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Enfoque de género para no morir


Recuerdo muy bien la primera vez que tomé conciencia de que las mujeres son asesinadas por los hombres. Era una interna de medicina en Huancayo, en el centro del Perú. Estaba en sala de operaciones, asistiendo a un ginecólogo, cuando el cirujano de emergencia entró desesperado y le dijo que salga y que me deje a mí terminar la cirugía, le repetía con desesperación: "una mujer se muere, se muere".

Ni bien terminé, salí corriendo a la sala de emergencia de ese hospital en donde me formé y que en ese entonces tenía tantas carencias de infraestructura. Dos amigas atendían desesperadamente a la paciente, me uní a ellas y solo recuerdo que hacíamos los procedimientos como robots, mecanizadas, ya estábamos cansadas, llevábamos más de 24 horas sin dormir. Estaban tan cansada que me mareaba y no sentía el piso, era como si flotara y veía mis manos moverse como si no fueran mis manos.

Una de mis amigas se quedó con la paciente sin moverse, mientras nosotras íbamos y veníamos por órdenes, instrumental o corríamos a pedir ayuda a algún otro especialista, porque el único asistente que ahí estaba necesitaba más ayuda. Todo sucedió muy rápido, pero lo recuerdo como si hubiera durado horas.

En una de mis salidas de la sala me crucé con la familia, habían una niñita del mismo tamaño que mi hija, que corría ida y vuelta en la sala y se reía mientras jugaba, otro niño pequeño en los brazos de una mujer mayor. Fue en ese momento que la mujer que estaba en la sala, dejó de ser, para mí, una "paciente", para convertirse en una mujer como yo, como mis amigas que estaban adentro, y de pronto volví a sentir mi cuerpo y empecé a correr más rápido, al regresar a la sala encontré a mi amiga paralizada, la paciente acaba de morir; pero mientras se iba le decía a ella que se cuide, le daba encargos y era ella quien le daba consejos a quien la atendía, sin saberlo estaba siendo sorora con quienes la atendíamos y nos quería dar una lección. Me llamó mucho la atención como reaccionó su madre, se limpió las lágrimas, se calmó y nos mostró todas las cicatrices antiguas que ella tenía, la volteaba de un lado a otro y nos decía, "él la fue matando de a poquitos", y al final nos dijo:"no dejen, nunca, que nadie las trate mal, ni con palabras", otra vez, era ella, la víctima, quien nos quería ayudar a nosotras, nos pusimos a llorar y hasta parecía que ella nos daba consuelo a nosotras y no al revés, como creíamos que debía ser.

Nos juntamos las tres, como lo hacíamos siempre, al final de cada caso triste y nos fuimos contando todo. La paciente murió lentamente y mientras lo hacía iba contando detalles, totalmente consciente de lo que le pasaba, se le iba el color como cuando se va terminando un vaso de vidrio, lloramos, lloramos mucho, pero a diferencia de las otras veces, en las que teníamos pena por las vidas o muertes tristes de "los otros", esta vez, creo yo, llorabamos porque podíamos ser nosotras, porque la que se murió era una de nosotras. Tal vez aquella noche fue la primera vez que sentí en el alma lo que era la sororidad, recuerdo que dijimos que nos íbamos a cuidar siempre, y también fue la primera vez que nos dimos cuenta que te puede matar, te puede destruir quien te abraza y quién te dice que te ama.

No es un loco, no es un enfermo mental, no es un caso aislado, todas las mujeres en este país hemos tenido en nuestras vidas un machista, un potencial feminicida, todas somos sobrevivientes y eso no es justo, no merecemos vivir así. Estudié medicina porque quería evitar que las personas se mueran de enfermedades que se podían prevenir, no para parchar el corazón acuchillado de una mujer que es víctima del machismo. Ya no queremos vivir así.

No quiero mis manos con más sangre de mujeres. No quiero que mi hija viva con temor. #EnfoqueDeGénero para no morir.

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