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Luz Aurora: la muerte de un hijo siempre se llora

1 y 2 de noviembre y el cementerio Virgen de Guadalupe en Villa María del Triunfo desborda festividad. Es el día de todos los santos y de los muertos. El boato que acompaña el ritual de la muerte se expresa en el festín y parafernalia que se presenta a manera de ofrenda a los difuntos.

Esta festividad de origen prehispánico constituye parte del patrimonio inmaterial que enriquece nuestro acervo cultural. La muerte tiene diferentes versiones dependiendo de la concepción cosmológica o religiosa. En el discurso del cristianismo es un paso que tenía características según la idea moral que se tenía de la vida pasada y conducía a un espacio castigador, el infierno, o, después de unos intermedios de limpieza, al paraíso cercano a la divinidad.

Mientras a ésta idea lineal de un principio a un fin en los Andes precolombinos se expresa en una idea “circular”. No había un principio y un fin, sino había una repetición que tenía cierta semejanza a la vida de una chacra de cultivo. Una persona nacía como parte de una familia y la esencia de esta persona se enraizaba efectivamente en un “alma” que se derivaba de otro personaje, que había vivido antes, que había pasado a una existencia en un “reino de los muertos”, en el cual acontecía lo contrario a la vida precedente. Mientras en ésta una persona crecía, se desarrollaba, envejecía y finalmente moría en una forma en la cual ingresaba al reino de los muertos. En esta condición acontecía algo como una vida al revés. La persona pasaba de la condición de decrepitud, previa a la muerte, a rejuvenecerse para llegar a la condición de niño y finalmente a algo como un “alma” que ingresaba un cuerpo nuevo que se estaba gestando en una mujer que pertenecía al mismo tronco familiar. Ya en ésta condición el feto crecía con las características de los antepasados que había acumulado en sus vidas anteriores para nacer finalmente como un niño. Se concebía como una reencarnación de sus vidas anteriores.

Es así que frente a la muerte de un niño se genera algarabía porque retorna a ese principio o “paqarina”, no se le llora se canta y baila para que el retorno sea inmediato en otro miembro de la familia. Sin embargo, la muerte de un hijo también es un acontecimiento concebido como no natural, frente a ello se construyen artificios que permiten representar la otra vida del infante.

Encontramos a doña Luz Aurora natural de la provincia de Oyón región Lima, quien hace más de 40 años habita en Villa María del Triunfo, tiene 5 hijos . Cada año acude al cementerio a visitar, limpiar, pintar la cruz y las piedras que cubre un entierro importante: su hijo Bernardino. Este falleció a los 5 meses de nacido y hoy cumpliría 33 años.

“mi hijo se ha muerto de “mal de ánima”, en el hospital dijeron de diarrea, pero, el curandero lo vio y me dijo el ánima se ha llevado el alma del niño. Dicen que no debo llorar, pero siempre se llora la muerte de un hijo” (Luz Aurora, Villa María 2017)

En este caso, el niño ha sido retirado del kay pacha (este mundo) por el alma “ánima” que habita en Hanaq pacha (el mundo de arriba) habitáculo de dioses primordiales.

Foto: cementerio Virgen de Guadalupe Lima 2017

Para asegurar que el niño no entre y vague en el limbo tuvo que ser bautizado pos morten. Tristan Platt (2001) describe en su texto “El feto agresivo”, que si un infante o un feto no accede a la pila bautismal tendría las características de sus antecesores, incluso en el vientre de su madre, que pertenecería al mundo “de abajo”, por lo mismo, afirma Platt, específicamente para un pueblo al norte de Potosí, el feto no quiere salir de su condición y debe haber gente que lo separa de la madre y que lo bautice cuanto antes. Ya en adelante empezaría un nuevo ciclo hasta que finalmente moriría otra vez, pasando al mundo de abajo, empezando otra vida al revés. Luz Aurora menciona que podría haber evitado la muerte de su hijo si acudía primero al curandero, ya que son los especialistas en negociar con las deidades.

Por otro lado durante el mes de noviembre doña Inés natural de Uyuni Potosí Bolivia sale a vender “Siwayllu” una semilla que sirve entre otras cosas para llamar a las “animas”, especialmente cuando a una persona adulto o niño le es arrebatado y puede sufrir una enfermedad o morir porque el “ánimu” se llevó su alma del cuerpo.

“pukunaykimiki kaynata, animu kutinanpaq, curandero, yatiri yachan, imaynata apamuyta. Sukay kaynata” (Inés, Uyuni Bolivia 2017)

La especialista recomienda soplar la semilla y el sonido que se emite atrae las almas al cuerpo, este ritual lo realizan los yatiris o curanderos.

Foto: Inés, Uyuni Potosí Bolivia 2017. Vendedora de Siwayllu.

En este sentido, la relación de una semilla para atraer la vida es muy es importante. De hecho se ve que esta secuencia perpetua de la vida y la muerte se pensaba de manera análoga a la de las plantas. La gente tenía semillas de plantas diversas. Sembraban estas semillas y de ellas nacían plantas del mismo tipo. Se tenía que guardar las semillas de estas nuevas plantas, introducirlas a su tiempo al subsuelo, crear las condiciones para que estén bien en el subsuelo, y puedan brotar con las características de la anterior. La muerte en este sentido formaba parte de un ordenamiento mayor y la tarea de la organización social era procurar su perpetuidad. Tomado de ahí es comprensible que las ideas sobre las relaciones de parentesco entre troncos familiares específicos, también no eran reglas abiertas para ser reorganizadas, sino se tenía que cumplir para que el mundo renazca como tal.

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