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Historia de un mapa contra la violencia

Duermo un par de horas cada noche –a veces dos, a veces cuarto. Por lo general estoy al teléfono y en medios sociales todo el día, tanto que a veces mi familia y amigos creen que no duermo. Pero esa noche, cuando recibí un mensaje que pedía ayuda, estaba durmiendo. La culpa por no estar despierta me consumía, y me hizo entrar en acción.

El año pasado, una amiga afligida que acaba de mudarse al Reino Unido después de su matrimonio a comienzos del año pasado me dejó 16 mensajes en WhatsApp. Me pedía ayuda. Estaba atrapada sin salida en la relación abusiva desde hacía meses. Su esposo hacía seguimiento a su teléfono y su computadora, dejaba la casa cerrada cada vez que salía, con ella dentro. La golpeaba, esto se agravaba cuando ella gritaba pidiendo piedad, como me enteré mucho después.

Muchos días se iba a dormir sin comer porque él no la dejaba. Después me enteré de que había aguantado todo esto cerca de tres meses, esto es, un año y un mes. No podía usar su teléfono para buscar en Google el refugio más cercano o los servicios de apoyo de emergencia a los que podría recurrir –porque si usaba su teléfono, él podría rastrearla. Luego de enviarme los mensajes, sacó su tarjeta SIM y la cortó, dejó su teléfono y logró salir de la casa porque él se había olvidado de cerrar con llave. Llegó a la estación de tren más cercana, sin saber a dónde ir. Era extranjera, todavía no se había nacionalizado, no conocía sus derechos en tierra extranjera. Pasó un día cambiando de trenes hasta que se armó de valor para llamar a casa y contarles a sus padres, en India, y pedirles ayuda. Con ayuda de su madre, pudieron ponerse en contacto con un refugio, donde se encargaron de ella. Su padre la llevó de vuelta a India, donde ahora vive, mientras su divorcio está en trámite.

Su historia me impactó. Ella había confiado en mí, y yo estaba durmiendo en un momento en que normalmente no dormía. ¿Y si hubiera muchas mujeres como ella, buscando ayuda al otro lado del océano, simplemente porque no saben dónde buscar ayuda cerca de ellas? ¿Y si muchas siguen estando vulnerables al maltrato y la violencia, y simplemente no pueden buscar ayuda porque no tienen acceso a recursos o conversaciones o hasta ocasión de navegar en línea?

Quería hacer algo al respecto. Pasé algunas semanas conversando con mujeres para entender los factores que podrían complicar el acceso a una respuesta de crisis. La mayoría son obvios: falta de dinero, falta de conocimiento, desconocimiento de un idioma extranjero si venían de otro país. Pero también están los factores que son difíciles de entender. Una sobreviviente me dijo que tenía miedo de usar el navegador para buscar ayuda por Google porque dejaba huellas en el historial del navegador–y siempre le preocupaba olvidarse de borrar las búsquedas por su nerviosismo. Otra sobreviviente me dijo que su antigua pareja había instalado software espía en su sistema –y ella no tenía ni idea porque no dejaba huellas. Un trabajador voluntario me dijo que el temor venía de no poder verificar la autenticidad de quien ofrece cuidados –pues muchas organizaciones se ven obligadas a reducir la cantidad de atenciones o hasta cerrar por falta de fondos, o a veces reducir reducir servicios y programas específicos.

Había agitado el avispero. Estaba lidiando con algo que eran tan grande que no era exagerado decir que los matices tenían matices.

Estuve inquieta muchas horas preguntándome cómo podría llenar el vacío. Eran muchas dimensiones y quería empezar en algún punto. Entonces me llegó la idea: ¿y si había alguna manera de poder verificar organizaciones en tantas ciudades del mundo como fuera posible, y presentar la información para que las mujeres en cualquier parte pudieran acceder a un servicio que tanto necesitaban? ¿Y si después, esta información pudiera ingresarse a una aplicación móvil a la que cualquier mujer en cualquier lugar tuviera acceso? Entonces, a madre en India podría ponerse en contacto con un refugio o la policía en el Reino Unido para asegurarse de que su hija fuera rescatada, o una muchacha en Singapur podría ayudar a su hermana en Irlanda a encontrar atención médica de emergencia y darle el recurso que le conviene más.

Decidí que usaría tecnología digital para derribar la enorme brecha entre servicios y víctimas que necesitan servicios y que usaría la tecnología digital para facilitar el acceso. No tenía idea de lo que estaba a punto de enfrentar –recién empecé a darme cuenta cuando lo tuve delante.

