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Si no te metes la pueden matar


La discusión violenta de una pareja en un espacio público no puede seguir siendo considerada un acto íntimo. No cuando a las mujeres nos están quemando, violando, matando. No cuando nos degüellan a vista y paciencia de todo mundo. Comerse el pleito puede salvar una vida

En Lima, Perú, este martes 4 de septiembre una mujer ha sido degollada y si bien es cierto, los testigos intervinieron para ayudar en la captura del feminicida, ¿por qué no lo hicieron antes de ver sangre? El miedo a nuestra integridad no puede ni debe paralizarnos para socorrer a alguien en peligro, no es fácil, pero siempre hay algo que podemos hacer.

“Algo no va bien contigo, nunca, ninguna de mis exparejas me ha tratado como lo haces tú”. El lunes por la noche volvía de vacaciones feliz con mi marido, habíamos visto cosas maravillosas en una ciudad maravillosa. En el vuelo, detrás nuestro, venía una pareja joven, iban haciéndose comentarios insidiosos y riendo, pero bueno, yo atribuía las pullas a su juventud. No más de 30 años les calculé. Aterrizamos en Barcelona y la cosa se puso peor.

“Te has puesto de esa manera sólo para mirarla” —le increpó ella a él, al parecer el chico había mirado con ojos de deseo a otra fémina y eso la había molestado. —“No he hecho eso, estás loca” —contestó él. Luego siguieron hablando y riendo hasta que ella un poco más seria le dijo: “Cuando madures lo entenderás”. El rió socarronamente y luego algo ocurrió. Subimos todos al autobús que nos llevaría del avión a la sala de desembarque, ya no se hablaban, él lo intentaba pero ella le giraba la cara.

Al descender del autobús, él espero que no hubiese mucha gente y la cogió de los antebrazos por detrás y la atrajo hacia sí, ella se quedó inmóvil, y yo me puse alerta. No quise seguir avanzando porque en esa zona del aeropuerto y siendo casi medianoche ya no había nadie más. Le dije a mi marido lo que pasaba y fuimos retrasando nuestro paso para no dejarla sola.

Comenzaron a caminar, ella quería adelantarlo, él le cerraba el paso con la maleta, le metía la cara para obligarla a hablar. Ella le rehuía, se la veía contrariada. Él le cogió la maleta y la retuvo, mi marido y yo pasamos por delante de ellos, los miramos para que supieran que estábamos allí; mi marido se adelantó en busca de ayuda por si pasaba algo, yo me quede como a 10 o 20 metros de ellos, los veía discutir, ella se llevaba las manos a la cara, parecía secarse las lágrimas, y movía la cabeza en señal de negación.

Pasaron por delante de ellos un grupo de sobrecargos, 4 hombres y dos mujeres. Les comenté la situación y me dijeron que no se podían meter, pero, “no se preocupe, en todo el aeropuerto hay cámaras”. Y pensé, qué importancia tendrán las cámaras cuando él la haya golpeado o matado, claro, sirven para hacer la denuncia, pero el daño ya está hecho, por qué no actuar antes de que ocurra algo lamentable, por qué no podían simplemente acercarse y preguntar si todo iba bien.

Pues bueno, no podían porque nadie quiere comerse el pleito de otro y es esta falta de solidaridad la que nos lleva a tener cada día más mujeres maltratadas, quemadas, violadas y asesinadas.

Seguí en mi sitio de guardia, esperaba a que todo se calmase y me daba yo misma valor para intervenir, no es la primera vez que lo hago, pero siempre tengo algo de temor. Ambos comenzaron a caminar hacia mi, me pasaron, me hice la que esperaba algo, miré mi reloj, él entró al lavabo que tenía delante, aproveché ese momento y me acerqué a ella que lo esperaba fuera.

“Estás bien” —le pregunté. “Sí todo está bien” —contestó. Me ofrecí a llevarla a su casa para que pudiese deshacerse de él, pero me dijo que no, que muchas gracias, los ojos le brillaban. Insistí en ayudarla, pero se volvió a negar. —”Estoy bien, ya te vi que mirabas y me cuidabas, gracias, pero ya estoy bien”.

Espero que en verdad todo se haya arreglado y no me refiero a que ahora estén felices comiendo perdices -luego de ver el trato dominante que él tenía, no creo que haya nada saludable entre ellos- me refiero, a que ella esté ahora a salvo en su casa. Rescato el haber podido actuar, el haber podido superar mi temor, haber sido solidaria y haberle hecho ver que no estaba sola, eso también empodera a quienes están pasando por una situación difícil, les hace saber que hay gente que está dispuesta a hacer algo.

Me enfada y asusta mucho que la gente pase al lado de una pareja que está discutiendo fuertemente y nadie haga algo, sólo una mujer se los quedó mirando, pero siguió su camino. Me enfada y asusta mucho que incluso trabajadores de una línea aérea, que superaban en número al novio matón, no hayan querido intervenir para parar el incidente; ni siquiera las dos mujeres que iban con ellos y que ellas mismas afirmasen sin sonrojo que nada podían hacer.

Si no nos ayudamos, cómo podemos seguir adelante. Si no nos solidarizamos con los que sufren violencia o acoso cómo podemos exigir una sociedad más justa, cómo podemos volver a casa con nuestras familias y sentirnos tranquilos o tranquilas. La violencia no desaparecerá como por arte de magia y, en particular, la violencia contra la mujer tampoco lo hará si no nos comprometemos a intervenir , a ayudar, si no nos comemos un poquito el pleito e intentamos frenar desenlaces terribles.

Desenlaces como el ocurrido este martes en un paradero de autobuses frente al aeropuerto Jorge Chávez de Lima, donde un hombre celoso, luego de una discusión con su pareja -a vista y paciencia de los que estaban en el lugar- sacó una navaja de su bolsillo y le cortó el cuello. Quizá, si ante las primeras señales de una situación violenta algunos de los que esperaban allí hubiesen intervenido, tal vez, sólo talvez, hoy no contaríamos un feminicidio más.

“Hay cámaras de seguridad”, es la frase de los sobrecargos que me quedó grabada y mientras pensaba, por ejemplo, en Arlette Contreras. ¿Le importó a su expareja que hubiesen cámaras de seguridad en el hotel donde estaban, para arrastrarla por el piso intentando meterla en la habitación donde la estaba maltratando? Además, esas imágenes, que evidencian la violencia sufrida por esta mujer, tampoco han servido de nada para castigar al culpable.

Y me pregunto, si a un hombre no le importa retener por la fuerza a su pareja en un espacio público, si a un hombre no le importa sujetarla con violencia y cerrarle el paso en un lugar donde sabe que graban todos sus movimientos: ¿le importarán las cámaras de seguridad para hacer lo que le dé la gana? Yo creo que no, creo que este tipo de sujetos están tan deformados por su machismo y el poder que les otorgan las sociedades patriarcales que, como dice mi marido: “Les vale madre todo”.

Así que la próxima vez que veas un acto de violencia contra una mujer —o contra otra persona— piensatelo dos veces antes de seguir tu camino, mírate en aquel que está siendo violentado y piensa si no te gustaría que alguien pudiese socorrerte y ayudarte a escapar de la situación. Recuerda que el mundo es redondo y que no siempre estarás a salvo, un día el sujeto de violencia puedes ser tú y ahí quiero ver como se te atraganta el “no me puedo meter”.

Artículo original publicado en el blog de Leonor, TeLeoLeo

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