top of page

Amargada

"No debe ser facil ser feminista, quiero decir, los hombres deben tener miedo de ti" Si tuvieran que pagarme por cada vez que escuché esa frase, mi cuenta en banco tendría menos preocupaciones.

Y es que, para muchxs, ser feminista, no debe ser facil porque lo consideran característica de una mujer conflictiva, amargada, o como alguna vez también me lo dijeron 'corta escrotos' (hay que decir, que son bien originales en sus adjetivos)

No se dan el tiempo de conocer a la mujer que puede estar detrás de la feminista, que termina siendo todo feminismo al fin y al cabo. Desde hace un par de años, leo, me visto, me alimento, respiro, me educo y educo en feminismo. Esto no significa que saque teorías de género mientras preparo una ensalada (aunque...) sino que vivo en una continua ida y venida de preguntas y respuestas, en la mayoría de los casos con mi hija de 7 años (ok, 7 y medio, casi 8, para ella dar esta información es importante).

"Es que a ti, no hay quien te aguante", me dijo por ahi, alguna vez entre tantas, un familiar, cuando respondí que la pasión por la plancha no está en una relación directa con el porcentaje de hormonas femeninas en el cuerpo. Pero al final me pregunto, ¿será cierto, que no hay quien me aguante, porque soy feminista? Lo digo sin tristeza ni puchero en el rostro. Una vez pasada la barrera de los 30, son cada vez menos las actitudes que suelen importar, sobre todo, cuando juzgan una actitud que personalmente encuentro loable y sin daño alguno.

Pero volvamos al segundo párrafo de esta crónica que no tenía que ser escrita -normalmente, les debo una recomendación de La Pequeña Comunista que no Sonreía Nunca, de Lola Lafon - pero vamos, es que mi idilio feminista parece ser el combate contra el cual algunxs cercanxs buscan combatir. Como si se tratase de una guerra, como si se tratase de una lucha contra ellos y no, como lo identifico y siento, una construcción personal, no siempre facil, pero íntimo en todos sus intereses y sin ánimos de dañar sino de cimentar.

Mujer conflictiva, amargada, corta-escrotos

Desde muy chica me hice la fama de maleducada y respondona porque solía decir lo que pensaba, así que conflictiva era adjetivo que me impusieron mucho antes de que supiera siquiera que el feminismo existía. Porque fui conflictiva, cada vez que dije que no a un hombre, o cada vez que iba contra las ideas de un hombre. ¿Iba yo contra sus ideas por el hecho de ser hombre? pues no, iba yo contra sus ideas porque las consideraba sin fundamento ni dignas de respeto. Y era igual de conflictiva con ideas similares producidas por mujeres, pero ahi, yo era considerada menos conflictiva, era solo una malcriada más. ¿Soy conflictiva? poniéndome en el rol de mi propia abogada, me atreveré a decir que no. No busco problemas ni peleas, de hecho puedo ser bastante paciente cuando practico o cuando la persona que tengo al frente muestra el mismo nivel de apertura mental (traducción: si eres racista, misógino, clasista; no busques). No soy conflictiva, soy feminista. Y como feminista busco resolver problemas de mis hermanas de género, busco empoderarlas, busco aprender de ellas. No soy conflictiva, soy feminista. Y como feminista, disfruto de una conversación con compañeros varones, a quienes considero también perjudicados en una sociedad que enferma a los varones en un mito de virilidad que somete a la mujer como un ser inferior, excluyendo también a aquellos que no responden al prototipo viril.

Lo de amargada vino con los años, cuando Léa (mi hija, de 7 años y como ya saben, es mejor para ella si la consideran de casi 8) ya estaba en mi mundo para hacerlo más dulce y volverme a mi, más alerta. Era amargada porque soportaba menos injusticias, era amargada porque reía menos a bromas, era amargada porque respondía sin miedo a sandeces, vinieran de quien vienieran. ¿Soy amargada?, no, y mis niveles de glucosa lo confirmarían. No soy amargada, soy feminista. Y disfruto con goce de haber cada momento de vida. No soy amargada, soy feminista, y rio bastante, cada día, me maravillo con detalles simples del día a día, y algunas veces, me sale una que otra buena broma. No soy amargada, soy feminista. No es amargura, es sororidad, si me ves molesta e impotente ante el caso de una mujer violentada, No es amargura, es sororidad, si lloro abrazada a la historia de mujeres que luchan por algo tán básico como lo es la educación de sus hijas a kilómetros de distancia, No es amargura, es sororidad, si me ves defendiendo de humillaciones a una hermana que no conozco, en plena calle. No es amargura, no es comprarme lío ajeno, es feminismo.

No soy corta-escrotos, como tampoco soy corta dedos ni corta-cabezas, soy incapaz de manejar un cuchillo de cocinero y compro el pollo en presas porque no sé como hacerlo. Nunca he bajoneado ni aminorado a un varón por ser varón, he bajoneado e discutido ideas porque eran cuestionables. ¿Los hombres temen una feminista?, no lo sé, eso habría que preguntárselo a ellos, ¿qué tiene una feminista que podría atemorizarlos? De mi lado, amo la seguridad que reflejan ciertas personas, varones y mujeres. No creo que mi YO feminista sea un amenaza para la virilidad de ningún varón, seguro de sí mismo. Como diría Chimamanda Adichie "no tendría que estar preocupada por un hombre que se intimida por mi, porque es exactamente el tipo de hombre que no me interesa". Entonces, no, no soy corta-escrotos, soy feminista, No busco intimidar, ni burlarme, ni acollonar o descorazonar a cuanto varón se me presente en el camino, pero si me impondré y presionaré sin piedad contra conceptos sexistas misóginos, vengan con escroto o sin él. Vivo en feminismo, no en misandría, y me gustan los varones que no les interesa dar la imagen de pantalones bien llevados, por el contrario, se preocupan más en tener las ideas bien puestas,

bottom of page