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Me cago en tus figuras legales


Escribo este texto desde la más profunda ignorancia, exponiendome a la crítica de las redes sociales totalmente desarmada, solo con mi indignación y mi dolor a cuestas. Empiezo por reconocer los límites de mis conocimientos: no soy abogada pero soy mujer. Llevo casi 29 años siendo mujer en una de las sociedades más machistas de Latinoamerica. Me he soplado que me metan la mano, me he soplado ser acosada por profesores en la universidad, me he soplado que utilicen mi cuerpo para la satisfacción masculina, me he soplado que me puteen en el espacio público y en el ámbito familiar. Me he soplado solo una mínima parte de lo que se le condena a la mujer promedio en este lado del mundo. Aún así, me he prometido no callar, no bajar la cabeza, no desistir, no resignarme ante la represión. ¿Pero tiene sentido mantener esta promesa con este sistema judicial de mierda?

Hace unos días la opinión pública compartió el rechazo por la absolución de Adrian Pozo, agresor de Arlette Contreras. Muchas personas entendidas en el tema se pronunciaron, no a favor de la libertad del victimario o de su responsabilidad frente a los hechos, pero sí avalando la decisión de los magistrados: es un problema de los delitos que se le imputan. Es decir, es correcto que no se le haya condenado por intento de violación y feminicidio en grado de tentativa. Más sensato, dicen, hubiera sido denunciarlo por secuestro y lesiones graves. Y sí, si dejamos de lado todas las irregularidades y la corrupción que denuncia Arlette, probablemente se hubiera obtenido una pena de cárcel con estos tipos legales. Arlette, por el contrario, mujer valiente y cojonuda, no quiere solo eso para su agresor, quiere además sentar un precedente, que la realidad nos de en la cara: el sistema de justicia actual no nos protege, nos humilla.

La evidencia fìsica no puede ser la única que nos permita acceder a la justicia, un intento de violación no debería solo poder probarse por prendas rasgadas o liquido seminal; pensar así es no entender lo que significa una violación o tener un concepto básico y estereotipado de lo que implica. En una violación no necesariamente se ejerce violencia física, en una violación no siempre se van a escuchar gritos de desesperación, una violación no necesita de un “no” explícito; y yo creo además, que ni siquiera tienes que ser penetrada para sentirte violada. En casos donde la evidencia física es insuficiente, el testimonio debería ser determinante ¿Por qué no creerle a una mujer que ha sido arrastrada de los pelos por un hombre desnudo a una habitación de hotel?, ¿acaso creen que una mujer no puede identificar cuando la quieren o no violar?, ¿de qué carajos sirve tener este tipo legal en nuestro código penal si cuando la fiscalía lo quiere utilizar los magistrados responden “ahorita no, joven”?

La única manera de luchar contra la violencia machista es enfrentarla desde su raíz, y el punto de partida es nombrarla. No más “crímenes pasionales”, no más “ataque de celos”, no más lesiones en vez de intento de feminicidio, no más tolerancia al poder que los hombres ejercen sobre nuestros cuerpos. No más. Las mujeres estamos tomando conciencia de todo lo que nos hacen y lo que nos han hecho, y no estamos dispuestas a tolerarlo más. Por nosotras, por las que vienen, por las que ya no tienen voz y por las que todavía no despiertan.

He escrito esto desde mi ignorancia como profesional en leyes, pero con mi basta experiencia sintiéndome desprotegida en este país de mierda. Empecé este texto con una pregunta: ¿tiene sentido seguir resistiendo?, y la respuesta es sí. Lo que está haciendo Arlette es emblemático: ella es el símbolo de la resistencia y no la vamos a dejar sola. Me cago en tus figuras legales

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