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Hace tres meses cumplí 40 años, y aunque no me siento en la flor de mi juventud tampoco me siento una anciana, me siento bien que es lo que importa. Sin embargo, al igual que muchas mujeres que pasaron los 30 y que no son madres, no están casadas aún, no conviven con una pareja, o no se les conoce galán alguno, soy “atormentada” con anticuados prejuicios. Lo que resulta preocupante es que estos prejuicios vienen más de mujeres, que de varones, y no solo de mujeres mayores, también lo escuchas de boca de jóvenes. Todavía hay mucho trabajo por hacer.
En honor a la verdad tengo que decir que esos prejuicios son también para los caballeros de nuestra edad, aunque no suelen ser tan duros con ellos como lo son con nosotras. Lo más light que te puedes escuchar es “te estás quedando”, frase que se expresa acompañada de una sonrisita a la espera de tu respuesta explicando porque no estás cumpliendo con el rol social que se supone deberías de cumplir, para luego soltarte el argumento de cómo deben de ser las cosas.
Yo ya estoy curtida de esas experiencias y me da gracia cuando alguien dice las típicas frases que pretenden hacer sentir a una mujer que es un producto cuya fecha de expiración ya llegó. Algunas veces respondo lo que pienso y otras veces solo sonrío, lo hago para no dañar susceptibilidades o porque siento que mi interlocutor no merece siquiera que le responda, finalmente mi vida privada la comparto con quien yo desee, sea familia, amigos o algún desconocido con quien pueda tener una conversación casual en la calle. Sé de muchas mujeres que estos prejuicios no les hacen gracia como a mí, sino que sienten incomodidad y tristeza.
Mencionaré algunas de las frases que he escuchado solo en estos tres últimos meses.
Se te pasó el tren. Sonrío y pienso que ese tren debería volver a pasar de ida y vuelta, pero por encima de sus lenguas, tal vez les borraría la mueca burlona que tienen cuando lo dicen. He visto que muchas personas por no perder el tren se subieron al equivocado y ahora no saben cómo bajarse de él. Algunos aguantan hasta que el tren se descarrile, y hay quienes son más valientes y se bajan del tren si no se sienten cómodos y vuelven a embarcarse en otro si les apetece seguir viajando.
Te vas a quedar a vestir santos. Siempre me dio risa esta frase, como tantas otras cosas me parecía ilógica, pero hace unas semanas vi a una mujer que literalmente vestía un santo, mejor dicho una virgen, le ponía la capa bordada y la corona dorada para que saliera en procesión. La mujer en cuestión tiene 67 años, es viuda, madre de dos hijos, abuela de tres nietos y se siente orgullosísima de ser quien viste cada año a la santa patrona de su distrito. Si la frase fuera Te vas a quedar para que te desvistan santos, tampoco encajaría conmigo, pues quien me desviste no es precisamente un santo, y a veces yo lo desvisto a él porque no es bueno caer en la rutina.
No esperes al hombre perfecto porque no existe. Eso lo se hace rato, tampoco existen las mujeres perfectas así que, ¡vivan las imperfecciones!
¿No te gustan los niños? Si me gustan los niños, también las niñas, pero ese gusto no es motivo suficiente para pensar que llegó el momento de procrear.
No serás del otro equipo. Pues no. Tengo amigas lesbianas y son eso, mis amigas.
Te voy a presentar a un amigo. No gracias, no creo en las citas arregladas. El amor, como muchas cosas en la vida, tiene que sorprenderte. Sé por experiencia propia que así es mejor.
¿Quién te va a cuidar en tu vejez? Para empezar no sé si tendré vejez, y si tengo un compañero y éste muriera antes que yo, me tocaría envejecer sola. Tener hijos tampoco asegura que estos cuiden de ti en la vejez, conozco tantos casos que podrían ser motivo de otro artículo.
El asunto de casarse, convivir, tener novio, ser madre o no serlo, es una cuestión personal, como lo es también la decisión de comunicarlo o no al mundo. Nadie debería juzgar, opinar o burlarse de las decisiones que se tomen sobre el tema, pues ya no encajan los estereotipos y prejuicios de antaño, y mucho menos encajan las personas que aún viven bajo estas anticuadas concepciones.