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La clave está en la educación


Cada vez que veo el telediario o leo un periódico se crea en mí una mezcla de miedo, tristeza e impotencia. Todos los días lo mismo.

Miedo porque estamos todas expuestas y nos puede ocurrir a cualquiera. Puedo ser yo la próxima víctima. Puedes ser tú. Hacía tiempo que no sentía tanto miedo yendo sola por la calle y estoy harta de coger las llaves como si de un puñal se tratara por si alguien me ataca. Lo hago sabiendo que puede servir de poco y que si me cruzo por delante de la persona equivocada estoy perdida.

Es muy deprimente tener que pedir a un amigo que me acompañe a casa aunque viva a solo cuatro minutos de mí porque esos minutos sola pueden cambiar mi vida. Cuatro minutos que convierto en uno y medio ya que voy corriendo a mi casa para llegar sana y salva. El peor momento del camino a casa es escuchar unos pasos tras de mí. Mi corazón se para, mis piernas tiemblan y mi mente se imagina lo peor.

Sé que alguien puede estar pensando que soy una exagerada y que quiero crear alarma social pero creo que las mujeres que tenemos miedo lo hacemos con suficientes motivos. Todos los días somos conocedores de nuevas violaciones y es inevitable no pensar que podemos ser la próxima. Vivimos con miedo, eso es un hecho.

Siento tristeza al ver que cada vez más hombres se animan a ejercer de violadores e imitan a aquellos que están siendo juzgados por el mismo hecho. Ven en la violación algo divertido y algo que les excita. De esto quiero hablar un poco más adelante porque creo que es el punto clave.

Me da muchísima pena comprobar que los acusados son cada vez más y cada vez más jóvenes, siendo la mayoría menores de edad. ¿Cómo estamos educando a los niños? ¿Son conscientes de lo que causan a la víctima cuando deciden violarla?

Al final, esto es lo que me lleva a sentir impotencia. Parece ser que nadie hace nada y me lleva a preguntarme quién se está ocupando de la educación sexual de los niños. Recuerdo haber tenido dos o tres clases de educación sexual en mis años de instituto. Me da vergüenza cuando repaso esas clases y me doy cuenta que solo nos enseñaban que era un pene, una vulva y que había que ponerse condón.

Si algo caracteriza a los adolescentes es su curiosidad por los cambios que están sufriendo en su cuerpo y en el deseo sexual que poco a poco les va surgiendo. No hay que tenerle miedo a contestar a todas las preguntas que puedan hacernos. Si quieren respuestas, las van a buscar. Es obvio que internet es la guía de todos para todo. Nos enseña a cocinar, a montar muebles, a adelgazar, a maquillarnos y a tener sexo.

Y sí, pasamos a hablar del porno. El porno se ha convertido en el profesor de los niños pero ¿es este el sexo que queremos enseñar? El sexo que enseñan estas páginas de sexo ilimitado y gratuito se caracteriza por la sumisión de la mujer y por el disfrute exclusivo del hombre. Los niños crecen excitándose con violaciones simuladas y es obvio que eso les crea unas fantasías sexuales relacionadas con una violación. Quieren reproducir lo que ven en internet porque les da placer ver como una mujer está siendo dominada. De verdad, dejemos de pensar que una clase de educación sexual al año es suficiente. Necesitamos recursos educativos para eliminar la cultura de la violación.

Un joven educado sexualmente por el porno tiene como fantasía sexual una violación o una simulación de esta ya que es lo que ha estado viendo durante años. Si este decide que quiere hacer realidad esa fantasía se plantea que peligros tiene esto para él (que no para la víctima). Se presenta entonces otra forma de fomentar la cultura de la violación: la ridícula pena que tiene violar a una mujer.

La patética educación sexual que proporcionamos a los niños hace que se eduquen en internet. Internet crea violadores potenciales y es una justicia patriarcal la que los convierte en violadores que no tienen miedo a actuar. Todos tenemos que aprender a derrocar la cultura de la violación porque de algún modo la hemos estado potenciando sin darnos cuenta.

El día en el que las nuevas generaciones condenen y entiendan que las violaciones no son divertidas y que no son excitantes, habremos ganado todos. Una sociedad en la que la mitad de ella tiene miedo y vive reprimida no es una sociedad justa ni digna de ninguna admiración.

Las mujeres somos víctimas constantemente de violencia machista y es porque necesitamos reeducar a la sociedad. La clave está ahí: en la educación.

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