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Todas las violencias son nuestras


Recuerdo que dentro de mi familia se contaba una historia que escuché desde pequeña, mi bisabuelo había visto a mi bisabuela, le gustó, la raptó de su casa, la arrancó de sus padres, la encerró en su habitación hasta que ella no tuvo más alternativa que casarse con él. Por muchos años fui incapaz de reconocer la gravedad de este suceso, de hecho, lo recuerdo como una anécdota familiar que solía acompañarse con un “eso pasaba en ese época”. De grande, y sin ninguna explicación previa de nadie, entendí que lo que había sufrido mi bisabuela era una violación (probablemente siendo aún menor de edad), entendí y me hice cargo que todas las generaciones que se desprendieron de la unión de Doña Juana y Don Baltazar, fuimos producto de una violación.

Desde que lo asumí entendí que quizá todas las familias escondemos a un hombre violento, y todxs somos hijos del sufrimiento y el silencio de alguna mujer. ¿Serán más los agresores que mi familia encubre?

El discurso siempre es el mismo: si te pega, si te maltrata, si te falta el respeto, si te grita; denuncia. Si no lo haces, tú eres el problema. En teoría suena sencillo, pero en la realidad es mucho más complicado que decirlo.

La mayoría hemos crecido en ambientes en donde se justifica la violencia: “tu papá toma porque está estresado”, “me grita porque está borracho”; “tu hermano invade tu privacidad porque te cuida”; “si tus tíos le dicen ‘putitas’ a tus amigas, es porque ellas no se visten de acuerdo a su edad”. Todas estas frases ingresan a nuestro subconscientes y definen nuestra forma de actuar cuando ya somos adultas, sabemos que está mal soportar cualquier tipo de violencia, pero no hemos aprendido a hablar.

Constantemente calificamos como enfermos a los hombres acosadores, a los violadores, y a los agresores de mujeres. No son hombres enfermos, son hijos predilectos de una sociedad que los educa para que sean así. De igual manera con las mujeres: somos hijas perfectas de la correcta sumisión y del silencio, eso es lo que se esperaba de nosotras.

Para cambiar el panorama, para detener los feminicidios, primero hay que asumirnos como parte del problema. ¿Qué estamos haciendo para que nuestras niñas sientan que no pueden hablar?, ¿qué estamos haciendo para que nuestros niños sientan que actuar como niñas está mal? Todas las violencias son en primera instancia, solo nuestras.

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