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El beso de la dominación


Todos los días de camino a la oficina saludaba muy amablemente al señor de seguridad de la oficina del lado. Siempre de lejos, siempre con una sonrisa. Él tenía aproximadamente unos 60 años, yo tendría 21. Yo lo trataba de señor, él de señorita. Un día me topé con él cuadras antes de su lugar usual, no lo noté porque caminaba con la mirada en el piso escuchando música. Solo recuerdo que subí la mirada porque sentí una presencia y ya lo tenía rozando mi mejilla. Era muy tarde para reaccionar. Me había estampado un beso. Así, sin previo aviso. Conté lo sucedido y la incomodidad que me causó a unas amigas de mi oficina, “tú tienes la culpa, no puedes sonreirle a todo el mundo”.

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Llevaba clases de natación para rehabilitación y el profesor cada que podía, me hacía preguntas impertinentes ¿Te gusta la salsa?, ¿sales a bailar con frecuencia? Yo solía responderle lo más cortante posible. En una oportunidad, acudí a las clases con bikini, a diferencia de los demás días que iba con ropa de baño entera. No tendría por qué explicar la razón, pero básicamente opté por ello porque el otro traje no había secado. Apenas entré a la piscina, el profesor me miró y me dijo “has venido con nuevo look”, aprovechó un descuido mío y se acercó a darme un beso. Una vez más, sin previo aviso. Este fue el último día que asistí a esa clase.

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Estoy segura de que cada una de nosotras guardamos anécdotas similares de hombres que nos han invadido con sus saludos. En teoría, ninguno de los dos hombres de los que hablo en este post hizo algo malo, sobre todo si partimos de la premisa de que vivimos en un país en donde dar besos es “normal”. Sin embargo, ya es hora de que analicemos los hechos más allá de lo normalizado o aceptado. Empecemos a cuestionarnos: por qué debemos aceptar un gesto que no hemos solicitado ni ha sido consensuado. Por qué debemos justificar este tipo de intromisión a nuestros cuerpos, por qué debemos tolerar lo que no nos hace sentir cómodas. La imposición del beso en la mejilla es una muestra de dominación masculina: jalar a alguien hacia ti para besarla, innecesariamente ponerle la mano en la cintura o reforzar el beso no como roce de mejilla con mejilla sino de labios con mejilla con alguien que no tienes confianza; sons forma que los hombres tienen de reafirmar su masculinidad. Es hora de empezar a hablar de ello, para no condenar a las siguientes generaciones a callar.

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