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Sicarios del patriarcado

Mucho daño tiene que estar haciendo el feminismo para que los representantes del patriarcado se reactiven y tomen como tarea principal el acoso y derribo de quienes defienden posturas que cuestionen o reprueben la discriminación de las mujeres.

En estos días de recogimiento familiar, de fiestas y reencuentros, la revista digital feminista “Locas del coño” ha sido censurada y su página en la red social Facebook suspendida en cuatro ocasiones. La cuestión no tendría mayor importancia si estos cierres fueran ocasionados por manifestaciones que contravinieran la política de dicha red social, pero el cierre de sus enlaces está motivado por las denuncias que realizan hombres y/o grupos de hombres organizados desde diversos foros. Lo sorprendente es que las redes sociales no censuren los discursos que las amenazan, que las atacan con una voracidad inusitada, con una violencia que hace daño hasta leerla.

Lo más subversivo de “Locas del coño” es su nombre. En sus páginas se encuentra, sobre todo, pedagogía y desarrollo del principio constitucional de Igualdad en forma de cuestionamiento de hábitos y normas. No explican cómo volarle a un macho sus sandeces, ni la forma más sencilla de rebanar unas criadillas. Simplemente denuncian y ponen en duda que el sometimiento y la violencia que sufren las mujeres sea inamovible. Y lo hacen, incluso, con un punto de humor, como el vídeo El sentador de madres, que ha circulado por las redes con esa chispa de ironía tan necesaria para sobrevivir a las necedades patriarcales.

El caso de la censura a “Locas del coño”, a las que Facebook pide disculpas cada vez que las bloquea, es el reflejo de la violencia con la que los machos (que no todos los hombres) tratan a las mujeres (y no sólo a las feministas). Esa actitud, en el mejor de los casos paternalista, con la que algunos consideran que pueden intervenir en una conversación, a la que no han sido invitados, con el discurso de la autoridad y el conocimiento como bandera, aunque a la legua se nota que no tienen más idea que la de tener la razón. Como esto que hace el gobierno de Rajoy de contar la misma mentira hasta que se convierta en verdad absoluta.

Así, gastan letras y letras en cuestionar las violencias machistas; en contar sin recuento que hay tantos hombres maltratados como mujeres; en denunciar sin argumento que “ahora las mujeres tienen más derechos que los hombres”, como si el deseo se hiciera realidad sólo por verbalizarlo. De ahí el neologismo “mansplaining”, que se refiere a ese permanente adoctrinamiento masculino. La escritora Rebeca Solnit lo desarrolla en su libro “Los hombres me explican cosas”, que sería un buenismo regalo si no estuviera agotado. Solnit define a la perfección esa habilidad de muchos hombres, algunos incluso bienintencionados, que tratan a las mujeres como menores intelectualmente y pasan el tiempo explicando(nos) lo que no se les ha preguntado, con esa superioridad que sería imperdonable a las mujeres.

Más allá del discurso, lo que subyace en estos comportamientos es la reacción a la pérdida del privilegio y de la exclusividad de la palabra, porque el patriarcado y sus sicarios machistas ven mermado su poder por los nuevos papeles que las mujeres están adquiriendo por los espacios que la igualdad va favoreciendo. Este machismo, que cuanto más se cuestiona más voraz se muestra, parece consciente de que su tiempo se está acabando. Y no es el deseo para el nuevo año, sino la constatación de una realidad: por mucho que los violentos se empeñen y nos obliguen a despedir 2016 y abrazar el nuevo año con el dolor de más asesinatos (Telde y Rivas Vaciamadrid), la igualdad no tiene vuelta atrás.

Artículo original publicado en Isla de Mujeres, Cuarto Poder el 02.01.17

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