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Violencia Obstétrica y Depresión

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es un trastorno que afecta a más de 350 millones de personas de todas las edades alrededor del mundo, que propicia limitaciones en el comportamiento y es una de las variables más frecuentes del suicidio.

También indica que las mujeres tienen más disposición a sufrir los efectos de esta enfermedad. Según el psicólogo William Guevara de la UNMSM: “Las estadísticas se hacen por las consultas hospitalarias y las mujeres son más propensas a buscar ayuda por eso figuran más en esas estadísticas. Los hombres se deprimen igual pero solemos buscar menos ayuda. La depresión femenina se traduce en tristeza y la masculina como agresión. Lo dicho se evidencia en estudios en terapia conductual cognitiva”.

Con referencia a las mujeres, quienes somos las que llevamos la peor parte por esa misma agresión que la sociedad pretende condicionar e intentar reducirnos es que debemos generar un mayor esfuerzo para quitarnos esa “camisa de fuerza”, propicia vulnerabilidad. Responder de forma esperada y estereotipada al papel de mujer, hija, amiga, madre, pareja y trabajadora a la vez incrementa el estrés en la mayoría de mujeres.

La violencia que vivimos constantemente las mujeres, se percibe en casi todas las esferas del sistema social y aunque parezca paradójico en el sistema de salud también es escandalosamente evidente, afectando a no pocas mujeres hasta el día de hoy, como lo sucedido en el Hospital María Auxiliadora de Lima Sur con el llamado “Dr. Muerte”.

Del 2015 al 2016 cuando realizaba mi serums en el Centro de Salud de Pachacamac-Lima Sur en el departamento de Psicología llegaron un poco más de 1000 mujeres violentadas en diversas formas. Tal fue el caso de María, víctima de violencia obstétrica en el Hospital María Auxiliadora de Villa El Salvador.

Durante su parto, el médico se dirigió a ella con el lenguaje grosero, la “palmoteaba” y le aplicó la maniobra de Hamilton (inducción mecánica del parto) sin su consentimiento, dejándole restos de gasa, provocádole infecciones - cuyas secuelas siguen afectándola -. Como consecuencia de esta mala praxis, María no pudo conllevar su vida sexual. Ella se sentía “castrada”. Su pareja solicitó el divorcio, acusádola de frigidéz.

Pasados 4 años, la violencia del que ella había sido objeto estaba impune. María acudía al servicio por una depresión postraumática. La obstetra referida pensaba que ya no se podía hacer nada.

¿Qué hacer en un caso similar al de María? Primero: tener un informe multidisciplinario del daño ocasionado postparto. Acudir al Colegio Médico para realizar la respectiva denuncia por mala praxis y a la Defensoría del Pueblo por la agresión.

Se necesita educar y sensibilizar al personal de salud en género. De modo que, la violencia obstétrica no sea un tema naturalizado.

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