top of page

Recuento


Hoy recordé mi 'yo' de hace dos años. ¡qué miedo!

Miedo por haber sentido tanto vacío, y por haber abandonado tanto, era una huérfana voluntaria de todos los sueños e ideales que me habían adoptado durante mi adolescencia y adultez temprana.

Me había convertido en madre y estaba acostumbrándome recién al cambio tan profundo de la maternidad; estaba vuelta al revés y en carne viva, con desgarros físicos además de emocionales; vamos que era como una recién nacida en muchos sentidos, criando otra.

La vida me golpeó muy fuerte, me pescó con la guardia baja y las ilusiones muy altas; y me estrelló contra la dura y desnuda realidad sin aderezos ni eufemismos; me quebró, y me dejó ahí tirada a merced de la corrupción, rota y desmadejada y en medio de una multitud indiferente. Absolutamente sola.

En determinado momento me puse de pie y recogí casi todos mis trozos, algo se me ha de haber quedado olvidado, o se perdió en el camino y con la premura. Podría decir que con voluntad todo se puede, pero no. Me convertí en una autómata aparentemente saludable que sufría en secreto crisis de ansiedad, cansancio extremo y una nula capacidad para atenderse a si misma; en retrospectiva debo admitir y agradecer infinitamente haber tenido a un pequeño ser dependiente absolutamente de mí.

La única razón por la que no me eché a perder completamente fue porque tenía que levantarme de la cama con el primer llanto, tenía que atender a una criatura, y esa bebe sin saberlo me devolvía no con gratitud explícita sino con amor todo lo que hacía; en esos momentos me olvidaba de mí, reía y disfrutaba; era feliz frugalmente. Pero llegaba el silencio, se hacía de noche o me encontraba sola en el trabajo, y sobrevenía la avalancha de reproches, derrotas; y los cadáveres de los sueños que abandoné alguna vez me perseguían, me acosaban. No hay crimen que se pague más caro que el autoabandono.

Esa parte rota, deficiente, que sentía vergüenza y frustración me pesaba a diario, me ataba a la cama o me impedía respirar en ataques imprevistos. Poco a poco fui levantando capas, luchando con el impulso de enterrarlo todo so riesgo de infección, abracé la culpa y responsabilidad y con ese salvavidas remé en un océano de mediocridad y casi aterricé, casi naufragué en las cálidas arenas de una playa apacible llamada Feminismo.

Movimiento-terapia-estilo de vida-coach emocional-gurú. Eso y mucho mas significó a nivel personal el Feminismo en mi vida; fue sanar de dentro hacía fuera, permitirme autoexámenes dolorosos que supuraban la culpa, frustraciones y rencores fuera de mi vida. Es un proceso constante que vale la pena y que permite abrazar una libertad solo visible a nivel introspectivo; pero que tiene una influencia en tu exterior invaluable.

Me hice cargo de mis errores, y asumí solo las responsabilidades que podía manejar, tomé las riendas de mi vida y comencé a llenarme de sueños, que se convierten en metas poquito a poquito, retomé hábitos que había abandonado junto con esos ideales que renovados regresaron a mi. Me fui llenando de cosas nuevas, conocí mujeres maravillosas que hicieron que me reconcilie con mi status, mi género y asumir un papel más activo en la sociedad; como persona política.

Todos los días despierto porque YO mujer, ‘quiero hacer cosas' y no porque ‘TENGA cosas que hacer'. Mi vida ha cambiado notablemente, y para bien; he podido conjugar con éxito todas mis facetas y voy descubriendo nuevas.

Me amo infinitamente.

Me pertenezco.

Artículo publicado en el blog de Karem, Mi Trinchera.

bottom of page