural, donde la práctica de deportes en mujeres – y sobre todo el boxeo – no es aceptado por una parte de la población. Sus entrenamientos constituyen una afrenta a un pasado régimen represivo “afortunadamente la situación en Kabul ha mejorado. Dios no lo quiera, pero si la situación cambiara y el gobierno perdiera control, nosotros correríamos peligro”, narra el entrador Sharifi, bajo la cámara de Ariel.

Nasr explica “uno de los mayores obstáculos y el menos evidente es el psicológico. La competencia internacional fue una experiencia totalmente nueva para cada una de ellas. La manera de cómo se entrenaron para llegar y la imagen que ellas tenían de si mismas era bastante inocente. A pesar del problema de equipos y el poco entrenamiento – 4 a 5 horas por semana solamente – hay algo que no podemos negar, estas chicas nos entregan un enorme ejemplo de determinación y valentía. Subirse a un ring – algo tan evidente para un boxeador – era toda una novedad, sin mencionar el público durante las competencias. Ellas supieron superar este temor bastante rápido». Nada las detiene en sus aspiraciones de convertirse en campeonas, ni las rivales mejor entrenadas ni el hecho de volver a casa con medallas y ser recibidas en una lluvia de críticas y amenazas.

La mayoría de las boxeadoras cuentan con el apoyo de sus padres, que se muestran orgullosos y ven a sus hijas como símbolos portadores de un cambio para su país. Las boxeadoras de Kabul utilizan los guantes como una lucha interna contra costumbres e ideologías que han enraizado en su país una cultura controlada por varones. Como explica Ariel “existe un riesgo para ellas que a su vez, es un riesgo aceptado por ellas mismas para realizar lo que desean. Ninguna ha sido herida o atacada físicamente o secuestrada, pero son víctimas de acoso”. Un acoso que tiende a incrementarse cuando representan a su país en torneos internacionales y las miradas de la prensa afgana las resalta, lo que sería un orgullo para muchos, se convierte en vergüenza y enfado para otros. Por esto Ariel fue bastante cuidadoso durante el desarrollo del documental “durante todo el proceso de la película se cuid de no interferir ni en sus vidas ni en sus entrenamientos y mucho menos de ponerlas en algún riesgo. La filmación del documental se hizo en total concertación con ellas mismas. Se controló la privacidad, sin mostrar donde viven ni a lo que se dedican sus familias. La misión de la película es mostrar que es posible para mujeres en Afganistán de seguir sus sueños.”

Durante cincuenta minutos Ariel comparte con nosotros el combate de estas tres jóvenes dentro y fuera del ring, sus necesidad de resistir y luchar contra las adversidades propias a la práctica de cualquier deporte sin el apoyo logístico necesario, propias a héroes que nadan contra la corriente. Sadaf, Shabnam, Shalah y el entrenador Sharifi no lo saben, pero están haciendo historia solo por seguir sus ideales y realizar lo que desean hacer. Quizás llegará el día que Afganistán presentará en los Juegos Olímpicos un equipo de boxeo femenino, quizás ese equipo regresará con medallas, quizás serán recibidas en brazos y olas de felicitaciones y quizás Ariel esté allí para mostrarnos las imágenes, nuevamente.

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