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Defender el aborto es ver más allá de la neblina.


¿Por qué estar a favor del aborto? Me preguntan muchas veces y tengo mil razones y argumentos para dar respuestas; pero hay una escena que siempre recuerdo. Era yo una interna de medicina y rotaba por el área de Ginecología, era de noche, hacía mucho frío y había llovido todo el día, estaba de guardia y estaba encargada de ingresar a una paciente a la sala de operaciones para una cesárea en la que además se le practicaría una “ligadura de trompas”, mientras recorríamos el pasillo que conducía a la sala de operaciones se acercaba a nosotras un hombre furibundo, movía los brazos y gritaba que me pare, la paciente me pidió que corriera con una cara llena de terror, no lo pensé dos veces y le hice caso a ella, tomé vuelo y no sé de donde obtuve la velocidad y la fuerza para empujar la camilla y lograr entrar antes de que ese hombre nos alcanzara, no había nadie en la antesala y eso me puso más nerviosa, una vez dentro cerré la puerta y vi su silueta a través de los vidrios pavonados, pude poner el seguro antes de que él intentará abrir la puerta, entonces no le quedó más alternativa que golpearla, salió la enfermera y se acercó a la mujer que lloraba tanto que ya ni contracciones sentía y le preguntó si ella quería hacerse “la ligadura”, ella le contestó que sí, que estaba cansada de parir, ya tenía 8 hijos y sentía que ya se quería morir, la enfermera me guiñó el ojo y me dijo vamos.

Él seguía gritando que le devuelvan a “su mujer”, que nadie la toque pues luego no le iba a servir ni para él ni para el campo, pues él pensaba que si “su mujer” quedaba infértil su campo de cultivo quedaría igual y eso no le puede pasar a un “hombre”.

Fue una larga noche, me dio miedo salir; así que me quedé a todas las cirugías siguientes, en un pequeño receso mientras esperábamos al siguiente paciente la enfermera me dijo que viéramos la historia, pues para que haya sido programada a ese tipo de cirugía debía haber pasado tres consejerías en determinados tiempos y estas deberían estar firmadas por ambos, no eran los tiempos de Fujimori ni de su ministro Aguinaga en los cuales se esterilizaba mujeres sin ningún documento de consentimiento; pero todo estaba en regla, así que nos tranquilizamos de no haber cometido un error.

Durante el día me olvidé del asunto, pero al regresar a la emergencia para recoger mis cosas, me contaron “la burrada” que había cometido la obstetra del puesto de salud de donde venía la señora, había conseguido las firmas del esposo sin explicarle que era lo que firmaba. La obstetra de la sala le había informado del procedimiento minutos después que yo había salido de ahí con la paciente.

Un año más tarde a 3 545 msnm mientras pensaba en como cruzar una terrible oscuridad y una intensa neblina que separaban el puesto de salud y el centro municipal donde yo dormía se me acercó una mujer tapada con una manta negra, la cual le cubría la cara, me cogió del hombro y me regresó al puesto, si alguien me pregunta si le tengo miedo a los fantasmas puedo asegurar que en ese momento creía en todas las almas y espíritus posibles, mi corazón ya no estaba en el pecho y me temblaban las piernas, hasta que ella soltó una sonora carcajada burlándose de mí, luego nos hicimos amigas y me recordaría por siempre lo cobarde que fui. Me hizo ingresar al puesto para que le entregara “el jebe” y que se lo envolviera en papel periódico para que nadie lo pueda ver, me dijo también que no debía registrar su nombre, pues nadie debía saber que su marido usaba jebe o él le pegaría y dejaría de usarlo, me tomó muchos minutos entender que era el jebe que ella quería llevarse con tanto misterio, miré a mi alrededor, vi unas jeringas, en el embolo hay un jebe me dije y luego la miré sin tener ninguna respuesta que darle, ella ya no daba más con la risa y fui motivo de sus carcajadas aquella noche.

Ya después aprendí que lo que buscaba eran condones y ella a diferencia de otras mujeres había podido negociar que su marido los use, pero la condición era que nadie se entere ni la vean entrar a la posta, así que era su costumbre hacer visitas de madrugada o muy tarde en la noche, mis compañeras que me dejaron sola no me habían explicado algunos pequeños detalles que en realidad eran muy importantes de saber.

Y así fui aprendiendo lo que me serviría más adelante para entender de manera profunda las violencias e inequidades que sufren las mujeres y que las llevan a cometer actos desesperados en las que se juegan la vida sin temor porque el terror a parir ya las aterra más que el hecho de solo dejar de existir.

En el campo conocí el trabajo que hacen muchas obstetras y enfermeras para ayudar a las mujeres a no tener más hijos, recordé el caso de aquella mujer durante mi internado y no, no era “una burrada”, era una medida desesperada, un secreto, un pedacito de sororidad entre una obstetra y su paciente que no fue comprendido por quienes trabajan en la ciudad y siempre cuestionan a las que están en el campo como si la razón por la que están ahí es por ineficientes y no porque realmente les gusta el primer nivel de atención, ellas no fueron entendidas y una servidora de salud ignorante de lo que viven las otras mujeres que no tienen sus privilegios las traicionó, no tuvo mejor idea que informar al esposo aquello que su colega del campo le había rogado callar.

Por eso cuando mis colegas creen que las mujeres que “se embarazan” y luego quieren abortar son unas irresponsables que no quiere usar métodos anticonceptivos, me detengo a pensar la razón por la cual a pesar de que casi todas y todos trabajamos en los diversos niveles de atención antes de llegar a las ciudades y a los hospitales no hemos podido ver las cosas de igual manera, entonces recuerdo que todo esto que hoy tengo bien claro lo fui construyendo en retrospectiva, luego del feminismo en mi vida, luego de haberlo internalizado como sentimiento seguido de la lectura, de mucha lectura, lectura que me iba trayendo los recuerdos y también los pesares de no haber podido hacer más por el simple hecho de no haber tenido ese conocimiento en aquel momento.

La legalización del aborto es una medida urgente, pero la implementación de un sistema de políticas públicas con enfoque de género lo es aún más, porque si los servidores de salud seguimos siendo ciegos ante la realidad sin ver más allá de la neblina seremos los cómplices de las muertes y todas las violencias que las mujeres sufren, y sólo seremos capaces de curar sus heridas, pero no de salvar sus vidas.

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