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Carta abierta


Tengo atragantada en todo mi ser, años y años de violencias, opresión e invisibilización sobre mi cuerpa, mi voz, mis sentires y también sobre las cuerpas/vidas de todas mis compañeras.

Durante los últimos meses el feminismo peruano ha dado un nuevo grito colectivo como señal de hartazgo, desesperación, indignación y dolor, entre otras muchas emociones y sentimientos. El cual se ha visibilizado a través del hashtag: #PerúPaísDeVioladores, que ha desatado- desde sus inicios, y hasta ahora- una serie de comentarios en contra, ¿Por qué? Diversas son las razones que enuncian las personas que exigen se cambie. Me centraré en una de las que más resonancia tuvo: "Están generalizando y no todos los hombres somos violadores". Sí, estamos generalizando, porque nos pasa a todas, todos los días, sin excepción. Ser mujer en el Perú es un sobrevivir constante.

El hecho de que una, o varias, compañeras indiquen que no son violentadas diariamente no quiere decir que no lo sean; sino más bien, que debido a la educación machista y opresora que recibimos en nuestras diversas realidades, muchas de nosotras hemos tardado años en poder identificar las violencias que nos suceden. A ello debemos agregarle, aún, todos los muchos más años que nos ha costado poder levantar nuestra voz para denunciar esas violencias.

El sistema, de la mano de la sociedad civil, con la venia de las Instituciones, la bendición de la Iglesia y la permisividad de los medios de comunicación masiva han logrado perpetuar a través de todos estos siglos dichas violencias machistas. Como resultado tenemos una sociedad en la cual las mujeres peruanas no importamos, no existimos, porque el Estado se ha encargado de desaparecernos forzosamente, y tatuar en la opinión pública y colectiva que las mujeres estamos exagerando. Según ellos, no nos matan “tanto” como queremos hacer creer, culpándonos hasta de nuestras propias muertes bajo argumentos sin sentido, en donde lo único que se busca es justificar al agresor disculpándolo sin demandarle que se haga cargo de sus crímenes.

Según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público del Perú el promedio de denuncias por violencia sexual en el país es de 67 casos por día. 67 mujeres peruanas se arman de valor diariamente para denunciar estos hechos ante las autoridades correspondientes, ¿Qué pasa con ellas? Nada. Quienes hemos acudido a la policía para denunciar algún tipo de agresión sexual/física/psicológica sabemos que lo que nos encontramos es una burla, una minimización constante de nuestra vida, en donde se nos cuestiona e interroga, con toda la ira del machismo que caracteriza a la Policía Nacional del Perú (PNP), a la víctima como si se tratara del agresor y en muchos casos, las denuncias no son aceptadas o son archivadas y entregadas al olvido de una sociedad que sigue callando, y formando parte de ese doloroso 90% de denuncias que quedan impunes. A todo esto habría que sumarle los casos de mujeres que son violentadas y no realizan la denuncia, por miedo, por falta de recursos o porque saben que el agresor quedará libre y volverá por ellas.

Tú, hombre cisgénero heterosexual privilegiado- que te identificas, o no, como feminista; y si lo haces, es solo porque #escool o lo "políticamente correcto". Tú me tienes cansada, me enervas, me jodes, tu presencia me oprime y estoy harta de tener - y permitirme sentir que tengo que- explicarte las cosas, justificar mi derecho a gritar porque me están matando a mí y a mis hermanas. H A R T A. Es realmente agotador intentar una y otra vez explicar(me), en pro de mi noción de tolerancia y respeto, en pro de buscar entablar diálogo, en pro de todos esos requerimientos que se nos han impuesto como piedras enormes en el camino a tener voz y ser mujer, requisitos maquillados de "buenas costumbres" y "respeto" para que dejes de llamarme feminazi, cerrada, intolerante y todos los nombres que quieres ponerme porque en realidad sientes que tu pene tiene menos espacio en esta sociedad.

Tú tienes que cambiar. Tú y los tus congéneres nos están matando. No estoy exagerando, es la realidad. Tu mirada lasciva, con aires de superioridad porque toda la sociedad te ha repetido, incansablemente, con acciones, imágenes y hasta libros, que eres dueño del mundo, que si violas a una mujer, a una niña, no pasa nada.

Justifican tu asqueroso acoso callejero llamándolo "piropo", porque te enseñaron que nosotras debemos mantenernos calladas y solo tú puedes hablar, porque te repiten una y otra vez en la tele, en los periódicos, en las redes sociales, en tu casa, en los colegios, en la calle que una "buena mujer" es sinónimo de una sirviente, una esclava que puedes mandonear, gritar, golpear y violar como y cuando te de la gana. Sin embargo, tú eres un adulto, un ciudadano y debes hacerte cargo de todo aquello que no quisiste voltear a mirar antes. Educarte es tu responsabilidad no la mía (o del feminismo), y no voy a permitir que me hagas sentir culpable o responsable de tus acciones, porque no lo soy, no lo somos.

Entonces aquí la pelota queda en tu cancha, no va a ser fácil, se van a reír de ti, te lo aseguro. Te llamarán maricón, "mujercita", cabro, niñita y todos los nombres que puedas imaginar- siempre relacionados a nosotras o a la comunidad LGBTIQ+ -porque para esa gran masa ser, sentir, empatizar o accionar como lo hacen las mujeres es impensable, ridículo y motivo de bullying, de la mal llamada "criollada" que lo único que hace es crear un canal más para desfogar chistes machistas, racistas y clasistas que contribuyen a la violencia estructural que nos mata.

¿Estás dispuesto a cuestionar/soltar todos tus privilegios, callarte – para que nosotras podamos hablar- y escucharnos? Si la respuesta no es un contundente e inmediato sí, entonces deja de joder, házte a un lado y déjanos luchar.

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