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‘La buena esposa’: Apropiación indebida

Quien esto firma, no conocía el libro de la norteamericana Meg Wolitzer, ‘The wife’ (‘La esposa’), en el que se basa esta película homónima, ya que el calificativo de buena es un absurdo añadido castellano. Pero, precisamente en la sesión, se encontró con una amiga, también autora y muy ilustrada, que sí lo había leído años ha, apreciándolo mucho. Lástima que a la salida no hubiera coincidencia para recabar su opinión sobre esta adaptación cinematográfica.

Producción británica de 100 minutos de metraje. La dirige el autor y realizador sueco Björn Runge, cosecha del 61, y el guión lo escribe, a partir de la novela citada, Jane Anderson. La fotografía correctamente Ulf Brantas y la banda sonora, que saber rubricar el relato, la firma Jocelyn Pook. Sigue a una mujer de talento que sacrifica su vocación literaria en aras de su matrimonio con un escritor. Pero cuando a él le conceden el Nobel, todo se hará pedazos…

Muy teatral en su puesta en escena y convencional en su tratamiento, tiene sus mejores bazas en su toma de postura tan feminista y en la extraordinaria interpretación, contenida y llena de matices y registros – que ya suena, con todo merecimiento, en las quinielas de los próximos Oscar – de Glenn Close. Aunque el siempre excelente Jonathan Pryce no le ande a la zaga… Max Irons, pese a su estirpe, sigue siendo un pésimo actor. Christian Slater está muy bien, a pesar de su personaje desaprovechado y esquemático, que hubiera merecido una mayor atención. Y siempre se agradece la presencia de la maravillosa Elizabeth McGovern.

El caso es que el meollo del asunto se intuye y desvela demasiado pronto, a modo de flashbacks, y eso le resta interés a una historia que tenía que haber sido mucho más incisiva y mordaz, pese a tener algunos diálogos brillantes. Una historia que no desarrolla suficientemente algunos temas y se pierde en otros. Aunque sí acierte en la tensión creciente de la protagonista, dueña del secreto , en torno a las ceremonias y actos sociales del galardón.

Nunca insulta la inteligencia y resulta más que digna de aplauso en su retrato de la apropiación indebida del talento de una mujer por un cónyuge sin escrúpulos, egoísta, infiel y narcisista, que ni siquiera la reconoce en toda su grandeza. Un clásico, por cierto, en la historia de la creación artística universal. Por la ironía y el sarcasmo tan sutiles con la que ella es capaz de afrontar tal indignidad hasta la catarsis final. Y por su conclusión tan abierta como esperanzadora.

Escrito queda. Pese a sus defectos y por su empatía hacia las mujeres, debería ser vista.

Este artículo fue publicado en el blog de Carme, Sevila Cinéfila.

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