Mi equipo en la Fundación The Red Elephant (Elefante Rojo) estaba hasta el cuello de trabajo, y me pareció injusto esperar que manejara esto. Después de una llamada preliminar y de reclutar a dos personas (Laura Donati y Manmeet Kaur) para la tarea, fui al sitio en línea de voluntariado de Naciones Unidas, y encontré un equipo de voluntarios (compuesto por Abubakar Abdullahi, Alka Mann, Georges Gedeonachi, Heather Thomas, Lance Orwa, Luqman Rabe y Prathyusha Sadhu – ¡SALUDOS, equipo!). Nos dividimos una enorme lista de 197 países. Algunos tomaron uno o dos, otros tomar diez, otros tomaron un poco y los agregaron poco a poco a la lista. Después de dos meses, teníamos un lista de unas 5000 organizaciones en todo el mundo que brindaban asistencia a mujeres que habían sobrevivido a la violencia. Después de recoger la información, y de que el equipo compartiera conmigo lo que había encontrado, pasé todas las noches verificando que las organizaciones estuvieran funcionando: llamadas para averiguaciones, verificación en línea de sitio web, de su presencia en medios sociales y conversaciones con personas en donde estaban estas organizaciones.

Lentamente, cuando el mapo tomaba forma, conversé con miembros de mi equipo. Había países enteros –como Corea del Norte y Siria, que parecen no tener servicios integrales. Había varios partes de países, como el lejano este de Rusia, partes de Asia Central y África, con pocos o ningún dato accesible –y la información en el terreno no nos daba toda la información que hubiéramos querido tener. Para entonces, era también evidente que no podíamos tener todas las respuestas ni encontrar todas las organizaciones en todas las ciudades del mundo –aunque ese es el objetivo. Fue ahí cuando decidimos que haríamos un mapa con colaboración colectiva, donde las personas enviarían informes de organizaciones que podríamos verificar y agregar al mapa.

Pronto, decidí incluir la información en un mapa, y a medida que encontraba, o que mi equipo encontraba nombres, los agregaba al mapa. Inspirada por Harassmap y Safecity, me di cuenta de que había una especie de claridad, facilidad y fluidez cuando se visualiza la información –a diferencia de un directorio descargable o un par de menús desplegables. Al ser visualizada, esta información ayudaba a ver dónde no había suficientes recursos disponibles –para que hasta los posibles proveedores de asistencia pudieran establecer iniciativas según eso– para abarcar zonas que hasta ese momento no se habían atendido. Esto hizo que fuera importante conservar la presentación visual de la información encontrada. Dividimos la información en ayuda legal, asistencia médica, recursos (comida, refugio, ropa y suministros), programas de educación y empoderamiento, servicios de policía y ambulancia, consulados y servicios para refugiados y los pusimos en el mapa con códigos de colores.

Mientras tanto, hicimos el mapa de 97 países, le di una URL en nuestro sitio web. Asumimos que nadie lo había notado, y procedimos a extraer información. No sabíamos que el impacto tomaba forma. Una joven en Sri Lanka sospechaba del comportamiento de su hermana. La hermana, casada e instalada en Europa casi tres años (en revelamos el lugar específico a su pedido) llamaba a casa cada dos semanas. Entre largos periodos de silencio, llamó a casa y habló alegremente como si todo fuera normal. Algo en las maneras de su hermana la delató, y fue evidente para la joven en Sri Lanka que las cosas no eran normales. Se las ingenió para que su hermana le contar y con mucho lenguaje en código y respuestas monosilábicas, se dio cuenta de que su hermana enfrentaba violencia. La joven lee nuestras historias y sigue nuestro sitio web –y su curiosidad la llevó al enlace del mapa. Por suerte, habíamos ubicado varios centros de respuesta de crisis en la ciudad en donde estaba. Llamó al más cercano a la casa de la hermana, y con ayuda de la policía, rescataron a su hermana.

En algún punto del proceso, empecé a preguntarme si esta labor que me había echado el hombro tenía algún sentido: pero el Universo logró que siguiera adelante y me dio a conocer esta convincente historia en el momento correcto. Hemos visto por los comentarios que acceder a este mapa parece más fácil, pues solamente se debe borrar un ingreso si alguien se siente observado –y también que las mujeres sienten que pueden ayudar a mujeres en cualquier parte del mundo. Ahora el mapa está en línea, listo para ayudar y listo para convertirse en aplicación móvil que pronto estará disponible.

