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¿Cuál es mi rol en esta lucha?


Apertura de un espacio para compartir experiencias y dudas.

Aún recuerdo cuando exponía los resultados de una investigación en una sala de clases y una persona me increpo acerca de porqué afirmaba que el hecho de que las autoridades mujeres, a las que había entrevistado, no tengan una agenda de género no era necesariamente algo negativo, sino que, en todo caso, esta agenda debería ser levantada por cualquier persona que intente gobernar y no deberíamos reducir el reclamo a ellas.

En ese momento me di cuenta que comenzaba a comprender que la igualdad de género es una lucha en la que debíamos involucrarnos todxs. Digo esto, porque creo que una discriminación por género afecta –aunque en distintas dimensiones e intensidades- a cualquier persona sin importar su orientación sexual. ¿Por qué solo las mujeres deberían comerse el pleito de luchar por sus derechos? ¿No se trataría de que los hombres heterosexuales, que muchas veces hemos vivido bajo distintos privilegios y jerarquías de poder, también reconociéramos y participáramos activamente en este pleito?

Luego de plantearme esas preguntas, el feminismo entró en mí de una manera un poco más subjetiva. ¿Cuál era mi rol en esta lucha? Recuerdo escuchar a alguna persona exponer sobre su forma de comprender el feminismo y decir que, finalmente, el momento en el que se reconoció como feminista sintió que cambió la forma de ver su vida. Recuerdo que en ese momento comprendí que para mí el feminismo no solo era investigar sobre la participación de las mujeres en la política, sino de comenzar a auto analizarme, auto explorarme y reconocer que me forme una opinión, crecí y comprendí el mundo de una forma patriarcal y heteronormativa.

A partir de estas reflexiones personales comencé a entender que mi rol no se acababa en mi interés por la política y el género, sino que asumirme feminista era una lucha constante en mis formas de relacionarme con otras personas, hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales, queer o de cualquier orientación sexual. Comencé a darme cuenta de las jerarquías de género, de que no existe “un solo feminismo” ni “una sola víctima” del patriarcado, que, en sociedades como las latinoamericanas, el feminismo requiere de un análisis que incluya las discriminaciones étnicas, de clase, generacionales y otras.

Este aprendizaje sigue en camino, hoy me considero feminista y creo que estaría de acuerdo con aquella persona que mencionó que el feminismo cambia la forma de ver tu vida. En mi caso, fortalecí mi vocación por estudiar los temas de género y política, pero también comencé a reconocer errores, aceptar faltas y construir una nueva forma de relacionarme que me permita acercarme a aquel ideal de la igualdad de género. Sin duda, el camino es difícil, asumir el rol es lo importante, reconocer los privilegios y aprender –así como desaprender- es necesario. Nada está dicho, todo es perfectible en el ser humano.

Hoy milito en una asociación feminista y, recuerdo que en algún momento me preguntaron acerca de porqué mi militancia. Es cierto, antes no lo hice en mi propio país, hoy me siento con más armas, con más vocación y con más certeza de mi autodefinición como feminista. El feminismo no es una ideología, es una forma de hacer respetar la dignidad humana, de comprender que las desigualdades solo están regidas por violencia y odio. El feminismo nos enseña eso, respeto a la diversidad, pero, sobre todo, amor por la libertad.

Comienzo esta columna, sin ningún ánimo de prescribir, sino solo de soltar algunas ideas que, de alguna manera, creo que pueden servir para seguir en la lucha feminista. Desde donde vivo actualmente, alejado del entorno en el que crecí, encuentro muchas similitudes y diferencias sobre el tema. Lamentablemente, los sentidos comunes que señalan que un mejor ingreso económico o un desarrollo institucional permiten que se tenga mayor igualdad, no son tan ciertos y deberían analizarse con precaución. Solo un ejemplo sobre ello, hace poco leía una nota en la que se mencionaba que el 100% de mujeres en una encuesta habían señalado que sufrieron de acoso callejero en el transporte público de Paris. También encuentro diferencias, la legalización del matrimonio o de la adopción entre personas del mismo sexo –a partir del 2013- es un ejemplo de ello.

El objetivo de esta columna es entonces volcar algunas experiencias como militante feminista y como investigador en estos temas. Las luchas del feminismo son globales, ciertamente en un contexto globalizado, muchas de las luchas sociales tienden a tener una dinámica que va de lo local a lo global y viceversa; la mirada comparada podría ayudar a tener una mejor perspectiva sobre cómo lograr mejores resultados, pero también a que no hay un solo feminismo, que la afectación es variada y que los prejuicios pueden llevarnos a asumir que los derechos vulnerados son iguales para todxs.

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