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8M y la cadena de mujeres


A diferencia de otros años, esta vez el Día Internacional de la Mujer no se festeja. Hace ya décadas que muchas venimos diciendo que no queremos celebrar, no queremos regalos que acentúen la feminidad, ni flores ni perfumes, nada de galantería romántica y mucho menos gestos de “caballerosidad pomposa” que refuercen los mismos y aburridos estereotipos de género de siempre. Este año, a diferencia de anteriores, el objetivo es otro. Ya no nos basta el reconocimiento anual sobre la importancia de nuestra existencia para el conjunto social.

Esta fecha será un nuevo precedente para exigir igualdad, respeto y sobre todo JUSTICIA. Porque la violencia contra la mujer se pronuncia en cada nivel y estrato social. Porque nos matan, nos violan, porque la violencia obstétrica nos corta el útero, porque no ganamos lo mismo, porque ser madre es trabajar 3 veces más que un hombre, porque no tenemos acceso al cuidado de nuestros cuerpos, porque el espacio público es hostil. Y porque en la actualidad, ser niña es una desventaja de origen cultural. Este año salimos a marchar bajo el lema: “Si nuestro trabajo no vale, entonces produzcan sin nosotras”. Este año paramos para suspender la invisibilidad de la violencia ejercida en nuestros cuerpos, tanto simbólica como físicamente.

Es realmente emocionante y conmovedor pensar que en muchas partes del mundo las mujeres tomaremos las calles para demostrar que así no va más. Aunque pareciera ser que mientras más avanzamos hacia la igualdad más resistencia ejercen las mismas fuerzas conservadoras de antaño. El patriarcado cambia de cara y se llama así mismo Trump, Iglesia e ISIS pero se ejerce desde todos los rincones de nuestras casas. Toma forma de marido, jefe, tareas domésticas, sistema médico y profesores. Sale por la tele y se lee en los diarios, se escucha en la radio y el óscar se lo lleva el machirulo que más mujeres acosó. Así las cosas, pero la violencia no es ejercida solamente por hombres. Somos todas y todos los y las responsables de sostener prácticas y vínculos sociales que reproducen este fenómeno de desigualdad. La violencia de género contra la mujer no se ejerce unívocamente desde una dirección, y no es perpetrada por un solo actor social. Los hombres son también víctimas de la violencia machista, y las mujeres somos muchas veces las mismas ejecutoras de la violencia de género. En relación a los distintos tipos de violencia de género, la hay desde la acción, así como también desde la omisión. En esta reflexión me quiero referir al segundo caso. Es decir, a aquella violencia que se nos escapa al estar atravesada por otros tipos de violencias que acentúan o pronuncian la naturalización de la misma, como por ejemplo la violencia de explotación clasista.

El Día Internacional de la Mujer se transformó en 8M. Politizada, embanderada revuelta en marcha de paro al asalto de las calles, así empoderada nos convocamos a dejar de producir y reproducir las tareas que en nosotras recaen. Aquellas para las cuales fuimos socializadas a ejercer. Pero el feminismo, esa corriente de pensamiento tan sabía y combativa cuando es ejercida con responsabilidad social no nos permite engañarnos. Entonces, ¿quiénes pueden dejar de producir o reproducir para marchar?

Este lunes como tantos otros abrí mi agenda para organizar mi día y el resto de la semana. Me venía cuestionando la posibilidad de concurrir o no a dicho evento ¿qué cosas tengo que dejar de hacer para ir? ¿Qué entregas, reuniones y preparativos tengo que asumir sin posibilidad de aplazar? Y más importante aún, si aquí en Lima-Perú han convocado para comenzar a concentrarse a las 4:30 pm, ¿tengo tiempo de ir y volver antes de que se vaya la persona que me apoya con el cuidado de mi hijo? La respuesta claramente fue NO. Esto me llevó a considerar mi lugar en este contexto en particular: proveniente de un origen étnico dominante, con educación universitaria, ciudadana legal que habita uno de los mejores barrios de la capital Limeña y perteneciente a una clase social privilegiada. Sin embargo, mujer, madre, inmigrante y freelance sin ingresos estables, no hay alquiler que aguante. Me repregunto ¿puedo ir a la marcha, puedo parar? ¿Tengo el privilegio de suspender mis actividades? Suponiendo que mi compañero no pueda llegar a casa a tiempo, de ir, alguien tiene que asumir la tarea del cuidado. De lo contrario, ¿quién cuidará de mi hijo? He aquí el desafío ético en aras de no reproducir un tipo de violencia menos notoria: el ejercicio de ciudadanía al cual nos convoca el 8M no puede desligarse de la situación de clase social, entre otras.

La misma mujer que me apoya en casa y que sale a vender su fuerza de trabajo no marcha, porque no puede hacerlo. Porque no le sale a cuenta gastar en el pasaje, ni perder esa cantidad de horas en viajes. Porque a ella no hay quien la reemplace en el cuidado de sus hijas. Y si le pido que se quede después de hora pagándole extra ¿qué implicancias políticas conlleva por detrás? ¿Ella trabajaría en los cuidados domésticos mientras yo reclamo por los derechos de ambas? No, lisa y llanamente porque -a pesar de que tenga consciencia de clase- no la represento. Porque nuestra condición de clase nos atraviesa de manera tal que mi origen no es representativo de su situación. Esto se enmarca en el mecanismo social de feminización de la pobreza. Esta cadena de mujeres que nos une en relaciones de mercado, poder y jerarquías me trasladó hacia el siguiente cuestionamiento: ¿qué mujeres pueden ir a la marcha y participar del paro?

¿Quién tiene la posibilidad -o privilegio- de parar un día? Por otro lado, considerando que estamos en un contexto de alta informalidad laboral ¿quiénes pueden en verdad parar sin verse perjudicadas económicamente? Me queda claro que para que algunas vayamos a la demostración a reclamar por nuestros derechos y a manifestarnos, otras mujeres van a tener que asumir tareas que las manifestantes van a dejar de hacer y ocupar. Nos une una cadena invisible de mujeres en explotación que nos sitúa en relaciones de poder y jerarquías de opresión porque la gran mayoría no tiene los medios para disponer del tiempo ni de los recursos (materiales, sociales y culturales) de la misma manera que otras.

Y reconsidero ¿qué representatividad veremos expresada en el 8M en contextos tan desiguales como este? ¿Qué hacemos con las voces que no serán escuchadas? ¿Qué responsabilidad asumimos en relación a la falta de representatividad?

Pues entonces, a riesgo de ser contraproducente pero en sonoridad con quienes no tienen la posibilidad de hacerlo ¡Yo no puedo parar!

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