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El qué dirán


Recuerdo cuando era adolecente, tendría quizás unos quince o dieciséis años y junto con mi hermana solíamos salir a jugar a la calle después del colegio. Teníamos un buen grupo de amigos (algunos hasta la fecha), todos vecinos de la misma colonia, con los que salimos a platicar, a jugar pelota, juntábamos dinero para pedir pizza, etc.

Sin embargo mi hermana y yo, éramos quizás las únicas dos chicas a las que les daban permiso salir, a las demás el permiso era limitado muy de vez en cuando, con la excusa de que las niñas no tienen nada que andar haciendo en la calle y menos con los chicos. A mí me parecía raro, no es que fuera ninguna tonta, sabía muy bien porque nos las dejaban salir, pero me parecía injusto, después de todo realmente no hacíamos nada malo.

Pronto empezaron los problemas, las chicas ya no tenían permiso de juntarse con nosotras tampoco, pues éramos mala influencia, dos mujeres que andan siempre con hombres saber qué andarán haciendo.

Un día, una mamá llegó a mi casa a gritarle a la mía y a decirle groserías sobre nosotras y que aprendiera a controlarnos porque si no saber cómo íbamos a terminar (entiéndase: embarazadas). Mi mama estaba muy molesta y nos dijo que tuviéramos cuidado, que así era la gente, que tal vez era mejor que no saliéramos tanto…

Las hijas de esta señora no tenían permiso de salir, y había una de ellas que tenía un novio, al que podía ver únicamente a través de la ventana, y allí pasaban horas platicando todos los días. Era una escena a lo Romeo y Julieta, dos enamorados hablándose por el balcón y declarándose amor eterno.

Y un día catástrofe, la chica salió embarazada, claro no nos dimos cuenta hasta que ya era evidente, y me acuerdo el día que la vi por primera vez con su gran panza, sus ojos cruzaron brevemente los míos y luego fue la mirada de su mamá que me atrajo. Una mirada llena de odio y de cólera, casi como que si fuera mi culpa. Ambas se metieron rápidamente al carro y se fueron.

En aquel momento me pareció una gran ironía o karma, pero al mismo tiempo me sentí tan mal por aquella vecina, que era un poco más joven que yo y se estaba enfrentando a una dura realidad, cuando yo podía seguir saliendo en las tardes a comer pizza con mis amigos.

Ahora sé que no tiene nada que ver con el karma, si no con la sociedad machista que prefiere encerrarnos y “protegernos” detrás de una ventana que dándonos verdaderas armas (conocimiento) para defendernos y cuidarnos. Esa sociedad machista que critica e insulta a aquellas chicas que salen a la calle a jugar pelota, a platicar con chicos y que les prohíbe a sus hijas de juntarse con esas malas influencias porque ¡sabe 'Dios' que andan haciendo!

Yo, seguí saliendo con mis amigos, fui a la universidad, seguí tendiendo amigos hombres, salí de fiesta, regresé a las tantas de la madrugada y saben que acabo de tener mi primer hijo 18 años después de aquella historia con la vecina.

A veces pienso en aquella chica, y me pregunto qué habría pasado si la hubieran dejado salir con nosotras, quizás no hubiera sentida la necesidad de buscar intimidad con su novio, porque hubiera estado ocupada jugando pelota o platicando con todos nosotros. Quizás nuestra “mala” influencia se le hubiera pegado y le habríamos dicho que esas cosas de adultos es mejor dejarlas para más tarde, o que tuviera cuidado y se protegiera para no quedar embarazada.

Encerrarnos y dejarnos en la ignorancia sobre cómo funciona la vida solo nos hace más vulnerables, encerramos para protegernos es hipócrita porque al final los que se quieren proteger son las personas machistas que tiene miedo del que dirán.

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