Uno de mis objetivos principales con la aplicación GBV Help Map App es ponerlo a disposición de todos -directamente o con el apoyo de una organización intermediaria que puede tener acceso a la información y darla a quien la necesite.

Como parte de esto, he empezado a hacer operativos un currículo de tres partes que probé el año pasado. Esto ve tres ángulos de operación: (a) información para mujeres y niñas sobre cómo cuidarse físicamente y cómo responder a la violencia si están en esa situación (b) información para mujeres y niñas sobre cómo operar herramientas digitales para acceder a información como el mapa y también para hablar de la violencia en plataformas como World Pulse (¡SÍ!) y (c) Información y cifras de mujeres y niñas que enfrentan trauma para curarse y recuperar su vida.

Mis planes futuros son organizar estos talleres para todas las mujeres que me sea posible, mi objetivo inicial es tener cubiertas a 500 mujeres en el primer año. La semana pasada, estuve en un alojamiento con jóvenes huérfanas en Chennái, para enseñarles cómo mantener su cuerpo a salvo, y cómo responder a la violencia en caso tuvieran que enfrentarla. Fue muy satisfactorio pasar un rato con las jóvenes en el SRS Sarvodaya Hostel en Chennán la semana pasada, donde trabajamos en tocamientos seguros y no seguros, el concepto de consentimiento e integridad personal y maneras simples de estar a salvo. Para romper el hielo, empezamos pidiendo a las jóvenes que dijeran sus nombres y contaran sus ambiciones y sueños -fue conmovedor e inspirador ver ese grupo de jóvenes brillantes, llenas de energía y vibrantes, con ambiciones y objetivos que incluían cosas como ser pilotos, doctoras, cantantes, maestas, abiogadas, diplomáticas y hasta policías (gracias a Sneha Sridhar, Varsha Balajee, Vaishnavi Pallapothu y la señora Saraswathi Anoop del colegio internacional Akshar Aarbol por incluirnos en el proyecto CAS de Sneha Sridhar's, que organizó esto).

Durante la sesión, una de las chicas hizo una pregunta que nos dejó pensando: "A veces, no importa qué ropa usemos, nos manosean, acosan y maltratan. ¿Significa esto que debemos vestirnos conservadoramente?". Le explicamos que NADA de los que hizo o eligió hacer pedía maltrato o acoso, y que NADA que hizo ni usara pediría maltrato ni acoso. Le dijimos que nunca debería asumir responsabilidad por los malos actos de otro. Fue un momento inspirador y profundo para que las niñas reflexionaran, por los múltiples mensajes de que es culpa de la chica cualquier incidente de maltrato que enfrenta se le está quitando elementos de su propia autonomía. Después, la propia muchacha se ofreció de voluntaria y se paró delante del grupo y nos cantó una canción. Aunque al comienzo dijo que era porque aspiraba a ser cantante, también dijo que el taller le dio confianza para cantar libremente y ser un "ave cantora sin jaula".

La segunda parte del currículo con estas chicas se daría una vez que la aplicación fuera probada internamente y estuviera lista, hasta entonces yo trabajaría en la tercera para con ayuda de mi madre, que atiende traumas de profesión. Esperamos enseñar a mujeres y niñas meditaciones simples, afirmaciones positivas, técnicas para curar traumas usando arte, danza, música, yoga y escritura (dependiendo de cuál recurrieran).

Ese fue un momento muy poderoso para mí: me hizo darme cuenta de que iba por buen camino en línea y fuera de línea. Esta es la dimensión fuera de línea del GBV Help Map: porque no basta que haya una herramienta que dé información, también es vital que sepan que la herramienta exista, que sepan cómo usarla y accede a la herramienta, y más importante, poder encontrar autonomía e independencia para recuperar el control de su vida luego de que haya ocurrido un incidente de violencia, sobre todo porque la violencia les quita el derecho a controlar su vida.

Aunque me gustaría que ninguna mujer en el mundo tenga que enfrentar una situación que la lleve a tener que usar el mapa, también reconozco tristemente que todavía hay comino por recorrer. Espero que el mapa ayude a tantas mujeres como sea posible en el menudo de salir de situaciones difíciles con la menor incomodidad posible.

Puedes encontrar el mapa en: http://gbvhelpmap.crowdmap.com

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